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domingo, febrero 28, 2010

:: En el museo del ámbar, San Cristóbal ::

El museo del ámbar (50)

Si las condiciones climáticas de San Cristóbal de las Casas hubieran cambiado un poco, probablemente habríamos experimentado un poco de calor y cansancio dada la hora y el esfuerzo en bajar de la iglesia de Guadalupe. Pero no, el único cambio tan sólo era un tono subido de gris de la tarde y la ciudad. Todo parecía exactamente igual, exceptuando las luces de los faros de la ciudad que poco a poco iban apareciendo (prendiéndose) a medida que la noche se iba dejando ver. Teníamos hambre, el antojo por algo especial nos orilló a bajar con algo de prisa, pues ya había pasado mucho tiempo desde el desayuno.

El museo del ámbar (3)

El museo del ámbar (2)

Mientras regresábamos por ese maravilloso callejón a la zona central vimos de nuevo la diversidad de restaurantes; pero al final nos cautivó uno italiano especializado en pizzas y pastas; entramos y pedimos; tuvimos que esperar un poco más de media hora antes de probar bocado —una espera amenizada con una plática interesante sobre nuestras vidas, y como fondo los sonidos de un capítulo de “La Ley y el Orden”—. Por fin pudimos degustar una auténtica pizza casera preparada por manos que sabían el estilo y toque italiano; y, al final no la logramos terminar. Salimos satisfechos, agradecimos al señor que se mantiene atendiendo el restaurante y seguimos nuestro recorrido por las calles de San Cristóbal.

El museo del ámbar (1)

El plan consistía en invertir las casi últimas 4 horas del día (antes de regresar a Tuxtla) en pasear y disfrutar la versión nocturna del centro histórico. Cuando el manto oscuro de la noche se acerca poco a poco al ambiente callejero, es como si la ciudad entera se arrullara, la temperatura baja aún más y en verdad que pareciera que están en un lugar de ensueño, de novela literaria.

No nos quedaban muchas ideas para pasear, es verdad; pero eso llegó a cambiar. Tuvimos la inquietud de ir a visitar el “Arco del Carmen”, pero estábamos algo retirados de ahí, así que nos basamos en las indicaciones de un señor para llegar y cuál fue nuestra sorpresa cuando, sin planearlo o siquiera anticiparlo, llegamos al museo del ámbar.

El museo del ámbar (53)

Es cierto, sabíamos que existía pero no sabíamos en dónde estaba, por eso no lo mencionamos (creímos que estaría en un lugar algo alejado dentro de la ciudad) dentro de nuestros destinos. Jamás imaginé que se trataría del edificio que está al costado de la Iglesia de la Merced

El museo del ámbar (54)

Ya era de noche, el toque fúnebre de la construcción incitaba a la curiosidad y a duda; así que entramos…


Entrando, debes dejar tus cosas en la recepción (¡Gracias a Dios!, ya que mi mochila iba realmente pesada) y dar la cooperación para poder entrar al museo localizado en la parte alta del edificio. Una vez hecho esto, empieza el recorrido…


En frente de la recepción, hay una pequeña mesa con una pieza de ámbar sujeta con un cordón a la primera, antes de entrar al museo una señorita muy amable te explica y demuestra durante 15 minutos sobre las maravillas y propiedades del ámbar; y del por qué es tan especial su usanza y valor adquisitivo. Te explica en dónde se encuentra, cuánto tiempo hay que esperar, qué países cuentan con los grandes yacimientos y de qué color (hay varios colores) es el ámbar predominante en cada uno de ellos. Al otro lado de la sala está la tienda exponiendo piezas únicas; pero la puedes ver una vez habiendo visitado el museo. Después de que nos explicaran muchas cosas sobre el ámbar (y nos recomendaran no dejarnos engañar por los vendedores de “falso ámbar”) subimos las escaleras para poder entrar al museo.

El museo del ámbar (6)


Apenas colocas con cuidado el primer pie para dar fe de tu presencia, escuchas el leve rechinido de la madera del suelo; y caes en la cuenta que la mayoría de la estructura del museo está hecha a base también de madera. No tengo mucha idea acerca de la cantidad de aparadores que tenga el museo, pero cada uno de ellos contiene y expone piezas únicas y majestuosas, piezas con formas y colores que no esperas encontrar aún así se trate de un museo; es bellísimo, en serio.

