:: En Monte Albán ::

Martes 26 de Julio de 2011. Desperté a buena hora, me incorporé en breve, salí al lado del hostal a desayunar continentalmente y al terminar cerca de las 09:30 horas, me dirijo a la agencia para esperar el inicio de los tours. Antes de mí ya estaba orieducativa34@hotmail.com (nunca le pregunté su nombre) ahí esperando, un tipo bastante simpático oriundo de Tabasco que también estaba dentro del equipo de viaje de ese día; así que conversamos un poco en lo que el tiempo transcurría y cambiamos impresiones sobre lugares que hemos visitado y que recomendamos ampliamente uno al otro. El equipo finalmente estaba a bordo rumbo al primer punto: Monte Albán. Fue el primer destino del día, e íbamos -según me acuerdo- la siguiente flotilla: 4 chicas (2 y 2) del Distrito Federal, 1 señor de Tabasco, 1 de Chiapas (adivinen, sí, yo), 2 personas (una pareja) de Polonia, 2 personas de Francia, 2 de Turquía y 1 chica de Cuba; además claro, de Ismael, nuestro guía.

A las 10:00 estábamos saliendo de la ciudad rumbo a 10 kilómetros de distancia, hacia los cerros que rodean los valles de Oaxaca; pasamos sobre un puente que fue la primera referencia a Monte Albán, ya que a partir de ese punto la historia nos empezó a ser contada, justo después de ver el río “Atoyac” casi a la salida de la urbe, río modesto ahora, cuyo significado se puede traducir fielmente como “El río verde” que ayudó para que las civilizaciones prosperaran en una tierra en donde las temporadas de lluvia dejaban a veces algunas cositas a desear...

Monte Albán (de Albino, blanco, por las flores de la gran cantidad de huanacastes en el sitio) fue construido en el cerro más alto de la región, desde donde estratégicamente se veía toda la lejanía y se podía anticipar a cualquier intento de combate por parte de los enemigos, además de que la vista desde la cima daba un aire de supremacía y poderío a quien a esa altura residiera. ¿Cuántos hombres de alta esfera social prehispánica no habrán recorrido y visto desde ahí los dominios zapotecas? Porque, mientras ellos vivían en las partes altas del cerro y dentro de los recintos ceremoniales, los campesinos y esclavos mantenían distancia viviendo casi en las faldas de la colina, en las laderas del monte; un esquema social que aún permanece vigente en ciertos contextos de nuestro mundo.

La entrada cuesta alrededor de $38.00 pesos, apenas entrando tienes a mano derecha el museo (que por cuestiones de tiempo ya no pude ver) y siguiendo camino adelante empiezas a adentrarte a la zona de las construcciones. A modo que te vas acercando, va apareciendo ante ti la majestuosa ciudad de piedra por varios puntos de tu vista, y entonces empiezas a sentir un poco de la gloria que hace muchos años gozó esta ciudad.

Uno de los primeros sitios que pueden verse es el área del juego de pelota, una práctica común entre los pueblos mesoamericanos que se llevaban a cabo tanto en la vida diaria tanto en ceremonias religiosas. Aparentemente cumplía la función de resolver conflictos mediante la representación de los trayectos sagrados del Sol, la Luna y Venus, con una pelota de hule golpeada con la cadera, rodillas y codos; y el ganador era protegido y apoyado por los Dioses. Aquí se construyeron 5 canchas de juego, lo que confirma la gran importancia a nivel regional de Monte Albán. La que muestran primero fue construida aproximadamente 100 años a.C.

Aunque desde ahí el panorama de las -inexactamente conceptualizadas- pirámides es realmente bello, la forma de seguir el camino, antes de bajar a la plaza, fue rodeando parte del valle para admirar otras construcciones y llegar a un punto un poco más alto del relieve, del que, bueno, la vista mejora radicalmente si lo que buscas es contemplar casi en su totalidad la magnánima ciudad; además de que nos coloca a la par de otras construcciones que podemos admirar con más detalle a esa altura.

