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jueves, febrero 26, 2009

:: "Economía" ::


Lacho vivía en aquel rancho que era propiedad de su madre, única herencia intestada que había dejado su padre. Lacho se dedicaba a esquilmar aquel ranchito, a cuidar de su ganado, del cafetalito y de extraer de los bosques las maderas finas y de tiro.

Después de que todo trabajo se había realizado, según la temporada, Lacho se dedicaba a ganarse unos cuantos pesos como “bracero”, trabajándole a otro, jornaleando, ganando dos pesos con cincuenta centavos por tarea… Lacho era tan flaco y débil que iniciaba su trabajo a las seis de la mañana y salía a las cinco de la tarde y sin haber hecho su tarea, la tarea que le había marcado el dueño del trabajo, es decir, no terminaba. Había semanas de trabajo completas en que Lacho sólo registraba cuatro tareas, salía con sus diez pesos a la semana.

Lacho solventaba la economía de su hogar, cultivando sus tierras, cuidando su ganado, engordando algunos cerdos y trabajándole a otro, como jornalero. Una o dos veces a la semana cazaba algún animal para variar su dieta alimenticia. También se alimentaba de caracol de río de montaña (un molusco gasterópodo terrestre comestible, que le nombran “shuti”).

Mucho tiempo después, cuando Lacho ya era Jefe del Departamento también había días en que no sacaba la tarea. En una ocasión recibió como “rechazo” un paquete de 25 propuestas de nombramientos a favor de 25 maestros que laboraban en las escuelas secundarias federales. Las propuestas contenían 86 horas de trabajo. Dicho rechazo de documentos, que no habían sido aceptados en el Departamento de Recursos Humanos, obedecía a que el mencionado Departamento argumentaba que aquellas plazas estaban duplicadas, eso quería decir que ya se las habían otorgado a otros maestros.

En el departamento que dirigía Lacho, no se contaba con más horas disponibles. Lacho se sintió mal… ¿Con qué pagaría a aquellos maestros que ya estaban laborando y cuyas propuestas de nombramiento habían sido rechazadas? ¿Qué debería hacerse en estos casos?... Lacho no sabía cómo proceder. Para iniciar, guardó aquel fardo de nombramientos bajo llave… Se quedó pensando. ¿Qué haría después? Era un día jueves.

Como a las dos de la tarde llegaron dos maestros que laboraban en la costa. —Maestro Lacho, -le dijeron-, Le invitamos un refresquito. —Vamos, -dijo Lacho-, Buena falta nos hace en este momento. Lacho salió con sus amigos, se fueron a un bar y no llegó a su domicilio sino hasta las once de la noche. Lacho ya no fue a trabajar en la tarde de ese jueves, ni se presentó a trabajar el próximo viernes. Se fue a un río con su familia. Sábado y domingo permaneció en su recámara, no atendió ni a su familia. El próximo lunes muy temprano se presentó en el Departamento, sacó los documentos aquellos y poco a poco, uno a uno los fue revisando y con satisfacción observó que las plazas no estaban duplicadas, los documentos habían sido mal elaborados, por lo que Lacho ordenó a las secretarias que volvieran a elaborar las propuestas; que se adjuntaran las propuestas rechazadas con su respectivo oficio aclaratorio…

A las dos de la tarde de aquel memorable lunes, el Departamento de Recurso Humanos había aceptado aquellos documentos en forma satisfactoria. Lacho había hecho su tarea de un día en cinco días.

En otra ocasión Lacho visitó su tierra natal, un ejido cercano al lugar donde Lacho había nacido. Visitó a uno de sus primos, un campesino agricultor que todos los días del año se dedicaba a las labores del campo. Era un veintitrés de Diciembre, como a las dos de la tarde, Lacho fue bien recibido, fue obsequiado con una buena jícara de pozol reventado con su respectivo pedacito de panela blanca, y minutos más tarde con un buen caldo de gallina madre.

