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miércoles, enero 30, 2008

:: Una carta para mi amada ::

Aún recuerdo la primera vez que te ví, fue en esa tienda de una de las calles principales de la ciudad; pasaba yo buscando a alguien como tú, siempre tenía esa costumbre ya que tenía quince años en ese entonces y me gustaba mucho admirar la belleza de ustedes, todas sin excepción. Pero cuando te ví en esa tienda, no pude contenerme las ganas y entré a verte de cerca; me hice tonto un rato mientras de reojo me llenaba de tu imagen. Me preguntaban si deseaba algo y me limitaba a contestar que sólo observaba la tienda, ya que no la conocía. ¡Mentira! Me conocía todas y cada una de la secciones del lugar y sabía todas las cosas que podría encontrar allí; sin embargo, no tenía por qué explicárselo a las personas que con tono cortante me veían recorriendo cada una de tus curvas de lejos, como a 3 metros de distancia.

Te ví hasta saberme el color de tu piel, tu complexión pequeña y tu figura tan bien proporcionada de memoria; no podía acercarme más en ese momento, pero sabía que te encontraría siempre ahí, ¿Por qué? Porque consideré que te gustaba ese lugar. Quería acariciarte, tenerte muy cerca y oler tu aroma; saberme como el primero en tocarte y el único en tenerte, pero en ese instante, algo más que la timidez me detenía.

No sé cómo sucedió pero al fin me armé de valor y fui a verte, ahí estabas de nuevo, siempre tan firme y sin mostrar expresión alguna. Me acerqué, te ví de cerca y te sonreí; no mostraste gesto alguno de amabilidad pero tampoco me despreciaste al poco tiempo, te hablé en voz baja y algo surgió tan de repente que pudimos salir juntos de ahí; pensé que después de eso jamás volverías a ese lugar, tan sólo para estar conmigo.

Me fue muy difícil tratarte al principio; no decías nada por más que te viera o insinuara que quería posar mi mano en tu cuello, ni siquiera respondías con tono claro cuando acariciaba tu cabello o respiraba en tu hombro; yo tenía quince años, tú tal vez menos; y sabía que sería muy difícil al principio poder estar en armonía los dos. Desde ese momento te consideré mía; y creo que tú lo sabías, pero jamás me mostraste algún signo de aceptación, tal vez no querías herirme todavía.

Platicamos muchas veces y poco a poco nuestros ratos tenían mayor sentido que al principio, observaba con gran orgullo cuánto estaba avanzando contigo; me animé mucho y me sentí tan seguro cuando te tomaba de la cintura y te recargabas en mi pecho, cuando te acariciaba y ahora tu voz se dirigía suavemente hacia mí, diciéndome cosas tan hermosas que sólo yo valoraba cual bocanada de aire después de casi ahogarme de desesperación.

He de confesar que me diste muchos celos, sobre todo cuando te presenté con mis amigos y todos querían conocerte y hablar contigo; con mucho respeto me decían lo hermosa que eres y que ojalá siempre estuviéramos juntos, que tu tono de voz era tan dulce y tus palabras tan firmes que doblegarías cualquier alma en pena o cualquier espíritu dispuesto a no doblegarse con nada. Asentía siempre, sabía que tenían razón al decirlo y me llegaba la dicha de decir que eras mía, una dicha tremenda y sincera, que si no fuera así ni hubiera tenido el atrevimiento de mencionarlo.

Me acompañabas desde ese momento siempre; con ellos, los llegaste a conocer y te gustaba tanto cómo nos llevábamos que varias veces nos viste reír, pelear e incluso llorar juntos, pero no decías nada malo; te limitabas a mostrar tu total disponibilidad conmigo y yo correspondía tomándote y apretándote fuerte hacia mí; y soltarte poco a poco para hablar entre silencio y suspiros sin que nadie más pudiera darse cuenta de ello.

¿Te acuerdas de esa noche en que quedamos en casa? Sólo tú y yo. Después de un rato de conversación te besé y te ruborizaste un poco, pero no me importó; te seguí besando y mis manos recorrieron tu cuello, tus cabellos, tu cintura y toda parte de ti, me acurruqué hacia ti y te abracé, así quedamos un buen rato sin decir nada, acostados viéndonos el uno hacia el otro.

