Mi respiración era entrecortada y difícilmente podía llenar mis pulmones de oxígeno. No era mi culpa permanecer en ese momento inmóvil y bajo la merced de esa fuerza que podía fácilmente llevarme a cuestas a la oportunidad que le pareciera más tentadora ¿O sí? Aunque por otro lado, siendo no tan dramático, fue decisión mía el someterme a la gran caída de agua de más de 10 metros de altura. Ahí estuve varios minutos, por voluntad propia, recibiendo en todo el cuerpo la insaciable caricia de una sirena…
Pero no fue así desde el principio, claro que no; todo inició, amén de la expresión siguiente, como un gran viaje: Con el primer paso...
Se había confirmado el lugar pocos días antes: Ejido “El Águila”, y en el punto de reunión (la cosa ha tomado forma de manera que ya la fuente del parque central de la ciudad lo es) estábamos ese domingo por fin todos los mochileros a las siete y tantos de la mañana: Sai kun, Rashteco, Sam, Yami. Cuando se confirmó que éramos los que estábamos y viceversa, salimos directo a tomar el transporte que viaja hacia “El Águila” ¿Qué las combis no están donde yo pensaba que era? Bueno pues, sigamos caminando en lo que llegamos a tomar la vagoneta.
Las provisiones fueron escasas, de manera que Yami fue la única que llevó lo que decentemente se considera como tales, y los demás, pues… ¿Batería llena, Obturador contento? Naeh! Que cuando vas con el propósito de mochilear y hacer fotos, eso de la alimentación al principio es en lo que menos piensas, sí, recontra afirmo, al principio…
Habrá sido un periodo de viaje menos de una hora cuando llegamos al ejido, una ruta hasta ahora no tan familiar para mí, pero tan propia de la zona por la arquitectura silenciosa de las casas, la inclinación de esas calles esporádicamente empedradas y ese olor delicioso a leña encendida dentro de un fogón compartiendo créditos con alguna olla de frijolitos o algún pocillo de café recién tostado. En alguna ocasión por fin supe que por aquí, por estos rumbos alejados de la mancha de los civiles, se llamaba “El Edén”. Aquel que le haya puesto ese nombre, estaba absolutamente en lo cierto…
Después de pequeños reconocimientos de puntos clave en el camino, llegamos al “El Águila”. Bajamos del transporte y dimos pies sueltos hacia la aventura, confiando en nuestro par de guías (Sai Kun & Yami) que con anterioridad conocían y que llevaban a su merced a nosotros 4, ávidos de recorrer el lugar con una actitud dispuesta a caer bajo los efectos del asombro, ese asombro infantil al que caprichosamente nos tienen acostumbrado estos alrededores de Tapachula.
Fuimos recibidos con los brazos abiertos por la naturaleza; desde el inicio y durante el trayecto nos percatamos que el avance gradualmente iba siendo menos porque invariablemente había paisajes y trasfondos que deseábamos tener, y fue así que la mayoría del camino se recorrió. A medida que nos adentrábamos a la ruta que nos conduciría a la cascada, los altos montes y las mantas verdes de vegetación nos miraban con curiosidad: “¿Quiénes son aquellos pequeños seres que con tanta paciencia observan una flor y las caprichosas voluntades de las hojas?...”
Poco a poco, sin sentir realmente la lejanía que trazábamos, nos fuimos metiendo cada vez más al corazón de las faldas volcánicas; nos topamos con vertientes poco bulliciosas que destilaban su cauce a orilla del paso común de las personas, y también con esas partes avergonzadas que se esconden entre grandes árboles altos, apenas a la vista del hombre y que resguardan celosamente al otro lado y sobre una enorme piedra, un árbol de mandarinas con muchas en buen color y presumiblemente un buen aroma. Había sólo un árbol, tal vez todos pensamos hacia dentro: “¿Por qué?”
