Martes, 29 de diciembre de 2015. A lo
lejos, se veía la cara norte del Yucuzá,
el Tupa convertido en cerro; yo estaba cerca de las aguas azufradas, a un nivel
de suelo mucho más alto que el nivel de la carretera, desde donde se podía ver
todo claro y la fuerza del viento se sentía. Platicaba con mi tío sobre las
veces que nos hemos internado en el barranco o en que hemos caminado por la
parte oeste de sus faldas (allá arriba de la alberca y la unidad deportiva).
Coincidimos en que antes no habíamos
tomado el camino de esta cara, la norte, que no sabíamos si había forma de
andarle ya que probablemente los brazos del barranco no permitirían la
continuidad de un camino trazado. En fin, había cierto presentimiento respecto
a esto; él sabía que por ese lado había una especie de camino o algo que estaba
ya establecido como tal y que contaba con tráfico de manera habitual, pero
¿Dónde exactamente era?
Mientras caminábamos para acercarnos
al Yucuzá, lento y gradual se exponía ante nosotros largos cortes horizontales
inclinados que insinuaban alguna zona a nivel, y sí; de manera muy intuitiva
encontramos el camino que dirige justo a la cima del cerro y ahorra (si uno
gusta) tiempo y esfuerzo a comparación de subir por donde a uno le venga en
gana. Se observaban a las orillas del camino (el sendero) botes y latas oscuras
por carbón —Estos deben ser los botes en los que se ponen las velas para
iluminar este camino cada 12 de diciembre, el día del Virgen, cuando vienen a
hacer la peregrinación. Sí, este debe ser el camino; allá arriba hay una cruz y
una virgen de piedra, entonces debe ser para eso— comentaba mi tío mientras nuestros
pasos ascendían poco a poco.
Cada que se avanza en el sendero del
peregrino (le he llamado así aunque no sé si existe un nombre formal para tal
camino) se descubre en frente tuyo y a tus espaldas, partes del paisaje de
Chazumba. Paisajes pintorescos, tan comunes en existencia pero tan diferentes
en composición, que sin duda alguna se pueden tener muchas versiones de ellas
si nos dedicásemos a fotografiarles en cada momento del día en que la luz sea
diferente, a lo largo del año en que la vegetación también se transforma y dentro
del cual se dispone de una cuarta (creo) parte de su tiempo para observar bien
la vía láctea.
No exagero, y quienes hayan esperado
por algún tiempo las condiciones para hacer una fotografía articulada y
definida ya en su mente lo entenderán. Tan así que al día siguiente volví; me
fascinó la luz, el viento, la libertad de la flora a crecer a sus anchas y
altas; y lo respetado que está. El naranja atardecer cubrió en ambos días la
travesía, y en ninguno lo visto fue igual al otro; quien tenga el privilegio de
caminar por este camino en los atardeceres (quizá porque regresa de pastar los
chivos, quizás porque deba llegar al rancho, quizás porque deba llevar una
ofrenda a la virgen, quizás porque sí) habrá alimentado ya su alma con una de
las maravillas más simples y espectaculares que ofrece Chazumba.
En ese sentido, te tardas bastante en llegar a la cima. Sobre todo si es tu primera vez, parecería un camino muy largo pero en realidad te vas deteniendo a ver todo. Ya cuando regresas de noche entiendes que en realidad son a lo mucho 20 minutos de camino; así fue como logré entenderlo, aunque si hubiera llevado el tripié seguramente me habría tardado más en bajar ya que los paisajes nocturnos de este camino también son dignos de admirarse.
Como sea, recorres el camino mientras la tarde cae, avanzas y procuras tomar fotos mientras la luz se escapa; hasta que por fin llegar a la cima, a donde está la cruz, y todavía alcanzas un poco de ese arrebol que se despide, que se va a dormir no sin antes cubrir un rato a Chazumba, y Chazumba se ve pequeña, luce increíble y la percibes en su totalidad con esas luces estáticas y móviles, es como una maqueta en medio de colchas de cerros, ahí merito, sí, donde el viento ruge en la madrugada.
En ese sentido, te tardas bastante en llegar a la cima. Sobre todo si es tu primera vez, parecería un camino muy largo pero en realidad te vas deteniendo a ver todo. Ya cuando regresas de noche entiendes que en realidad son a lo mucho 20 minutos de camino; así fue como logré entenderlo, aunque si hubiera llevado el tripié seguramente me habría tardado más en bajar ya que los paisajes nocturnos de este camino también son dignos de admirarse.
Como sea, recorres el camino mientras la tarde cae, avanzas y procuras tomar fotos mientras la luz se escapa; hasta que por fin llegar a la cima, a donde está la cruz, y todavía alcanzas un poco de ese arrebol que se despide, que se va a dormir no sin antes cubrir un rato a Chazumba, y Chazumba se ve pequeña, luce increíble y la percibes en su totalidad con esas luces estáticas y móviles, es como una maqueta en medio de colchas de cerros, ahí merito, sí, donde el viento ruge en la madrugada.
Y es uno de los atardeceres y anocheceres
más bellos y sublimes que se pueden apreciar. Lentamente se va oscureciendo
todo y la luz se va perdiendo detrás de las llanuras, deja rastros rojos y
dorados, como fundiéndose el cielo y la tierra, y el viento fuerte y frío se
siente más, por la hora y por estar en la cima; y es uno de los momentos
mágicos que habrás de tener en la vida.
Estuvimos bastante tiempo ahí,
absortos, hasta que el último rastro luminoso se escondió, y bajamos con la
noche presente; vi entonces la cara de este camino pero de regreso y de noche,
igual de hermoso que de subida y de tarde, solo que con diferentes elementos;
procuré hacer un par de tomas (sabía que no llevaba tripié pero debía
intentarlas, se veía espectacular) pero el movimiento no me permitió hacer
alguna decente dentro del sendero; no tenía estabilidad mi cuerpo y tampoco algún
lugar maniobrable donde pudiera apoyar la cámara, salieron movidas todas;
apenas una, y no dentro del sendero, logró ser rescatable; pero eso solo me ha
dado más deseos que querer volver y tomar la revancha para poder lograr las
tomas que quiero.
Con gusto, te comparto la galería:
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