En el patio de la casa a donde Lacho había llegado, observó que había cuatro cerros de mazorcas recién pizcada y acarreada hasta ese patio. Estaba también una máquina desgranadora desgranando y dos camiones grandes de redila, de esos que les llaman “Tortons” de tres ejes, listos para recibir el maíz desgranado y transportarlo a la cabecera municipal. —Hay que desgranar todo, -decía el primo- , que no quede una sola mazorca sin desgranar, no necesito mazorca ni para semilla. Hay que desgranar hasta el molcate si es necesario. Voy a guardar doce sacos de maíz para comer y para que coman los animales…

El mero día 24 de Diciembre, como a las cinco de la mañana, aquellos grandes cerros de mazorca estaban convertidos en sacos de maíz, ya dentro de los dos grandes carros de carga que se disponían a trasladar el preciado grano, aquella cosecha de todo un año de esfuerzo de siete hombres (un padre y seis hijos) y tres mujeres que habían estado madrugando para cocinar los alimentos de aquellos siete campesinos. Ya calentaban sus máquinas para transportar la carga a la cabecera municipal…

El primo de Lacho iba radiante de alegría. En aquellos dos carros iban todas sus ilusiones, su esfuerzo y su esperanza, llevaba su cosecha de maíz de todo un año de trabajo; el resultado de muchos días sin comer, pero de intenso y arduo trabajo.

El primo de Lacho se despidió y suplicó a su familia que atendieran bien a su primo Lacho. —Regreso más tarde -dijo-, quizás a las dos de la tarde…

Serían las nueve de la mañana cuando aquellos carros llegaron a la cabecera municipal, a las bodegas de la CONASUPO. Ya estaban muchos carros esperando turno, para entrar a la báscula, pesarse, descargar y volverse a pesar para que la pesada neta estuviera destarada. Ahí estaban los dueños de las respectivas cargas. Las guías llevaban un minucioso registro y control: Ejido de procedencia, nombre del agricultor dueño de la carga, nombre del conductor del camión, número de placas del camión, etc…

El primo de Lacho se dispuso a esperar su turno. Después de ser pesados y destarados aquellos carros, el peso neto era registrado en la cuenta del agricultor para conocer su estado de cuenta y resultado final. El primo de Lacho estaba pendiente, sin tomar alimento alguno, pues desconocía todo aquel proceso de actividades…

Como a eso de las trece horas se inició la revisión de su cuenta del primo de Lacho… Al fin. —Aquí está su liquidación amigo… Usted entregó hoy, tantas toneladas de maíz, a razón de tanto el kilogramo, suma tanto… Felicidades amigo, -dijo un empleado-, descontamos el x% por la humedad del maíz, más el x% de impurezas, más el x% porque está verde, pues el grano no está bien seco. Aquí también se le descuenta el avío en fertilizantes, asesoramiento en: barbecho, labrado y siembra, alquiler de costales, maniobras para desgranar y fletes. Hay un buen saldo a su favor… Dos mil ochocientos sesenta y dos pesos, con cincuenta centavos. Lo felicitamos amigo, porque ya lo hemos considerado para el próximo ciclo agrícola…

El primo de Lacho recibió sus centavos, producto de todo un año de trabajo y esfuerzo; se fue a un buen restaurante y ordenó se le sirviera un buen desayuno, le informaron que solamente se servían almuerzos porque ya era muy tarde. Mientras le preparaban su almuerzo pidió una cerveza bien fría y ésta, fue acompañada por otras dos más, para celebrar la venta de su maíz y esperar con gusto la Nochebuena, víspera de la Navidad. Para tener una buena digestión después de comer pidió las otras y al último pidió la “caminera”.

Cuando pidió la cuenta pagó con mucho gusto. —Son cuatrocientos cuarenta pesos, señor -dijo la mesera-…

De regreso a su comunidad pagó setenta pesos que le cobró un amigo… Fue echándose una que otra “espumosa” en el camino y llegó a su casa a las seis de la tarde, cargándose un cartoncito de doce medias. —Ya vine vieja, mira Lacho, traje estas cervecitas para festejar tu visita y celebrar la Nochebuena.

—Gracias primo, sinceramente me da mucho gusto estar aquí.

—Salud Lachito.

—Salud primo.

El primo destapó otra más y llamó a su esposa:

—Vieja, tómate una.

—¿Qué, también yo, pues?

—Claro vieja, hoy será Nochebuena.

—Y, ¿Trajiste dinero, ya te pagaron?

—Sí, aquí está, guárdalo tú, son novecientos noventa y dos pesos.

—¿Esto es todo?

—Sí, pero ya no les debo nada…

El ambiente aquel siguió, el primo ya estaba “picado”, aquel cartón ni a melón le supo; Lacho mandó por otro. Le tomaron unas cuantas y Lacho se despidió para ir a saludar a otros familiares y presenciar el rito del nacimiento del niño Dios que se celebraría en casa de otra prima. Al despedirse le recomendaron que no fuera a dormir en otra casa, pues ahí le arreglarían una cama. —Está bien, -dijo Lacho-, terminando el baile vendré a dormirme.

Lacho fue a la pastorela, al rito que simula o recuerda el nacimiento de Jesús, hijo de Dios nuestro Señor.

