22 de Julio. Levantarse a las 05:00
a.m. en San Cristóbal es más fresco de lo que algunos podrían suponer, por lo
menos en este mes en que el clima es muy amable y te permite deambular por el
centro de la ciudad sin más preocupaciones que las de estar esperando que la
batería de la cámara no se termine porque harto hay qué ver y retratar; más, si
como ahora, muy temprano te has levantado por una razón en específico: Agarrar
el tour “Agua Azul — Misol-Ha — Palenque” (ojo, que la duración es desde las 06:00 hasta las 23:00 horas). Sí, requiere bastantito tiempo pues
llegar hasta Palenque no es cosa cercana, pero hombre, que bien vale la
incorporada temprano al son vigilante de Vega, esa intensa luminosa que hace
guardia en lo que amanece y el Sol aparece.
Pasaron por nosotros al hotel, y de
ahí rumbo al primer destino: Las cascadas de Agua Azul. Hicimos parada (a unas
cuantas horas de haber salido) para desayunar y así poder llegar bien. Durante
el camino nos apartábamos cada vez más de San Cristóbal e íbamos pasando por
pueblos pintorescos de hermosos paisajes compuestos por coníferas y cantidades
“algodonosas” de neblina durante las primeras horas de los rayos del Sol. El
trayecto es de lo más placentero, y puedes mientras, aprovechar para descansar
un poco más si así lo deseas, o quedarte atrapado en los paisajes que aparecen
cada que avanzas en la carretera.
La Euro Van sufrió algunos
desperfectos internos, lo que nos provocó un retraso considerable y tomar una
decisión para salvar el día: Se tenía que sacrificar la visita a un lugar para
poder invertir tiempo compensatorio en dos de ellos. Los que quedábamos (de
Chiapas, Querétaro, Mexicali, El D.F.) concordamos en no ir a las cascada de Misol-Ha
e invertir más tiempo en Agua Azul y Palenque (que no es que haya sido
sencillo, chico, pero poniendo las cartas sobre la mesa es casi impensable no
ir a estos dos lugares una vez que tienes la posibilidad. Tal como dijera el
chico de Mexicali: “Su Shingada Máre, que venir a Chiapas y no conocer Palenque
es como no haber venido veá’”, a lo que varios asentimos en un gesto de común acuerdo).
Por lo tanto, Misol-Ha quedaba
descartado por ahora, pero pendiente para la próxima, eso sí (“mirá” que sí
somos testarudos cuando se trata de viajar, aunque eso signifique harta
espera), así que nos subimos a una Euro Van de apoyo y nos dirigimos directo a
Tumbalá, a solo 133 Km desde San Cristóbal. Ahí nos aguardaban unas hermosas cascadas
blanquiazules que se forman gracias a los afluentes del río Otulún, Shumuljá y
Tulijá (tranquilos, que sí se lleva tiempo en aprenderlos y pronunciarlos) que
a su vez forman cañones no muy profundos y hacen de esto todo un espectáculo
natural paradisiaco.
Llegamos, bajamos, y veríamos en dos
horas a nuestro guía que se quedó parado con la Van, amable y atento y con la
carga de decepción de sentirse mal porque el día no saldría tan bien como él
quisiera —según dijo— y porque no podríamos ir a Misol-Ha… ¿De qué estás
hablando Willis? Anda, no te lo tomes personal, que mira que con este montón de
gente y el fondo de pantalla lleno de gua multicolor se le quita la pena a cualquiera
y le dan ganas de salir corriendo a conocer. Andando pues, que si bien pensaste
que dos horas era más que suficiente ¡Nah-ah! Es apenas un pestañazo que debes
aprovechar al máximo.
Aquellos que disponían de más tiempo
(qué te digo, un día entero quizás) se divertían en las áreas en donde es
permitido tomar un baño y se daban la vida al natural. Los niños se columpiaban
y se lanzaban al río una y otra vez sin parecer tener esa prisa que los demás
sí teníamos por, mínimamente, poder ver toda la extensión de este sistema de
cascadas (pese a que de antemano se sabe que es imposible, pues es tan largo
como la existencia de zonas en las que simplemente no se puede acceder por
estar internados en plena selva; y eso, en algún punto del lenguaje que algunos
entenderán, se traduce a invertir muchas horas procurando captar la mejor toma
a cada, no sé, metro que avanzas).
Cascada "La Escondida".
No era la primera vez que venía, es
verdad; pero sí la primera que aguardaba con tanto interés y deseo. Regresar
aquí después de nueve años hacía la experiencia diferente, un poco más madura,
como si ahora tuviese la capacidad más desarrollada por saborear los matices de
este lugar y de degustar sus paisajes. Fue sin duda algo nuevo, porque pese a
los cambios en el centro turístico el agua mantenía esa intensidad azul en sus
cascadas, se conservaba ese amarillo rosado en las texturas minerales de la
tierra, esos verdes saturados permanecían en la vegetación que rodea al agua,
esa frescura del viento silbador y abrazador seguía latente con esa brisa
espontánea y coqueta, o esos troncos con apariencia de petrificados, nietos de
los que vi hace mucho, que seguían resguardando el lugar. En fin, esa magia y sensación de maravilla al poder presenciar
la creación de uno de los lugares más hermosos del planeta, aquí, en Chiapas.
