Al salir de la agencia lo que hicimos fue caminar un poco para confirmar que poco había cambiado en la ciudad desde nuestra llegada; y, al detenernos en una esquina del parque, nos recordamos mutuamente un plan que en la mañana nos habíamos formulado pero que por cuestiones de tiempo no hicimos (y ahora era la gran oportunidad), me refiero a ir a visitar la catedral de Guadalupe.
Estábamos parados en la esquina, recalco; y allá en el fondo de un enorme corredor o callejón se vislumbraba sobre una escalera simétrica, su estampa. Debido a la neblina y a la densidad del viento apenas se distinguía, parecía muy lejos; lo que nos llenaba de emoción porque sabíamos que sería exquisito pasear y atravesar toda esa línea colonial para poder llegar a ella. Así, nos dirigimos caminando a paso lento hacia ese monumento a la belleza, la vista cada vez más se descubría maravillosa.
Mientras caminábamos pudimos observar diversidad de hoteles, restaurantes y estilos gastronómicos, bares, hostales, cafés, pizzerías, comedores, tiendas de artesanías; etc… No sé qué tiempo nos tomó recorrer este callejón, pero a cada paso que dábamos nuestras sonrisas friolentas y tembladoras asentían y se enamoraban del estilo de vida tan cautivador que se da en San Cristóbal; tanto que el tiempo no parecía en realidad relevante.
Después de recorrerlo y llegar al pie de la escalera (bastantito alta) de la iglesia, la subimos con ritmo lento y planificado; vaya que esta ciudad tiene muchas zonas en las que debes esforzarte para llegar, y una vez en la cima, viramos hacia atrás sólo para ver qué tanto habíamos caminado; el paisaje era simplemente hermoso. Decenas de turistas, al igual que nosotros, se embelesaban del ambiente de esta parte de la ciudad, no temían admitir estar maravillados y extasiados por encontrarse ahí; en realidad no me sorprende, y si algún día estuvieras aquí, sé que tampoco a ti te sorprendería; porque sentirías exactamente lo mismo que todos nosotros…
La estampa de frente a
Dentro de ella, sólo había una mujer rezando, la observamos con cautela y una vez más presenciamos la devoción que aún se vive dentro de nuestra cultura mexicana; esa cultura llena de tradiciones y de fe que nos identifica mundialmente. El interior de la construcción es tibio, no sé si es por la mezcla del clima frío con el calor de las velas y el encierre de la temperatura; pero es tibio. De ahí, el estilo es muy parecido a otras iglesias de San Cristóbal en cuanto a la distribución de los santos, el estilo de las bancas, los acabados y las pequeñas capillas para los respectivas sagradas imágenes.
Mantuvimos silencio y presencia en el interior por unos minutos. Poco a poco iríamos saliéndonos por el costado de
Esta parte de la loma (así le digo a toda parte alta en cualquier ciudad) nos permitía ver más allá en la extensión territorial de San Cristóbal, mientras el viento nos punzaba en las mejillas y mientras, para evitarlo, volteábamos y regresábamos la vista hacia
“Dicen que el silencio es la voz de los Dioses, y el viento está en el interludio del sonido y el silencio… El viento nos habla, nos dice en voz baja, casi en silencio y en un lenguaje natural que vamos perdiendo poco a poco; que alimentemos nuestro espíritu, que seamos como él, que seamos libres de ir a donde sea, que fluyamos con delicadeza y que nuestro paso, a pesar de ser efímero, sea notable. Así mismo es el viento: En cada murmullo lleva un consejo, y en cada ventisca un grito que te impulsa a seguir y a que despiertes y busques aquello que deseas sin importar qué tan lejano parezca. Si entonces el silencio es la voz de los Dioses, el viento, el viento podría ser la voz de los espíritus…”
Maravilloso, en serio. Y el hambre reapareció. Era algo tarde, debíamos comer; y bajamos para regresar por ese callejón que con anterioridad ya habíamos minuciosamente revisado para conocer el lugar idóneo para tomar los alimentos. Fue una decisión algo difícil, todo era tan exquisito y tan colorido, que tomamos nuestro tiempo para decidir bien. Pero antes de eso, de regreso aún de la iglesia, al bajar por el otro costado de la loma nos llamó la atención una casa bellísima, pintoresca, y con diseños propios de un panal…
Hay cosas tan hermosas que tenemos en frente, que sólo requerimos de un par de segundos para identificarlas…
Aquí la galería:
Y a tí... ¿Te gustan los miradores? ¿Por qué?
3 comentarios:
cuantas escaleras, cuantos colores, se ve que es un lugar tan acogedor, se antoja estar ahi aun cuando este frio.
Me gustooo!
saludotes
cada vez que voy a san cris quiero ir a ese lugar.. pero por una u otra cosa nomás no se me da...
llevame.. llevame... llevame...si??
ѕocιaѕ:
Sí, San Cristóbal es un lugar delicioso; hace un clima exquisito, en serio; y la vida allá es tan rica y tan tranquila. Estar ahí es una bendición, y el frío, lejos de alejarte, provoca que te quieras quedar mucho más tiempo…
Saludotes!
MIN...:
Bueno, por lo menos has ido a San Cristóbal y sabes a qué me refiero jejeje…
Claro que sí, es cosa de ponernos de acuerdo cuando haga mi tour por tu residencia y de ahí te rapto y nos vamos a trotar en las escaleras =D!
Besos!
Gracias por sus comentarios XD!
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