Tal vez eran las dos de la mañana, ya en la navidad, cuando Lacho llegó a la casa de su primo. Lo encontró bailando solo, Lacho fue bien recibido. La casa estaba bien iluminada con luz eléctrica, una radio consola estaba funcionando a todo volumen. La marimba “La Frailescana” dejaba escuchar sus teclas con las notas de “Bimbo” a través de un disco L.P.

—¡Vieja, dame más dinero! Para ir por más cervezas y tomemos con Lacho.

—¿De dónde lo agarro?

—¿Cómo que de dónde? ¿Acaso el dinero tiene agarradera?

—Ya no tengo ni un quinto, ya se acabó.

—¡Qué buena la estamos haciendo! Préstame Lacho, mañana te lo devolveré.

—Mira primo, tu ya estás muy tomado, yo, no quiero beber; mejor nos acostamos y cuando amanezca le seguimos, es más, yo tengo mucho sueño, necesito dormir.

—Está bien, Lacho, hay que dormir, ahí está la cama, deseo que descanses.

—Gracias primo, que duermas bien tú también…

Serían las seis de la mañana cuando Lacho oyó voces en la puerta que daban a la calle:

—“Compra pan” –decía la voz que emitía una chamaca como de trece años-.

—Vieja, compra pan para que beba su café Lacho.

—¿No te dije que ya no hay dinero?

—¿Ya se acabó, vieja?

Entonces se oyó una voz desde la calle:

—“Agarro maíz”…

—Vieja, compra pan, la chamaca agarra maíz.

—Ahorita voy, espérame.

La buena señora empezó a descoser la boca de un costal, de aquellos doce que el primo había guardado o reservado para la comida, bajó un tanto regular, quizás unos trece cuartillos (doce litros) fueron cambiados por varias piezas de pan.

No habían transcurrido ni veinte minutos, cuando otra persona llamó a la puerta:

—¿Compra carne de “cochi” (cerdo)?

—No, no hay dinero.

—“Agarro maíz”.

—Ahorita voy, espérame tantito…

El saco de maíz volvió a sufrir otra merma, en aras de un buen almuerzo para Lacho.

Poco después, unos minutos más tarde, la familia tuvo que alimentar a los animales y el pobre costal fue quien pagó el pato…

El día veintiséis, al otro día, Lacho se despidió de aquella honrada y generosa familia. Antes de salir, había echado un vistazo a aquellos costales que servían de granero y, con mucha tristeza había contado solamente diez sacos llenos y dos vacíos. Muy preocupado iba Lacho, pensó que para el siete de enero del año próximo, once días después, aquella familia ya no contaría con un solo grano de maíz, y, Lacho se preocupó más aún por la suerte del campesino agricultor.

2 comentarios:

JJ Ibarias dijo...

Yo probé por primera vez el CHUTI... en TGZ.-- Excelente sabor, que bien cocinado es una delicia, que no todos por aquí conocen.

Buenas historias, ya le leído algunas que tienes en tu blog, me late que las ambientas con fotos "photoshopeadas"... Tienes talento narrativo.

Una cosa que quisiera volver a ver en tu blog es algo novedoso en el mundillo informático, por ahi hay mucha tela de dónde cortar...

Queremos novedades en tecnología, sobre todo en informática, sistemas y demás... Se que esos temas no atraen público a tu blog, y siempre se trata de complacer a nuestros seguidores, pero bueno, debo decir que eres uno de mis gurús tecnológicos y hace rato que no posteas nada sobre el tema.

saludos....

@eduardorobles dijo...

Doc:

En efecto, tal caracolillo es un elemento gastronómico tan peculiar como el nucú, el mujú, las melcochas y otros ejemplos que para muchos sonarían raros… Su sabor de delicioso para aquellos que gustamos de aventuras alimenticias, para otros, es algo un tanto extraño.

Las historias que están dentro de la categoría “Lacho”, mi querido Doc, sólo son transcritas por mí; no soy el autor original de tales anécdotas (Luego pondré una categoría para escribir las mías); y sí, me gusta ponerles la imagen en sepia y con ruido porque me gusta dar ese toque relacionado con madera, cabañas, tiempos lejanos, ranchos, es decir, la labor generosa del tiempo a través de él mismo.

En cuanto a la novedades informáticas, estoy trabajando siempre en ello, tal vez ponga cositas un tanto cortas o tips no muy relevantes; pero ya ando en recolección y formateo de información. Como dices, hay mucho de dónde cortar… Y no te preocupes Doc, el próximo post será sobre informática y/o tecnología…

Gracias por tu comentario XD!!

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