Monte Albán en todo su esplendor se deja ver en estos meses sobre una alfombra verde y fresca y debajo de un cielo azul soleado con nubes y a nivel un poco más alto de los despejados valles que le rodean. Como la gran mayoría de las grandes metrópolis mesoamericanas, Monte Albán fue una ciudad con una población pluriétnica (osea, varias etnias). A lo largo de su historia, la ciudad mantuvo vínculos muy fuertes con otros pueblos de gran importancia en Mesoamérica, en especial con los teotihuacanos.

Se dice que la ciudad fue abandonada por la élite y buena parte de su población por muchas razones teóricas, de las cuales aún no se confirma una con certeza; desde epidemias que acabaron con la mayor parte de la población, cambios climatológicos bruscos, hasta la poca producción agrícola que probablemente la tierra llegó a sufrir en algún momento. Sin embargo, el recinto ceremonial que constituye el conjunto de la Zona Arqueológica fue reutilizado por los Mixtecas después, y a este tiempo los Zapotecas estaban divididos en varias ciudades-Estado, como Zaachila, Yagul, Lambityeco y Tehuantepec.

En algún momento, Monte Albán tuvo una población de aproximadamente 17,200 habitantes, que la convertía en una de las mayores ciudades de Mesoamérica. Para esta época, habían caído bajo su esfera de influencia, además de los Valles Centrales, la Cañada de Cuicatlán, algunas zonas de la Sierra de Juárez y de la costa Oaxaqueña del Pacífico. El creciente poderío de los zapotecas les permitió convertirse en un nodo importante del comercio mesoamericano, de modo que establecieron lazos de intercambio de bienes con regiones como la costa del Golfo de México y el Valle de México.

Como en otras partes de Mesoamérica, los restos de las edificaciones precolombinas de Monte Albán son en su mayoría los restos de las plataformas piramidales que sostuvieron las edificaciones dedicadas al culto religioso, a la administración pública o los restos de conjuntos habitacionales dedicados a los estratos dominantes de la sociedad. Sin embargo, gracias a los trabajos de mapeo del cerro, también se ha podido conocer la organización de los barrios habitacionales de la ciudad. Gran parte de monte Albán ha sido reconstruido, la señal principal para distinguir las zonas reconstruidas de las originales es por medio de pequeñas piedras mezcladas con algún tipo de cemento que ha servido para la restauración; de manera que en cualquier parte donde se vean muchas piedrecillas con cemento en medio de la unión de piedras grandes, podemos asegurar que ahí ha sido restaurado; aunque claro, que si nadie te lo dice antes es como si estuvieras viendo la pieza original, ya que el trabajo realizado ha dado resultados admirables.

La primera investigación intensiva en el sitio corrió a cargo del mexicano Leopoldo Batres —que también realizó excavaciones en Teotihuacan— en 1902, que era por aquel tiempo el titular de la Inspección General de Monumentos del gobierno mexicano de Porfirio Díaz. Sin embargo, de mayor relevancia por los hallazgos realizados en el lugar fueron las excavaciones dirigidas por Alfonso Caso Andrade en 1931 y 1939, estas últimas en compañía de Ignacio Bernal y Jorge Acosta. En la segunda temporada, los arqueólogos realizaron investigaciones en el conjunto monumental de Monte Albán, lo que permitió rescatar y restaurar la mayor parte de los edificios que constituyen la zona abierta al público. Gracias a las exploraciones de Caso y sus compañeros, fue descubierto un gran número de edificaciones habitacionales, cívico-administrativas y religiosas; además de numerosas tumbas, entre ellas las célebres tumbas 7, 104, 105, y 107.

