(21 de julio). El Centro Ecoturístico Cascadas “El Chiflón” se ubica en el municipio de Tzimol en la localidad Benito Juárez. Las cascadas que integran este
conjunto son cinco: Cascada Suspiro, Cascada Ala de Ángel, Cascada Velo de
Novia, Cascada Arcoiris y Cascada Quinceañera. El recorrido está enmarcado por
un valle de cañaverales, montañas y bosque tropical en el que se aprecian una
flora, rica y densa, constituida por varias especies de orquídeas, bromelias,
árboles de sabino, árboles palomillo, chicozapote, cedro y caoba, entre otros.
Aunque el recorrido es compuesto por cinco cascadas, generalmente son tres las
que principalmente son visitadas, ya que las últimas dos se encuentran más allá
de la cascada más alta de todas. Fuente: Aquí.
Cascada "Suspiro".
Cascada "Ala de ángel".
Existen áreas para poder bañarse, para hospedarse, para contemplar, para comer y para caminar. El agua del río en época de lluvia tiende a ser un poco opaca, a diferencia de las épocas en que no llueve, cuando en la mayoría del cauce luce azul y transparente.
Las grandes áreas alrededor del río, con sus alturas, permiten que el paisaje sea impresionante y propicia a actividades de aventura como el aventarse en la tirolesa.
Cascada "Velo de novia". La más alta de las cinco que hay. Generalmente en esta es en donde se detiene la mayoría de la gente y no sube a conocer las dos restantes, puede ser porque van en un tour y no les alcanza el tiempo, o porque quedan absortos en el paisaje tanto que les impide apartarse de ahí.
Hace apenas una semana (a partir del 20 de julio, para ser exacto) salí con mi tío
Jaime a un viaje turístico por San Cristóbal de las Casas (ahora ya hemos regresado a casa); visitamos parte de los lugares
con mayor difusión turística en esa parte del Estado sin dejar de asombrarnos a
cada rato. Ya he escrito con anterioridad de la
mayoría de estos lugares, quizás por eso no se me ocurre ser tan extenso ahora
(pero con aquellos lugares de los cuales no he
escrito, sí amenazo con gastarme más de una cuartilla); sin embargo, algo habrá qué decir, y aunque sí hubieron
muchas fotos, elegí las que consideré “mejores que otras” para compartirlas a
manera de breves postales; y en algunos casos en los que haya fotografiado algo de lo
que no he hablado antes, proporcionaré algún comentario alusivo según
corresponda (si es que me acuerdo o si encuentro en la red). Así que… ¡Dejémonos del
parloteo y veamos las fotos del tour!
20 de julio. De la llegada a San Cristóbal
apartamos habitaciones y tours de los dos días próximos, ya no alcanzamos tour
ese día (no porque hayamos llegado tarde,
si no porque los tours ya estaban llenos) así que fuimos a desayunar y
optamos por llegar a Chiapa de Corzo por nuestra cuenta…
Cañón del Sumidero. Siempre imponente, más cuando te colocas bajo el parte más alta del cañón, esa que mide ni más ni menos de 1km desde lo alto, hasta el fondo del agua.
Cocodrilos, sí. Se estima que puede llegar a medir hasta 5 metros desde la punta hasta el hocico. !Menudos cojones del que tenga que estirar la cinta medidora!
“Cueva de colores”, una cavidad en cuyas paredes se ven tonalidades rosadas debido al escurrimiento constante del
agua que, al erosionar la superficie, ha dejado al descubierto diversas capas
de minerales que hacen estas variaciones de color. En la parte superior
de la cueva hay un nicho natural donde los lugareños que transitan en lancha
por el cañón han colocado un altar a la Virgen de Guadalupe. También hay un
punto entre la mezcla de colores minerales, marcada con una estrella roja, que
pareciera la silueta de un Cristo. Aquí la fuente.
Algunas cascadas no se perciben tanto como cuando es temporada de lluvias. Esta vez fue la primera que vi ésta.
La tan famosa cascada "Árbol de navidad". Una Garza "dedos amarillos", o para los que saben de ella: Egretta thula
Las aguas del Cañón tienden a ser algo turbias (arcillosas) debido a las lluvias, pero aún así hay partes en donde el color es diferente a centímetros y no se mezcla lo verde con lo arcilloso. Esto no desmotiva a los turistas, que por decenas hacen filas para subirse a las lanchas y tomar el tour largo (altamente recomendado), que te lleva hasta las cercanías de la presa "Chicoasén".