Con el paso del tiempo tu voz fue siendo no tan dulce como al principio, algunos pensaban que ya habíamos tenido mucho tiempo con lo mismo, que era rutinario, que debíamos cambiar el ritmo de nuestra relación y empezar con cosas nuevas; tal vez estar con alguien más. No lo sé, pero me di cuenta que era tiempo de cambiar algunas cosas en ti al igual que en mí; y así pasó, mis manos se tornaron más suaves que antes y tu te arreglabas más ahora, siendo aún más provocativa para todos ellos y renovando aquel sentimiento de inseguridad dentro de mí.

Conocí a alguien más, era de piel más oscura que tú y también su voz era muy suave; incluso sus curvas eran más pronunciadas y por un instante también la había deseado; pero no quería faltar a mi corazón porque me prometí que siempre serías lo más importante para mí. Es cierto, también nos conocimos y platicábamos, pero no me acostumbraba a ella, su voz no me transmitía lo mismo que tú, y tú siempre fuiste la única y lo seguirás siendo; a pesar de que yo ya no sea como al principio.

Han pasado muchos años y todavía te quiero, pero sé que algo en mí está muriendo porque lamentablemente me doy cuenta. Ya no tengo esa ilusión de llegar de la escuela tan sólo para hablarte y verte todo el tiempo que fuera posible, y estrecharte entre mis brazos; ya mis manos no pueden hacerte sentir aquél éxtasis que sin pena ni miedo dejabas mostrar; ya no puede mi voz hablarte con aquella franqueza con que lo hacía antes; y lo increíble, es que a pesar de que lo sabes, a pesar que te das cuenta siempre; jamás me has reprochado eso, y siempre estas ahí dispuesta para mí; siempre me ves callado y apartado de todo, y sé que me invitas a platicar, pero ya no es como antes.

Creo que te sientes atada a mí porque tal vez crecí contigo espiritualmente, vivimos tantas cosas que duelen dejarlas al pasado así nada más; y a mí también me dolería dejarte. Quisiera tomarte e irnos muy lejos a donde no importara nada más que nosotros, pero no es tan fácil ya, tengo asuntos qué atender y ya no me inspiro esa libertad que antes solía ser característica en mí.

Me dicen que vuelva contigo a esos días, pero sólo me atrevo a contemplarte y a recordar lo que fue; sabiendo que esas épocas no volverán jamás. Mi voz se quiebra cuando te hablo, y tu voz mantiene su firmeza de siempre; no te has encorvado jamás, lo que demuestra tu íntegro ser, al cual ya no puedo corresponderle por más que quisiera.

Te quiero mucho, tú bien lo sabes, y sabemos que siempre estarás conmigo aunque me duelan las manos al tocarte; aunque quede enmudecido al tratar de hablarte, aunque ya no respire ese perfume que en ti habita. Eres una parte de mí, eres un capítulo de mi vida, eres un trozo de mi existencia; y por ello te vivo agradecido, te soy fiel hasta la muerte, mi hermosa guitarra…

martes, enero 08, 2008

:: Viaje a Chazumba 2007 ::

Estos son los mapas carreteros de la ruta que tomamos en los estados de Oaxaca y Chiapas:






































He aquí una tabla con valores aproximados que registré durante el viaje (no tiene una utilidad en especial, pero por si un día necesito estas referencias sé que las encontraré aquí).


Salimos alrededor de las 5:00 de la mañana del día 22 de Diciembre, para llegar a algún pueblo cerca de la capital de Oaxaca y descansar hasta la mañana siguiente; y continuar el viaje para llegar a Santiago Chazumba, el pueblo de mi familia. Al menos así estaba planeado, aunque siempre supe que ya entrados en la carrera, si llegábamos a buena hora a Oaxaca, nos seguiríamos de largo y llegaríamos ese mismo día a Chazumba; así fue, llegamos 16 horas más tarde de nuestra salida y con bien, que es lo importante.

Llegamos ese día, el 22, y nos recibieron mi familia del pueblo y mi hermano Alonso con su esposa Yolanda y mis sobrinos Julio César y Diana. Ese mismo día, un poco más tarde, salí a caminar por el pueblo; tenía 2 años que no lo veía y quería reconocerlo después de tanto tiempo. Fue poco lo que caminé pero recorrí la parte central, que es la que más me gusta; y después de notar pocos cambios regresé a casa y ver a la familia platicando a pesar de ser ya algo noche y a pesar de haber tenido un viaje bastante cansado.

Al día siguiente se hizo una carne asada (llevamos desde aquí el asador y se dejó allá, para venideras convivencias), y puede que tal vez por el cambio de clima o por algunos cafés que bebí en la mañana, me dolió tanto el estómago que permanecí en cama hasta la noche, sin probar siquiera la carne asada o (peor aún) sin estar con la familia en ese momento para tomar algunas fotografías (que por cierto ya no compré una cámara nueva, llevé “la ciega” para tomar fotos y bueno, no tomé muchas porque en realidad nunca supe si estaban saliendo bien).




El 24 salí en la noche (sí, ya me sentía mucho mejor) a una posada, la última de la temporada (la posada grande como se le llama allá, porque hay una cada día a partir, creo, del día 18 de diciembre hasta el 24) que es la más elaborada de todas. Estuvo bien, tomé fotos pero al descargarlas me di cuenta que salían borrosas, movidas y mal enfocadas (es necesario adquirir una cámara en breve…) Lo bueno de esto, fue que me encontré con Edith Madaí, una amiga que conozco desde hace aproximadamente 12 años, pero que apenas hace 4 empecé a tratar de forma oficial (cuestiones de tiempo y concordancia de vacaciones), así que platicamos un rato y luego nos despedimos porque era la cena de noche buena y cada quien debía ir con su familia; quedamos de vernos al día siguiente (el 25) en la tarde pero ella no estuvo, tuvo que viajar a Tehuacán, así que esa tarde me la pasé tomando fotos y videos de la iglesia.

Ya en la cena de nochebuena, tocó a mi hermano Alonso decir el brindis, pero por fallas técnicas se me terminó la pila y apenas si pude grabar las primeras palabras que pronunció, ni modos; ya no pude capturar ese momento. Sin embargo, el recuerdo permanece en mi memoria. Ese día, después de la cena; siempre se acostumbraba a que en el pueblo hubiera baile. Por alguna razón se está perdiendo eso, pero lo bueno fue que mi primo Emmanuel organizó una Disco que, afortunadamente, se llenó. Yo estaba en la barra echándome unas chelas (marca “Indio”, por cierto) con mi primo, mientras veía bailar a toda la concurrencia.

El 25 fue la barbacoa ¡Ah… festín de sibaritas! Lamentablemente ese día mi hermano se regresó al Distrito Federal y no pudo estar con nosotros. Ahora que recuerdo, tampoco tomé fotografías, y es que esta onda de los videos como que me apartó un poco de las fotos. En fin, creo que subiré los videos a youtube para que se den una idea de cómo es que se preparan ciertas comidas por la zona mixteca del país. Fui a buscar ese día a Mada pero no estaba.

El 27 fui a casa de Edith Madaí (me había dicho que en esta ocasión, cuando la viera, ya no sería más una estudiante universitaria, sino toda una estomatóloga), ella me había buscado antes en la tardecita pero no me encontró; así que fui a buscarla y sí la encontré, platicamos mucho, también me mostró muchas fotos de ella y su familia, además de algunas que se utilizaron en un libro que escribió su tío; su hermana me dió palomitas de maíz con extramantequilla pero Mada se las acabó jeje. Quedamos después de vernos el 29 (el cumpleaños de Mada), así que fui a verla y la felicité, también platicamos de muchas cosas, pero esta vez me ofreció un poco de vino y además jugamos un juego de formar palabras; me ganó por unos 20 puntos jajaja. El tiempo voló cuando platiqué con ella; siempre sucede así, lástima que sólo la veo unos cuantos días cada año.


A partir del día 26 (ó 27) al 30 de Diciembre se realizan las “Acostadas”. Mientras que en las “Posadas” se carga a la Virgen María y San José hacia la casa para pedir lugar dónde pasar la noche, ya que vendrá el nacimiento de Jesús; en las “Acostadas” ya el niño ha nacido y se le va a adorar. Hay 3 acostadas, “La de la Juventud”, “La del Mercado” y “La de los Choferes”. Todavía no entiendo el por qué tres y por qué éstas índoles, deberé investigar más al respecto. Pero, cuando llegó la primera,”La de la Juventud” (que no recuerdo si fue el 27 o 28 de Diciembre), a pesar de haber ido, no tardé mucho ahí, ya que la gente no tomó muchos ánimos para bailar (probablemente por las temperaturas bajo cero que se habían estado presentando en esos días).