Cada pirámide –sí, seguiremos usando el concepto- tiene una nomenclatura literal, G, H, I, J, etcétera. Los arqueólogos no se complicaron mucho en nombrarlas, de esta forma se tenía una clasificación clara y en cierta forma ordenada cronológicamente sobre los hallazgos que se iban realizando. Algo curioso: Casi Todas las pirámides tienen una magnífica arquitectura diseñada para estar orientadas hacia los cuatro puntos cardinales, cuando ves el panorama de ellas puedes ver la alineación perfectamente anticipada, excepto de una, el famoso “Edificio J” que difiere de las demás porque está movida 45° respecto a todas las demás. Se contempla la posibilidad casi segura que se trate de un observatorio antiguo, de ahí que mantenga otra alineación en todo Monte Albán.

Muchos de los edificios mantienen a sus entradas líneas de restricción, pero también paneles informativos que explican mucho sobre ellos. Por cuestiones de tiempo (ya que solo estuvimos cerca de hora y media, y créanme cuando les digo que no se acerca ni por tantito a un tiempo suficiente para ver todo lo que uno quiere) no pude ver cada una de las pirámides, así que me enfoqué de manera global para explorar el terreno a un modo general. Pero sé que hay uno en particular que mantiene estelas (piedras grabadas) y éstas son nombradas como “Estelas de los Danzantes”. Veamos qué dice Wikipedia…

El Edificio L o de los Danzantes (foto anterior, edificio de tu derecha) es uno de los más antiguos de la ciudad de Monte Albán. Fue construido justo en el tiempo en que la ciudad comenzaba su primer proceso expansionista en Los Valles. La característica más llamativa de este edificio es que se encuentra recubierto de numerosas estelas en las que se encuentran representaciones de personajes acompañados de glifos calendáricos y antroponímicos. Las estelas son conocidas como Los Danzantes debido a que los personajes que aparecen representados en ellas se encuentran en posiciones excéntricas, sobre todo en comparación con otras representaciones humanas producidas por los Zapotecas. Ahora se sabe que estas estelas conmemoran las victorias militares de Monte Albán sobre otras ciudades, y que las posiciones de los personajes son propias con las que se representaba a los cautivos, lo que se deduce de la mutilación genital representada en las estelas. Se ha asociado el estilo de los monumentos con la influencia de la cultura Olmeca en el área y además se trata de un tipo de monumentos que se han encontrado también en otros sitios preclásicos de Los Valles como San José Mogote y Dainzú. Varios de los monolitos tallados se encuentran en torno al Edificio L, por lo que la plazuela asociada a esta estructura es conocida como Plaza de los Danzantes.

Claro, cada edificio tiene su esencia y su historia, pero por ahora disculpa que no adentre tanto aquí; recuerda que estamos en un tour de nueves horas, de las cuales ya hemos invertido dos y aún nos esperan más lugares por conocer en las afueras de Oaxaca. Pero te recomiendo que si vienes a Oaxaca, visites Monte Albán, creo que con un día completo basta para conocerlo bien, porque aún faltó detallar en varios edificios, conocer muchos “porqués” y “cómos” además de entrar al Museo de Sitio que seguramente es maravilloso.

Apenas con tiempo para correr dentro de la plaza y buscar los mejores ángulos para realizar la toma de fotos panorámicas, y tras tomar algunas fotos a turistas que gentilmente me lo pedían en un español muy trabajado, pude llegar al punto de encuentro y beber agua, ¡Claro, se me olvidaba! Te recomiendan que si vas a entrar el único líquido que lleves sea agua y nada más; también te recomiendan usar gorra o sombrero, porque a pesar de estar verde ahí en esta época del año, el calor Oaxaqueño sigue mandando y con furia. Y yo, por mis razones no me hice de ninguna de las dos cosas: Sin sombrero para no estorbar mi visión al momento de contemplar una escena fotográfica, y sin agua para no tener las manos ocupadas ni humedecer la lente o la cámara; claro que si lo hubiera anticipado bien, se habría arreglado la situación con una mochila a la espalda. Así que cuando vayas, no cometas la misma omisión que yo…

Y ya en el transporte, nos dirigíamos al siguiente destino…

Continuará…

Con gusto, te comparto la galería: