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miércoles, octubre 27, 2010

:: En la barra de San José ::

Panorámica Barra San José (1)

De repente, en medio de una plática de media noche, mucho antes de que llegara Gustavo y nos prolongáramos los tres hasta la madrugada platicando sobre la apertura de nuevas plazas en la Secretaría de Educación, acordé con César que al día siguiente partiríamos a Mazatán, a la Barra de San José, con el propósito de conocer y de pescar.

Nos despedimos cerca de las dos de la mañana, en pocas horas me reuniría con César y un grupo de amigos para emprender el trayecto a la barra. Cuando llegué la mañana siguiente al punto de reunión era cuestión de esperar unos minutos para que todo quedara armado. Así, con provisiones listas y todo aspecto considerado con premeditación (comida, bebidas, gasolina, cañas de pesca, carnada y utensilios prácticos para establecernos en la arena) salimos a la carretera rumbo a Huehuetán, ya que el desvío hacia Mazatán se encuentra en tal trayecto.

En la barra de San José (1)

Era cosa de esperar a llegar, nada que no se supiera antes si se está familiarizado un poco con haber pasado por dicha carretera una que otra vez. Poco a poco, después de tomar el desvío de Obregón (de Tapachula rumbo a Huehuetán hay un desvío a la izquierda que lleva a Mazatán, ahí es Obregón) pudimos identificar el aspecto costeño de la zona; entre más nos adentrábamos hacia ella más se separaba la apariencia de lo que se iba dejando atrás.

En la barra de San José (3)
Mazatán, "Lugar de venados".

En la barra de San José (6)

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Sembradíos de Papaya, marañón (anacardo), ajonjolí, cocoteros, y algunos jobos a orilla de carretera nos mostraban un lugar caluroso y despejado que no permitía mantener los ojos abiertos del todo so pena de llorar por la intensidad solar. La arquitectura también iba cambiando; de principio nada de que sobresaltarse, más porque se repetía una y otra vez hasta que la pupila se llegaba a acostumbrar a las palapas y a las casas de fresco diseño.

En la barra de San José (9)

En la barra de San José (10)
"Son las casas de los duendes" -decíale así al ajonjolí en proceso de seca-.

En la barra de San José (11)

Luego de venir en la góndola de la camioneta, y ver diversidad de estilos de paisajes (desde pastizales, playas y manglares) llegamos muchos minutos después. ¡A la tierra mis valientes! Y empezamos a bajar las cosas y a dirigirnos cada uno con algo de carga hacia la parte en donde hay muchos restaurantes abrazando una extensión de agua lo bastante grande como para mantener en su orilla lanchas estacionadas –al parecer única forma de cruzarla sin cansarse– y en su lejanía, verdes manglares perdiéndose entre ellos mismos.

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En la barra de San José (14)

En la barra de San José (18)
Pese a lo que pueda parecer, este hombre lavaba su red.

A pesar de lo familiar que creí que resultaba, el ver manglares a mi derecha, a sus pies arena húmeda y aves descansando (gaviotas, pelícanos y algunos quebrantahuesos), en medio agua tranquila y a lo lejos e izquierda la presencia de mar, oleaje y arena quemante; me quedé algo pensativo en reparar en el hecho de ser la primera vez que he ido; era una mezcla de ver a mi derecha algo parecido al cañón del sumidero, y a la derecha playa linda. ¿Qué calificativo usar? Si por un lado ves verde vegetación y agua de apariencia dulce, más en el otro no sólo ves palmeras, si no lanchas y escenas costeras ¿No sería acaso una especie de contradicción muy, muy subjetiva? Y toda esta subjetividad adornada de “islas” de arena cuya área sumergida se ve afectada a medida que las horas pasan, haciéndose notar este fenómeno por el brusco oleaje que de repente brota y viaja desde el mar hacia el manglar por ese canal que hasta hace poco no contaba ni con corriente ni con profundidad admirable. ¿Quién se atrevió a desafiar la naturaleza si no la naturaleza misma?...

En la barra de San José (16)

En la barra de San José (19)
¡Todos a bordo! Y casi resbalo al tomar esta foto...

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En la barra de San José (24)

En la barra de San José (25)

Prosigamos, que hay más que admirar que estando aquí de pie. A bordo de la lancha nos dirigimos a uno de esos cuerpos arenosos, cuyo nombre común es barra. Tengo entendido que hay dos (por lo menos), una de San José que es para pescar y la otra de San Simón que es para ir a nadar. Ya no indagué mucho porque apenas llegando nos pusimos a instalar una improvisada tienda y a armar las cañas para la pesca, así que lo más ideal era empezar a prepararnos para la faena.

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La pesca es el alma de la barra de San José.

Panorámica Barra San José (2)

Panorámica Barra San José (3)

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Cinco hombres Vs una caña de pescar, un duelo parejo.

De inicio no quise pescar, pero sí (y muy recomendable) opté por la prudencia de aplicarme bloqueador. ¡Aguas! Que nos aplicamos en los brazos, cara y cuello pero se nos olvidaron las piernas (en serio, se nos fue por completo de las manos) y al final terminamos con las piernas rojas y con un ardor que todavía se notan el día de hoy que escribo estas líneas, tres días después. Da risa una vez que se piensa con amabilidad, aunque hacer las actividades diarias represente un poco de esfuerzo jejeje…

Recorrí un poco la barra, tarea fácil pues casi se abarcaba todo con la vista desde cualquier punto en donde uno estuviera. Después de ver con curiosidad algunos elementos en la arena, tales como cangrejos de buen tamaño corriendo hacia el mar (o deteniéndose a desafiar la lente que con curiosidad les apuntaba), cientos de conchas de muchos tamaños repartidas aleatoriamente sobre el suelo mas otras que llegaban junto con el oleaje tranquilo, y rastros de basura marina y algunos bagres secos que aparentemente murieron a causa del estancamiento del agua en la barra. Algo lógico si se piensa que cuando sube la marea se forman pocitas, algunos peces quedan en ella (raro, pero sucede) y cuando la marea empieza a bajar quedan las pocitas incomunicadas de las demás aguas y poco a poco se van secando por el canijo calor y la absorción de la arena, quedando el pez, claro, totalmente aislado del mar.

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De haberlo conocido vivo, seguramente la foto me habría salido más movida.

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Un indeciso cangrejo lo pensaba mucho al internarse en las aguas...

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Por fin salió a desafiarme, como que no le gusta que le tomen fotos.

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"¿Qué son las conchas? Son párpados de ojos de luceros que al viajar sobre el mar les dejan caer..."

Y llegó el momento de la preparación. Como de inicio no llevé caña de pescar, improvisé una como la de César, con una botella usada de refresco, hilo de pescar, un anzuelo y el plomo para el peso. Y me uní al grupo de pescadores… La mayoría de peces que atrapamos fueron “peces sapo”, que según esto, no sirven ni para tenerlos en los tanques de agua (mucho menos para alimentarse de ellos), lo curioso es que no están tan feos y se inflan del abdomen cuando se ven en peligro; sin embargo, se pescaron unos cuantos ejemplares que nos dieron esperanza y motivación hasta el último intento de pesca.

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Cayó el primero, un bagre.

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Cayó el más popular, el pez sapo, grande grande pero sin capacidades gastronómicas, según...

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A este le llamaron Macabil, lo reconozco por sus labios discretos...

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Pargo, pariente del Guachinando y dícese de los más ricos y caros... ¿Será?

En la barra de San José (45)
Y de este no recuerdo su nombre, pero daba unos aletazos bárbaros al querer quitarle el anzuelo...

Y así transcurrió la mañana, el medio día y la tarde, en el afán de pescar cambiando de ubicación entre las orillas de la barra según iba subiendo la marea (y con esto, la entrada de los peces en el estrecho entre la barra y la bahía). Afortunadamente pescábamos por diversión, que de habernos propuesto pescar nuestra comida y prepararla ahí mismo habría terminado en comer peces sapo o en un hambre terrible que nos hubiera provocado abandonar la barra para ir a la zona restaurantera…

En la barra de San José (46)

En la barra de San José (47)
Cuando ves un zorro de fuego en el cielo, sabes entonces que nada es imposible.

Ya como a las seis de la tarde llegó por nosotros la lancha, para esto ya se notaba claramente el ardor y el rojo de las piernas. Una vez empacado todo de nuevo nos regresamos a la zona de llegada, después de preparar el regreso de nueva cuenta tomamos las carreteras, ahora un poco más cansados y con una ganas enormes de llegar a casa. El camino se nos hizo, hasta eso, más largo de lo que nos pareció al principio, debió deberse al cansancio. Aún estaba claro cuando iniciamos el regreso, poco a poco la noche fue cayendo. Aún recuerdo un tramo en donde a toda velocidad, ya de noche, se notaba a derecha e izquierda -en medio de la oscuridad del campo- pequeñas estrellas que se encendían y apagaban en medio de los matorrales; sucedía de forma continua pero al azar, de repente una, después demasiadas, en un ir y venir de destellos que gentilmente nos regalaban las luciérnagas…

En la barra de San José (48)

En la barra de San José (49)

Con placer costeño les comparto la galería:

4 comentarios:

Raúl Morales dijo...

sorpredente que seas buen pescador y buen fotografo varias me gustaron , he hido un par de veces a este sitio y la verdad me dio mucho coraje lo que vi, vi como sacaban tortugas de un pantano en la carretera llegando a vademia serca de la barra pero bueno , te felicito saludos!

@eduardorobles dijo...

rulo!:
Gracias, aunque en realidad sólo pesqué un pez y de los más feos jejeje... Es la primera vez que voy y me ha tocado ver el lado amable de este lugar; si voy de nuevo y lo que me toca ver no es del todo grato, creo que habrá que ser bastante crítico en ese aspecto y mostrar ambas caras, por lo menos para tener conocimiento. Saludos!


Gracias por tu comentario XD!

Oscarin Red Bull dijo...

Excelentes fotografías...

@eduardorobles dijo...

Oscarin Red Bull:
Muchas gracias! Ahí vamos...

Te agradezco el comentario =D!

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