Después, el 29; se hizo “La del mercado”, fue organizada por unos tíos míos de allá del pueblo, la familia Pimentel Rosas. Mi tío se llama Santiago (o Eusebio, no recuerdo, pero le digo “Tío Chebo”) y mi tía María; tienen 6 hijos: Gisel, Angélica, Beatriz, Gabriela, Guadalupe y Eusebio. Ellos son mis primos, me encontré a ellas precisamente ahí y platicamos un rato. También me encontré a mi prima Liliana, a Fernando y Zulú (Los dos primeros son mis primos y Zulú mi sobrina, ellos viven en el D.F.). Para aclarar un poco diré que mi Mamá Petra tiene más hermanos: Zeferino es uno de ellos y es abuelo de Liliana y Fernando; y bisabuelo de Zulú (claro, por mencionar algunos nietos, porque la verdad son muchísimos más). Y otro hermano de mi Mamá Petra es mi “Tío Layo”, papá de mi “Tío Chebo” y abuelo de mis 6 primos que mencioné antes. Sí está medio enredada la relación familiar para saber quién es tío de quién y conocer los alcances de la sangre, pero eso es lo extraordinario de mi pueblo.


El 30 hicimos “El primer día choricero” en la casa, comimos salchichas para asar y algunos cortes y arracheras; estuvo fenomenal, toda la familia estuvo presente. Al final quedamos todos llenos de tanta comida, a la amiga de mi prima Idalia (creo que se llama Fabiola) le encantó la carne asada; Creo que ya es oficial que cada año se haga algo así en el pueblo con la familia. Ese día hubo una acostada, fue “La de los choferes”, ahí sí bailé un poquito porque me encontré a Bety y estuvimos ahí hasta que se terminó todo. Llegó un grupo de Tehuacán llamado “Corcel Duranguense” y pues cantaron algunas canciones bastante movidas. Platiqué también con Edith un rato porque me la encontré ahí, vimos los castillos incendiarse y nos dimos nuestro abrazo de despedida, esperando otra vez más de 11 meses para vernos unas cuantas horas.






El 31 fui con mis hermanas y mi tío Genaro a San Antonio Texcala, un pueblito en el estado de Puebla en donde trabajan con mármol y ónix para hacer diversas artesanías, compramos varias y regresamos en la tarde, como a las 6. Ese día, lógicamente, sería la cena de año nuevo, fue ligera; me tocó decir las “palabras abusivas” a la fecha. Vino el abrazo, y ya después de la media noche salí para ir a la Disco (otra que organizaba mi primo), y ahí estuve un rato con mis hermanas y prima, hasta que se regresaron. Yo me quedé y bailé un rato con Bety; también me encontré a Lilí, Fer y Zulú; nos dimos el abrazo de año nuevo y me fui como a las 5:30 de la mañana del día Primero porque nos regresábamos a Tapachula ese día a las 2:00 de la tarde.












Salimos el día 01 de Enero cerca de las 2:00 de la tarde, llegamos una hora después a Huajuapan para cargar gasolina, de ahí nos fuimos directo a Oaxaca y nos quedamos en un hotel para dormir; salimos un rato y aprovechamos para visitar el mercado y pasear en el parque; había muchas flores de noche buena, turistas, música de trova en vivo al lado de la catedral, manzanas con caramelo, esquites, cafés y bares a reventar, mucha gente caminando; extraordinario en realidad: una imagen colonial con toques románticos y adornos coloridos con luces por todas partes. Regresando al hotel vimos el final de “La era de Hielo” y nos dormimos, para salir al día siguiente a las 7:00 a.m.

Al otro día (el 02) salimos de Oaxaca a las 7:00 a.m. Queríamos al inicio ir a desayunar o tomar un chocolatito, pero nada estaba abierto a esa hora (y es comprensible, tal vez era por el frío y el viento de la ciudad) así que nos dirigimos directo a la salida de la carretera, atravesamos Santa María del Tule, pudimos ver el árbol a una distancia no mayor de 100 metros, y nos seguimos hacia el sureste del país.

El primer lugar en donde hicimos parada fue en Santo Domingo Yanhuitlán, estuvimos sólo unos minutos para estirar las piernas y apreciar la enorme belleza arquitectónica de la iglesia a orilla de carretera; cada que pasamos por ahí está en remodelación o algo así, porque siempre está cerrada. Jamás he conocido el interior frente a frente, tan sólo he tomado algunas fotografías poniendo la lente de la cámara pegada a unas ranuras de la puerta de la iglesia.

Así seguimos hasta que nos detuvimos en Matatlán (léase como uno de los lugares más importantes, si no el más, de la elaboración del mezcal y sus variantes) a desayunar y a comprar unos recuerdos y unas cremas deliciosas de mezcal (hay sabores como nuez, anís, cacahuate, café y otras que no recuerdo).



Después todo fue lo mismo, viajar en carretera atravesando siempre por zonas con mucho viento (según esto por el frente frío que se presentó en el país) pero eso sí, disfrutando de los paisajes hasta llegar a las 19:30 horas a Tapachula.
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