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El museo del ámbar (9)

El museo del ámbar (11)

El museo del ámbar (14)

El museo del ámbar (16)


Decenas de piezas talladas (y centenas de piezas en bruto) y pulidas radican en el interior del museo, cada una con una explicación que te deja saber su origen y su concepto; decenas de artistas tuvieron en sus manos una pieza en bruto, y a base de gran talento y mucho tiempo le dieron forma y textura para que dichas piezas se encontraran aquí mismo demostrando su belleza. El museo no es realmente muy grande, es del tamaño de dos habitaciones, lo que hace que las joyas se encuentren muy cerca unas de otras y te provoque admiración al estar tan rodeado de éstas. Muchas preguntan nacen conforme te vas adentrando en este entorno, muchos pensamientos nacen en tu mente; y las respuestas, curiosamente, las tienes en frente de ti, en el interior de esos aparadores…

El museo del ámbar (21)

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El museo del ámbar (51)

¿Deseas un poco más de información por si decides visitar esta delicia de museo? Con gusto te comparto la promoción que nos dieron de este bello lugar:



Espero te deleites con las imágenes de la galería completa:



Al bajar del museo y visitamos la sección de la tienda sólo para ver los precios (no permiten sacar fotos)... ¿Puedes creer que un collar de ámbar pueda llegar a valer incluso 5 veces más que una de oro siendo ambas del mismo estilo? ¡Asombroso!

domingo, febrero 21, 2010

:: En la Iglesia de Guadalupe ::

En la Iglesia de Guadalupe (15)

Salimos maravillados de Chiapa de Corzo con retorno a San Cristóbal, el tour había finalizado. Al llegar a San Cristóbal (tal vez a las 3:00 de la tarde) sorprendentemente nos dimos cuenta que el entorno climático estaba exactamente igual que cuando llegamos: Nublado, viento tranquilo pero frío, temperatura muy baja y apta para provocarnos exhalaciones de vaho moderado, y esa dura sensación en las manos acompañadas con esa temblorina dental con sonido de castañas.

En la Iglesia de Guadalupe (1)

Al salir de la agencia lo que hicimos fue caminar un poco para confirmar que poco había cambiado en la ciudad desde nuestra llegada; y, al detenernos en una esquina del parque, nos recordamos mutuamente un plan que en la mañana nos habíamos formulado pero que por cuestiones de tiempo no hicimos (y ahora era la gran oportunidad), me refiero a ir a visitar la catedral de Guadalupe.

En la Iglesia de Guadalupe (2)

Estábamos parados en la esquina, recalco; y allá en el fondo de un enorme corredor o callejón se vislumbraba sobre una escalera simétrica, su estampa. Debido a la neblina y a la densidad del viento apenas se distinguía, parecía muy lejos; lo que nos llenaba de emoción porque sabíamos que sería exquisito pasear y atravesar toda esa línea colonial para poder llegar a ella. Así, nos dirigimos caminando a paso lento hacia ese monumento a la belleza, la vista cada vez más se descubría maravillosa.

En la Iglesia de Guadalupe (5)

En la Iglesia de Guadalupe (6)

Mientras caminábamos pudimos observar diversidad de hoteles, restaurantes y estilos gastronómicos, bares, hostales, cafés, pizzerías, comedores, tiendas de artesanías; etc… No sé qué tiempo nos tomó recorrer este callejón, pero a cada paso que dábamos nuestras sonrisas friolentas y tembladoras asentían y se enamoraban del estilo de vida tan cautivador que se da en San Cristóbal; tanto que el tiempo no parecía en realidad relevante.

En la Iglesia de Guadalupe (8)

En la Iglesia de Guadalupe (9)

Después de recorrerlo y llegar al pie de la escalera (bastantito alta) de la iglesia, la subimos con ritmo lento y planificado; vaya que esta ciudad tiene muchas zonas en las que debes esforzarte para llegar, y una vez en la cima, viramos hacia atrás sólo para ver qué tanto habíamos caminado; el paisaje era simplemente hermoso. Decenas de turistas, al igual que nosotros, se embelesaban del ambiente de esta parte de la ciudad, no temían admitir estar maravillados y extasiados por encontrarse ahí; en realidad no me sorprende, y si algún día estuvieras aquí, sé que tampoco a ti te sorprendería; porque sentirías exactamente lo mismo que todos nosotros…

En la Iglesia de Guadalupe (13)

En la Iglesia de Guadalupe (12)

La estampa de frente a la Iglesia se antepone, es verdad; de momento no sabes si entrar o no; miradas de algunas personas no se quitan de tu presencia y actúas con mesura y respeto por lo que se ofrezca. Sigilosamente, quizás un poco más que al haber entrado en la Catedral de San Cristóbal; avanzamos en los mosaicos que a cada paso sonaban fríos y firmes, esa dureza característica de los espacios en donde mucha gente suele caminar y otros suelen ser cargados en ataúdes.


