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viernes, febrero 10, 2012

:: Viaje a la finca “Muxbal” ::

Viaje a la Finca Muxbal (21)

¿Y qué si al principio había dicho que “No” al mochiviaje? ¿Acaso un hombre no puede simplemente sentirse mal físicamente y por eso cancelar a última hora? Pues sí, en palabras simples uno diría que sí, porque también yo lo pensé y lo iba a llevar a cabo este lunes (06 de Febrero) pero un par (o dos) de medicamentos me otorgaron un tiempo de salud que resultó ser el impulsor para no perderme esta salida y cambiar rotundamente mi perspectiva ante la decisión, como siempre he concluido, al final resultó conveniente no habérmelo perdido.

Viaje a la Finca Muxbal (01)

El destino era llegar a la finca “Muxbal”, un lugar que nos tenía con cierto misterio pues no teníamos mucha certeza de cómo era o qué había, aunque sí una leve noción de la ruta que se debía tomar para llegar. Íbamos seis personas: Yamileth, Mauricio, Lucero, José Manuel y Adrián (Da gusto saber que hay personas que gustan de salir así, sin itinerarios ni planes concretos más que la aventura).

Viaje a la Finca Muxbal (02)

Hace tiempo yo llegué a la cascada sólamente, así que no estaría tan perdido para seguir la ruta, a saber que es ésta: De Tapachula directamente a Cacahoatán, luego tomar un transporte de los que llegan a Unión Juárez y más allá; es específico el que te lleve a Córdova Matazano, el nombre del ejido en donde debes bajarte. De ahí, tomar una calle, la que los lugareños conocen como “La del campo de fútbol”, pues parte de ella pasa lateralmente la totalidad del campo y baja un nivel mediante escalones de tierra, y se sigue hasta llegar al final de la propia calle, en esa parte en donde empieza un empedrado irregular que indica que la Odisea va a empezar.

Viaje a la Finca Muxbal (03)

Una vez tomado el empedrado que será la futura vereda y tu único camino de regreso al ejido, te encomiendas a las buenas decisiones del instinto y… “¡Ámonos!” a caminar y caminar que los paisajes esperan y si tienes suerte (además de la de no caerte o, “asegún” dicen, toparte con un reptil larguirucho que pueda sacarte un par de sustos) acudirás a la guía de la gente que eventualmente encontrarás a tu paso y de la que estarás agradecido cuando te confirme que vas bien hacia la cascada, esa que, de acuerdo a sus noción, está “ahí nomasito”.

Viaje a la Finca Muxbal (04)

El camino es vereda pura, quizás con tres puntos en los cuales debas detenerte un poco para ver qué camino tomar, oye este consejo; siempre es a la izquierda en cada desvío en forma de “Y” que encuentres; y si no estás seguro, observa cuál es el camino más transitado o el que más basura tiene (sí, penoso pero a veces este tipo de cosas te indican por dónde transita la gente con más frecuencia). Tal como cualquier vereda de estos lares fuereños de Tapachula, cuenta con subidas, bajadas, piedras, lodo, tierra, estiércol, etcétera. Pero, también al igual que sus homólogos, te regala paisajes bellos y sublimes.

Viaje a la Finca Muxbal (05)

Zonas estrechas, otras un poco más; algunas planicies cercanas a un río que es un pequeño brazo del que está más adelante y sobre el cual se encuentra la cascada del mismo nombre de la finca y sobre la que tu objetivo se ha marcado, porque, ya sea que busques la finca o no, has de caer en ese lugar, y te refrescarás un poco porque es como haber llegado a un punto clave en el camino. Así es la vereda y su concepto, tardado y un poco agreste hacia la cascada “Muxbal”. Cuando llegas a un punto casi intermedio, ahí donde está una casita -la única del tramo- sabes entonces que ya te falta la mitad para la cascada; total, que al cabo de una hora y media de haber iniciado la caminata desde el campo de fútbol estás sobre el puente de ese río ruidoso y de piedras con cierto color a zanahoria.

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Viaje a la Finca Muxbal (11)

O bien, puedes darte cuenta de que te aproximas por la peculiaridad pedregosa del camino, porque inicia un enorme corredor un tanto liso pero con piedras muy bien formadas, casi irreal en su diseño por estar en medio de ese camino inhóspito, pero que brinda una sensación muy real al estar de pie sobre él, como si, en efecto, te adentraras poco a poco a una residencia grande y silenciosa. Y este camino, incluyendo lo anterior que has caminado, de un lado tiene enormes piedras cubiertas de vegetación, piedras tan grandes que no caben en la vista, mientras que por el otro lado, a tu derecha, se vislumbra el acantilado y su vacío de aire fresco y libre, aunque no tan majestuoso como las cimas del relieve que da vida a este cañón (o barranco, que al cabo no se discute la nomenclatura cuando clama por sí solo el lugar, su temperamento), una cima llena de árboles y cafetos que son prácticamente una alfombra irregular que cuando alzas la vista hacia el cielo puedes verla casi interminable.

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Viaje a la Finca Muxbal (09)

Y descansamos un rato en el puente de la cascada… Y es aquí amigos míos, en donde inició la travesía desconocida, porque seguimos adelante luego de un rato, sobre este camino de piso diseñado y construido por el hombre; en este camino que tan comúnmente nombran (y eso sin intención de intimidar) como el “Camino del Caracol”.