Y de repente… Sin aviso, a traición… Majestuosas escenas límpidas de cristales líquidos acariciando con recelo frágil piedras llenas de musgos, bajo la sombra de gigantes hogares de hadas y de colgantes puertas hacia el mundo de las grutas sabias y de los faunos. Era increíble lo que más adentro escondía el bosque, la selva, la montaña…
Agua por doquier, cabellos de plata viajando tan velozmente que lo único percibido era el sonido de ese trinar que se causa cuando se besa con poca delicadeza las rocas, y que éstas, inmóviles, apenadas, reciben a toda medida y hora; y un poco más adelante, la simbología de la transición del mundo de aquí y el de allá, el puente que nos decía en su inerme lenguaje una incitación a seguir y seguir hasta encontrar la tierra prometida…
Cuando la escuchamos (sí, el primer contacto es en base a la audición de su canto) creo que todos expresamos el asombro (pese a que un par de los nuestros ya le conocía) sin miedo ni pena. En su abstracta y artística forma “La cascada de la Sirena” nos daba la bienvenida, con ese canto de agua que se percibe en la brisa que moja tu frente y humedece tu nariz, con esa magnificencia y altivez que sobresale y golpea la roca desde hace muchísimo tiempo; no temía mostrarse tal como es, así había sido concebida desde los tiempos primeros y así había crecido, en medio de las expresiones mudas que los simples mortales ofrecemos ante su figura…
Luego de una sesión emocionante de fotografías, cedimos ante el mitológico canto de ella y nos metimos al agua a disfrutar de la frescura fría de su cuerpo y a aceptar las caricias de su caída. Toda una experiencia que te une con la naturaleza, así, sin más ambages. Y después de haber estado a sus pies nuevamente emprendimos el recorrido, un recorrido lento y extremo por veredas y sinuosos senderos hasta llegar a la cima, allá desde donde el agua cae y desde donde se observa la vegetación que le rodea.
Cuando tuvimos que emprender la marcha de regreso a la ciudad, regresábamos recargados de la buena vibra de la cascada. No nos despedimos de manera oficial, ya que me imagino que todos pensamos en que posiblemente a la primera oportunidad tendríamos que regresar, aunque eso sí, mejor preparados en ciertos aspectos; al cabo que con cada experiencia se aprende algo nuevo y se aumentan las expectativas futuras.
La aventura no terminó hasta ahí, pues regresamos caminando un buen tramo hasta que un señor se apiadó y nos dio un aventón en su camioneta hasta el punto en que bajamos del transporte cuando veníamos de Tapachula; de ahí abordamos un colectivo y nos dirigimos a Tapachula porque ya el hambre apretaba, bajamos en un lugar llamado “Los Cocos” y entendimos que las perspectivas difieren mucho entre lo que pienses tú y alguien más que te ha contado sobre algo…
Después de comer un poco ahí, regresamos de “dedazo” a Tapachula, sí, realmente se puede hacer eso si no pierdes la paciencia y tienes la confianza en que habrá alguien que te dará un aventón, como en este caso, en que este noble pastor nos alentó a tener confianza en las circunstancias y a pensar en este proyecto de “mochiviajes” a gran escala más seriamente a futuro.
Ya en el parque de Tapachula, luego de probar unos chapulines Oaxaqueños, caminamos un poco más hasta que llegó el momento de separarnos, pues ya era algo tarde y había cosas por hacer aún. Nuestros guías tomaron otro rumbo, y Rashteco y yo fuimos a la casa de Sam a ver una película relacionada con ¡Oh Sorpresa! ¡Sí, la fotografía! (Luego se las comentaré) y cuando llegó el momento de culminar el día y prepararnos para las labores de la semana que iniciaba, vino nuevamente a nosotros la frase que horas antes se había escapado de entre el grupo: “Estas salidas de los domingos fotográficos han ido mejorando cada vez más…”
E invariablemente, tampoco se despega la inquietante duda: ¿Cuál será el siguiente destino?...
Con gusto, te comparto la galería:
3 comentarios:
Muy bueno robles, y de verdad hay que pensar en el siguiente destino, ahora que leí tu articulo, tuve la sensación de volver a vivir la caminata, el baño, la "comida", convivencia, recordando cada palabra, cada respiro, pensamientos, etc. Excelente trabajo saludos."Sai Kun xD"
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Eres un master!!! De la lente y de la palabra... te felicito y ojalá no se detengan, muy buen trabajo.
Sai Kun:
Gracias! Sí, hay que pensar en el siguiente destino y no abandonar el gusto por salir a disfrutar de los entornos que tenemos, poco a poco vamos construyendo buenos recuerdos :D!
Elmer Aquiahuatl:
Te lo agradezco muho :D! Busco mejorar en ambas cosas cada vez. Y créeme que no nos detendremos XD!
Gracias por sus comentarios XD!
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