En la Iglesia de Guadalupe (19)

En la Iglesia de Guadalupe (20)

Dentro de ella, sólo había una mujer rezando, la observamos con cautela y una vez más presenciamos la devoción que aún se vive dentro de nuestra cultura mexicana; esa cultura llena de tradiciones y de fe que nos identifica mundialmente. El interior de la construcción es tibio, no sé si es por la mezcla del clima frío con el calor de las velas y el encierre de la temperatura; pero es tibio. De ahí, el estilo es muy parecido a otras iglesias de San Cristóbal en cuanto a la distribución de los santos, el estilo de las bancas, los acabados y las pequeñas capillas para los respectivas sagradas imágenes.

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En la Iglesia de Guadalupe (26)

En la Iglesia de Guadalupe (27)

Mantuvimos silencio y presencia en el interior por unos minutos. Poco a poco iríamos saliéndonos por el costado de la Iglesia pero cuando reparé en ello me di cuenta que estaba ya solo ahí dentro; desde afuera escuché “¡Pss, Pss! Ven a ver esto…” Y salí un poco más apresurado de lo intentado. Afuera, al lado de la iglesia, se extendía a lo lejos la parte verde de San Cristóbal. Justo a unos metros, encontramos una especie de mirador que nos obsequiaba una de las vistas más hermosas del día.

En la Iglesia de Guadalupe (16)

En la Iglesia de Guadalupe (28)

Esta parte de la loma (así le digo a toda parte alta en cualquier ciudad) nos permitía ver más allá en la extensión territorial de San Cristóbal, mientras el viento nos punzaba en las mejillas y mientras, para evitarlo, volteábamos y regresábamos la vista hacia la Iglesia, de cuyo exterior también nos maravillamos, a pesar de las manchas urbanas de quienes poco aprecian las bellas expresiones de la humanidad a lo largo de la historia. Observamos las diversas relieves que también componen a San Cristóbal, el estilo de sus casas, sus calles y su vegetación tan notable; en una parte, a lo lejos, se podía distinguir de entre la vegetación y la urbanidad, la Iglesia de San Cristobalito.


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Estuvimos en el mirador, apreciando y agradeciendo la oportunidad de ver lo que hemos visto, de caminar por donde lo hemos hecho, de tocar lo que hemos tocado, y sentir lo que hemos sentido…

“Dicen que el silencio es la voz de los Dioses, y el viento está en el interludio del sonido y el silencio… El viento nos habla, nos dice en voz baja, casi en silencio y en un lenguaje natural que vamos perdiendo poco a poco; que alimentemos nuestro espíritu, que seamos como él, que seamos libres de ir a donde sea, que fluyamos con delicadeza y que nuestro paso, a pesar de ser efímero, sea notable. Así mismo es el viento: En cada murmullo lleva un consejo, y en cada ventisca un grito que te impulsa a seguir y a que despiertes y busques aquello que deseas sin importar qué tan lejano parezca. Si entonces el silencio es la voz de los Dioses, el viento, el viento podría ser la voz de los espíritus…”


Maravilloso, en serio. Y el hambre reapareció. Era algo tarde, debíamos comer; y bajamos para regresar por ese callejón que con anterioridad ya habíamos minuciosamente revisado para conocer el lugar idóneo para tomar los alimentos. Fue una decisión algo difícil, todo era tan exquisito y tan colorido, que tomamos nuestro tiempo para decidir bien. Pero antes de eso, de regreso aún de la iglesia, al bajar por el otro costado de la loma nos llamó la atención una casa bellísima, pintoresca, y con diseños propios de un panal…

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Hay cosas tan hermosas que tenemos en frente, que sólo requerimos de un par de segundos para identificarlas…

Aquí la galería:


Y a tí... ¿Te gustan los miradores? ¿Por qué?

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