Panorámica de Chiapa de Corzo desde lo alto del Templo de Santo Domingo. Entre
los atractivos de esta joya destacan sus tres naves de cañón cerrado, propias
del estilo gótico antiguo. En el lado del abside o nudo de la media naranja, se
destaca una torre circular donde se encuentra una campana, que constituye un
orgullo para toda la población.
Campana "Santa Teresita". La más grande (en medio de la foto) en toda la entidad (1.60 m de alto, 4.26 m de
circunferencia, 17 cms de grosor y 5,500 kgs). Fue fundada en el año de 1576.
Se dice que para hacerla más sonora, al bronce se le adicionó gran cantidad de
oro y plata, ya que los españoles así lo exigieron a los indígenas. En la pared
exterior de la campana, se localiza un escudo con 4 estrellas y una cruz, al
igual que algunas inscripciones en latín. En la parte baja y precisamente en el
centro de la campana, hay un foso cuadrado, de un metro por lado, que da
comunicación con el interior de la iglesia y que se usa como caja de
resonancia. Tiene una leyenda interesante.
30 de junio. Cuando llegamos al punto
de encuentro, las baterías de la D90 estaban cargadas al tope, el todoterreno
SIGMA 28-200 limpio (aunque tosco, pues se me pone al brinco con una barbaridad
cuando llego a hacer zoom a los 70mm), los sándwiches ya comprados (para
variarle, pues, un poco a los burritos) y las ganas puestas; había poca incertidumbre,
pero era de esa que pasa una vez habiendo desprendido las primeras risas matutinas
de un domingo ameno y despejado.
Carlos Nava (local artesano desde hace
ya muchos años) era algo así como el autor intelectual de esta salida, y con su
amigo (Pedro… ó Arturo, ya ni me acuerdo por futuras referencias que me dan a
elegir y hacen dudar) habían fraguado un viaje local en el que si bien, dicho
destino no era ajeno a nuestros deseos, sí habría resultado algo desconocido
para llegar a tal (y vaya que sí, pues adentrarse hasta esa cascada no es cosa
fácil la primera vez) de no ser por la guía de Arturo (yo recuerdo que se llama
Arturo; lo siento, ya si no fuese así, actualizaré estas líneas) a través de
todo el camino.
La zona se conoce como “Cascada San
Francisco”, ya había escuchado de ella, inclusive había visto una o dos
fotografías, solo que no sabía cómo llegar; en realidad no es tan difícil…
Primero hay que tomar la carretera de la 8ª. Avenida Norte y seguir rumbo al
Edén, es decir, por toda esa misma carretera, hasta llegar al Cantón “San
Francisco”, a 35 Km (ojo aquí, que aún pertenece al municipio de Tapachula,
aunque pareciera que no); y detenerse ahí. ¿Luego? Pues a caminar viajero: Entrar
al interior del cantón por el camino principal y seguir marcha adelante
tomando, en su momento, el primer desvío a la izquierda… ¿O era derecha? Ehm… (Piensa,
piensa) como sea, es cosa de ir en el
sendero que te lleva hasta las orillas del rio “Cuilco”. Lo bueno es que si
necesitas ayuda la gente te la brinda sin dudarlo, y así pueden guiarte poco a
poco para tomar el camino rumbo a la cascada. No hay pierde, todos saben cómo
llegar, sólo hay que preguntar por el campo de fútbol, y una vez ahí, pedir
permiso para caminar por la vereda.
La mayor parte del camino tiene
estructura firme, es decir, no es como tal una terracería que es exclusiva para
ir a la cascada; más bien es el camino principal que conecta el cantón, y dicho
camino te lleva por curvas inclinadas y uno que otro encuentro de riachuelos, siempre
bajo la sombra de extensos penachos verdes de altos y delgados árboles de
corteza rojiza; hasta que te encuentras inmerso en una zona de pura vegetación
de la que sales para encontrarte con que debes cruzar un largo puente colgante.
Algo curioso es que, según nuestro
guía (cual sherpa orientado), una vez cruzando el puente, nos encontraríamos ya
dentro del territorio del municipio de Huehuetán; ¿En serio rodeamos
prácticamente Tapachula? Eso sí era algo que no imaginaba que sucedería, pero
al parecer, entramos más allá de lo que nuestro sentido común nos hubiera
dictado, tan sólo de considerar que lo que caminamos no fue demasiado (que sí
fue mucho tramo recordando que tuvimos que doblar, subir, bajar; pero las
pláticas aminoran el paso de cualquier caravana; aún en el propio Amazonas).
