Domingo, 03 de julio de 2016. Regresamos
esta madrugada después de verificar que la vía láctea se puede ver desde Unión
Juárez, nos habríamos quedado en el parque de ir preparados, pero las
condiciones nos hicieron regresar a Tapachula para descansar por lo menos un
par de horas y así reponer un poco de la desmañanada. Un poco repuestos
regresamos a Unión Juárez (calma, este aprendizaje servirá a la próxima vez,
pues podremos acampar y pernoctar sin problemas allá) para proseguir con la
segunda parte de la travesía.
Desde hace mucho tiempo queremos
conocer la parte más representativa del Cañón del Suchiate, es decir, la que
mantenga un aspecto mayormente votado como espectacular; esto es relativo y muy
subjetivo, lo sé, pero existe un punto en toda esta enorme grieta que envuelve
al Suchiate que se ha ganado el título de ser la más impresionante. De todo
esto hay que mencionar algunas cosas que ya se han aprendido...
1.- El Cañón del Suchiate al igual que
todo cañón, es todo este sistema de ruptura geográfica que inicia en el volcán
y termina en sus faldas muy cerca al mar.
2.- Se puede entrar casi desde
cualquier punto dentro de los municipio (Mexicanos o Guatemaltecos) que están
próximos, por lo que obviamente las vistas y los paisajes variarán.
3.- En términos estrictos, si uno
llega a bajar hasta el río Suchiate y se encuentra en medio de las dos paredes que
no comparten nacionalidad, ha llegado al Cañón.
4.- Pese a esto, hay un punto
representativo del Cañón ubicado a cerca de 4 horas de camino a pie (según nos
dijeron) desde la localidad de Talquián, que es una pared mucho más grande que
todas las demás y de una presencia tan desgarrada que quita el aliento. Cuando
alguien ha llegado a ver este punto del Cañón, entonces puede presumir que en
realidad ha ido al Cañón del Suchiate (ya que este punto es al que los locales consideran
el mejor ejemplar).
Pero no íbamos a cubrir el punto 4, por
lo menos por el momento; más bien íbamos a caminar por alguna otra ruta que
anteriormente no hubiésemos tomado (punto 2 ), pero para esto necesitaríamos la
ayuda correspondiente. Hay tantas veredas y caminos a tomar que si uno se
distrae un poco podría perderse y tardar más de lo necesario en salir, así que
se aconseja tener a un guía como respaldo. Justo en este momento es cuando
Cristian nos presenta a Michael, un joven oriundo de Unión Juárez que confirmó
conocer un par de rutas para llegar hasta el río; una de estas rutas pasaba
sobre una escalera muy estrecha al lado del acantilado. Nos pareció
interesante, así que fue esa la ruta que tomamos.
Al igual que siempre, inicia con
veredas que a la lejanía permiten ver algunas caras del Cañón, teniendo
miradores al lado del camino que te dan
una idea de la altura a la cual actualmente te encuentras, tan así que la
altura del vuelo de los zopilotes llega a tu horizonte. Al ritmo del machete
abriendo paso por el crecido pasto o las ramas de formas caprichosas, Michael
nos llenaba la atención con historias interesantes del Cañón, del río, de la
frontera, de la zona que tiene tierra sin nación, de la majestuosidad de las
dimensiones sobre las cuales nuestro calzado dibujaba la huella invasora.
El camino bajaba gradualmente por las
curvas y el camino abierto, poco a poco el camino se fue cerrando y la inclinación
del terreno era más evidente; el ritmo bajó, y aún más bajó cuando nos encontramos
con la escalera que habíamos oído mencionar... Pero, ¿Cómo la construyeron? ¿En
cuánto tiempo? Era un camino estrecho pegado a la pared rocosa y llena de
musgos, y cada vez más difícil de bajar para nosotros que éramos primerizos en
ello. Michael nos contaba: "Hay personas que van al pueblo y comprar sus
despensas y las vienen cargando por todo este camino; bajan todo esto y luego
tienen que subir porque viven del otro lado, y a veces deben acelerar el paso
porque les agarra la lluvia..."¿Qué cosa? ¿Es humanamente posible hacer
eso? Parece que sí, con mucha práctica y constancia.
Fue difícil, lento, cansado pero a la
vez inspirador; hacía mucho que no lo hacíamos, y cada piquete, cada resbalón,
cada trago de agua y cada pausa para descansar y ver el camino también hacía
falta practicarlo. Hasta que por fin llegamos al río. Geográficamente estuvimos
en la orilla de México, sobre unas enorme piedras que se asomaban parcialmente
al río, este río por el momento algo marrón y caudaloso producto de las lluvias;
este río que parecía no tener ni principio ni fin hacia donde se le viese, pues
se perdía entre las paredes interpuestas del Cañón. Estuvimos ahí un poco más de una hora antes de emprender el regreso...
Y si la bajada la sentimos difícil, la
subida fue mortal; no veíamos la hora de llegar, sentimos las curvas
inacabadas, el aire cortadísimo, la escalera más resbalosa, y las piernas más
débiles; hasta que por fin, luego de movernos por pura inercia, llegamos hasta
la parte superior donde ya se podía caminar con más seguridad y calma pese a la
lluvia que se nos dejó caer a chorros y durante toda la parte final del regreso;
tanto así que habiendo llegado a la casa donde conocimos a Michael, estábamos
tan mojados de esta lluvia fría que al hablar se notaba el vaho salir de nuestras
bocas y eso que la iluminación era la de un día medio nublado pero con
suficiente Sol ¿Cómo hubo de estar aquello que a plena tarde estábamos sacando
vaho? No lo sé en realidad, pero ahí sentados esperando que pasara la lluvia,
lejos de arrepentirnos, nos preguntábamos cómo sería la próxima vez...
Con gusto, te comparto la galería.