Viaje a la Finca Muxbal (13)

Viaje a la Finca Muxbal (15)

A mi parecer, dado que es más cómodo y menos sugestivo nombrarlo así que llamarlo, por ejemplo, el camino “serpenteado”, se quedó así en el registro de los caminantes. Es un camino lleno de curvas empinadas que al inicio parecen interminables y fabricadas con el propósito de desesperar incluso a los más temerarios; y avanzábamos a la voz paródica de “Bueno, ¿En qué momento llegaremos a la primera de las doce casas del zodiaco?” porque esa fue una de las impresiones que tuvimos mientras no nos dábamos cuenta que estábamos escalando cómodamente algunas decenas más de metros para acercarnos a la punta de esa parte del volcán.

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Viaje a la Finca Muxbal (18)

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Viaje a la Finca Muxbal (19)

Las personas de por aquí están acostumbradas, es posible que no tengan más remedio, y siempre nos alentaban con el corto camino que faltaba para llegar a la finca. Y cuando llegamos por fin al final del camino nos topamos con una parte plana que se dividía en dos tramos; una, la izquierda, rumbo a una tienda que jamás conocimos; y dos, la de la derecha, que era el camino mismo para llegar a las instalaciones de la finca. El pasillo parecía interminable, y una vez que avanzamos lo suficiente para preguntar, nos dijeron que teníamos que avanzar más para llegar a las oficinas, situadas como a 150 metros adelante y hacia la derecha.

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Viaje a la Finca Muxbal (21)

Cuando llegamos, preguntamos, tanto a un par de trabajadores que seleccionaban el café y lo separaban tomando las drupas verdes, como al encargado de las oficinas principales. Resulta, ojo que esto servirá a quienes tengan interés en ir, que la finca Muxbal no es una finca turística. No, no lo es; es una finca privada dedicada a la labor del café pero que entre sus servicios no tiene el rubro de cabañas, restaurante, miradores o algún museo (para terceras personas, hasta donde nos mencionaron, aclaro). El acceso a la casona está restringido y no puede ser visitado ya que así está normado por el dueño.

Viaje a la Finca Muxbal (22)

Viaje a la Finca Muxbal (23)

Viaje a la Finca Muxbal (24)

Incluso, en una complicidad mutua, la finca permanece tras una barda de piedra que deja poco a la vista sobre su diseño y estructura, pero aún así puede apreciarse que se trata de una hermosa construcción muy al estilo del contexto cafetalero al que pertenece. Luego pues, nos dimos a la tarea de regresar; y pese a verse como una especie de desilusión, en realidad no lo es; cumplimos el cometido de llegar hasta allá y por fin la conocimos un poco y supimos más de ella, el conocimiento es un elemento valioso por donde quieras verlo; y la experiencia en sí ha sido maravillosa, así que ningún viaje se considera largo o en vano si es que encuentras lo que buscas y te cercioras sin que estés a expensas de lo que alguien más puede decirte. Salud por ello.

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Regresamos entonces por donde llegamos, directo a la cascada y a comer algo a sus orillas. Entonces veíamos una cara diferente del camino, porque teníamos de frente ahora lo que horas antes estaba a nuestra espalda, y nos permitió tener una vista disímil del camino, algo que los ojos y la cámara agradecen, porque no se detenían más que para poder beber agua y llenar las botellas en las pequeñas caídas que se desprendían de las piedras enormes de la pared y que curiosamente se destilaban por algunas raíces colgantes, permaneciendo siempre limpia y de una temperatura amigable al paladar.

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Viaje a la Finca Muxbal (31)

Cuando divisamos el río y su cascada, los ánimos aumentaron y el paso aceleró; habíamos llegado de nuevo a ese punto, pero desde otra ubicación. Y ya entrados en el tema, y en medio de plantas, helechos, y vegetación diversa, entramos a las entrañas del río a situarnos y descansar un poco. ¿Bañarnos? Lo pensamos mucho pero no accedimos porque la hora ya no era tan calurosa como antes estando ahí; y la temperatura del agua era tal que apenas si se podía caminar sintiendo al mismo tiempo esa congelante corriente que entumía las piernas y amorataba los pies; sí, así de intenso era. Pero sí la vimos desde adentro, en una perspectiva muy diferente a la que pude ver la vez pasada que fui, incluso en aquella ocasión ni siquiera llegué tan lejos o tan adentro, y eso fue lo especial.

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El tiempo y el clima nos tendieron avisos que pudimos entender ya algo tarde, apenas si nos dieron tiempo para poder regresar luego de que cerca de las 3:30 p.m. comenzara a lloviznar con cierta intensidad; y la lluvia se hacía cada vez más presente, como si nos jugara una especie de broma. Y el segundo grupo (porque a mitad del camino nos dividimos gracias a un imprevisto mío) apenas si pudimos llegar y resguardarnos un poco en la casa aquella que también funge como tienda de paso.

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Viaje a la Finca Muxbal (51)

Luego de esperar un poco y descansar, retomamos el camino, y fue que casi llegando ya al ejido la lluvia arreciara y nos golpeara si piedad a los tres, que tuvimos que correr luego de avanzar caminando por esa vereda que ahora ya no era tan soleada ni despejada como antes, porque se había convertido en un pasadero cubierto de neblina en medio de una iluminación tan grisácea que parecía algo misteriosa, un pasadero silente en cuya penumbra íbamos atravesando el camino sobre charcos y algo de lodo, para poder por fin llegar a la zona habitada y correr con libertad hasta encontrarnos con el primer grupo que aguardaba y se protegía de la lluvia en una de las casas que están sobre la carretera donde pasa el transporte de vuelta.

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Tomamos el transporte algunos minutos más tarde directo a Cacahoatán. Húmedos todos, regresábamos luego de haber caminado por varias horas hasta la finca, con esa sensación de satisfacción en la cara y en la consciencia que indica que ahora ya nadie nos puede contar cómo es el rumbo de por allá… De Muxbal, y entonces, el Tacaná tenía otra cara...

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Con gusto, de comparto la galería:

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