El oscuro guardián del río, alado y de
pico delgado, de color serio y sin adornos matizados de prosopopeya, nos
ignoraba sin problemas. Postrado en una piedra a mitad del río, desafiaba toda
residencia entre un municipio y otro ¡Vaya pillo! Que a nosotros también se nos
ocurrió pero el tambaleante movimiento del puente nos obligaba a resistir
muy poco; y entre jaloneos e intentos de equilibrio, las fotos salían, mínimamente,
movidas. Nuestro guía dijo que se trataba de un pato delta, y aunque no soy un
erudito en la biología de aves, a mi me pareció más un biguá (o pato cuervo,
para los más autóctonos de aquí), ese al que casi nadie le llama por su nombre so
riesgo de tragarse la lengua (Phalacrocorax olivaceus) en el intento de pronunciarlo. Pero
vamos, que un nombre avícola no parece tan importante cuando debes seguir el
camino y cruzar el puente hacia la segunda parte, esa que cada vez te acercará
más, entre montones de vegetación y ríos, a la hermosa cascada.
Seguíamos, ahora muy cerca de la
orilla del río, siguiendo el sentido contrario de su cauce, descubriendo
anatomías vegetales y animales tan muy de acá de este lado del mundo,
armoniosas, curiosas, diseñadas como un chiste amable que te arrancan una
sonrisa de ceja a ceja. Y… Cuando a lo lejos divises algunos zopilotes
tranquilamente acicalándose, ponte atento, significa que ya estás cerca; y sé
precavido, que el menor sonido y movimiento involuntario hará que salgan
volando sin que les puedas ver en todo su esplendor, tan rápido que enfocarlos y retratarlos se convierte en una tarea bastante complicada. No hay que culparlos de
ello, que al fin y al cabo estamos invadiendo (por llamarlo así, que nuestras
intenciones nunca han sido malas) su espacio; además, ellos tanto como nosotros saben
que no somos siempre de fiar.
Y una vez que dejes de seguir
zopilotes con la vista, regresa a tu postura normal y podrás ver cómo en medio
de la maleza, rumbo a esa dirección que hace unos momentos volteaste porque
escuchabas agua intensa, aparece una cascada. Tranquilo, aún no es la principal
(aunque no por eso la menosprecies); se trata de una cascada menor que ha
moldeado un hermoso pozo en el que puedes bañarte si tomas las correctas precauciones.
Es la penúltima parte de esta ninfa natural, es el lugar ideal para observar el
entorno y ver el armonioso baile que han montado con los árboles y las piedras;
es una cascada cuyo encanto no se mide precisamente en metros de altura, pero
sí en ojos brillantes de asombro y suspiros largos largos...
Y si sigues, de igual manera al lado
del río; entre piedras, fango, bejucos y plantas, hacia adelante; encuentras
eso por lo que has venido: La cascada “San Francisco”. Es, no sé, hermosa; como
salida de un cuadro o de una postal cuyos orígenes son lugares místicos y
escondidos en el seno de bosques desconocidos y sin mancha humana que la
perjudique; está llena de vigor y su sonido, pese a ser intenso y proveniente
de una caída de agua muy gruesa y bastante alta, te relaja. Y, cuando poco a
poco te acercas para verla mejor (a varios metros, eso sí) llegas a sentir gradualmente la
brisa que despide, y sucede que en ese momento varias gotas han empezado a resbalar desde tus pestañas a tus mejillas. Sí, te ha tocado ser blanco de su salpicada y ni te has dado cuenta.
Es un natural cuadro glorioso el que
se forma ahí, ajeno a la mano del hombre y su ingeniería. Eso pudimos apreciar
todos, que nos quedamos abstraídos ante ella y se nos fue el tiempo en verle.
Hasta el mismísimo ave biguá llegó desde algún lado para cruzar, en un vuelo ascendente, esa caída de agua sin
sufrir daño alguno (quizá tiene su nido detrás de ella), y cuando volvió a
salir planeó hacia el río, se postró en una piedra al pie de la caída, y ante la excelsitud de esta cascada...
... En gesto de una reverencia, extendió
sus alas...