Algo que me llamó mucho la atención y
que pienso que es de reciente implementación, es el paseo interno llamado “Las
cascadas escondidas de Agua Azul” en el que los lugareños te cruzan por balsa
en el rio y. una vez llegando al otro lado, te guían por un recorrido
internándote en la selva y mostrándote alrededor de cinco cascadas (con nombre
y toda la cosa) que no se ven a simple vista al llegar al centro turístico,
eso, además, claro, de mostrarte algunas especies de plantas, árboles gigantes
y fauna interna de esa parte de Agua Azul.
Cascadas "Colas de Caballo".
¿Y qué con eso? Pues menuda cosa,
hombre; que es la parte que no se ve en los promocionales o en televisión (no
se ve ni rastro en los comerciales de “La cerveza es Corona” —Sí, mucho llegan
preguntando si ahí se filmó el comercial ese o si se grabaron escenas de tal
novela—), pero que increíblemente te roba el aliento y hace que tu tiempo, que
de por sí lo considerabas corto, se te haga ahora de la misma duración que el estornudo
de un bebé. Este aspecto es la cara oculta, la misteriosa; aunque ya no tanto
puesto que (creo yo, claro) la gente puede disfrutar de este tour a cualquier
momento por un módico precio de $30.00 MX (aunque sí creo que haya a quienes no
les guste caminar entre sombras y entre cantos de chicharras mientras esquiva
espinas mortales de algunas plantas; al mismo tiempo que cuida de no estropear
algún nido de termitas so pena de sufrir picaduras quemantes, o en el más leve
de los casos, caerse en el fango del camino si es que alguna parte del río o
sus cascadas no le han hecho caer ya).
Pero tranquilos, que se lee peor de lo
que es. Estoy exagerando, en realidad no hay cabida para decir “peor”; es un
entorno natural, puro, casi inmaculado, majestuoso, es una arteria de todo este
sistema larguísimo de ríos y cascadas, es apenas una pieza del rompecabezas
natural que compone los pulmones de Chiapas; y por lo tanto, es un mar de
circunstancias que igual puede brindarte resbalones como delicias visuales;
pero no te confundas, que tú te encargas de tu propia seguridad (no se te iba a
poner todo tan fácil, majo; hay que hacer que valga el esfuerzo) y Agua Azul se
enfoca exclusivamente de regalarte bellos entornos de ensueño, todos, sin
excepción; ya tú sabrás si los disfrutas o no de acuerdo a las circunstancias.
Pero créeme cuando te digo que al estar ahí olvidas todo lo que pueda hacerte
sentir mal o incómodo, que sientes cómo una nueva concepción de belleza se está
formando ahí, ante tu presencia y frente a tus ojos; que dentro de ti, desde lo
más recóndito de tu ser, se siente poco a poco la explosión de tus emociones a
causa de tanta admiración.
Cascada "Cueva del tigre".
Admiras todo, desde los caminos
cubiertos por sombras hasta las partes internas del río que son tranquilas y
que increíblemente aún resaltan ese tono azul de su cuerpo junto con esa
textura medio láctea, es como si alguien hubiese vertido pintura en el agua,
pero no, todo es producto de la magia de los minerales. La vegetación se abre
paso a cada centímetro, incluso dentro de las piedras cubiertas parcialmente
por los ríos y en las grutas tapadas por las cascadas; siempre sobresale lo
verde, desde pequeñas magnitudes hasta exageradas áreas, inclusive los troncos
y ramas muertas son hábitat de millones de pequeños musgos que forman todo un
microscópico bosque que se va extendiendo por todo donde sea posible. Es
admirable cómo la vida se va abriendo paso por este planeta.
Cascada "El Cañón".
Nuestro joven guía nos llevó por este recorrido
que tardó cerca de 30 a 40 minutos, y eso yendo de prisa con tal de no perder
ni un segundo, porque aún falta salir de esta jungla lateral y seguir camino
arriba al lado del río principal y pasar por los miradores (que ahí sí, fácil se
invierten unas 4 horas si deseas llegar hasta donde está el final del camino,
cosa que por tiempo ya no pudimos hacer). Todo, sin excepción, es fuente de
belleza y de color.
¿Cómo habrá coordinado tan bien la naturaleza
para integrar todo esto de manera tan extraordinaria? Es simplemente
maravilloso ver cómo el río desciende en su lecho calizo en escalones formando
una serie de impresionantes cascadas que crean albercas naturales contenidas
por diques calcáreos, los llamados “gours” en la terminología geológica.
Cascada sin nombre (aún, creo).
Se necesita mucho tiempo, incluso me
atrevo a afirmar que días, para poder mofarse de haber conocido todo lo que
concierne a esta área turística (ya para estimar el tiempo que se llevaría
conocer toda la extensión de las cascadas, incluso aquellas que son de difícil
acceso, es un asunto del que no tengo ni la más remota idea), sin embargo,
existe la posibilidad de quedarse ahí si uno lo desea, ya que cuenta con los
siguientes servicios: Cabañas, restaurantes, tiendas de artesanías, estacionamiento,
sanitarios y guías locales; entre algunas cositas más.
Y nuestro tiempo, ahora, se terminaba;
pero lejos de sentirnos mal por ello agradecimos la oportunidad de haber estado
ahí, al final el tiempo que pueda invertirse siempre es bueno y es bien
aprovechado; y lo mejor de todo, que siempre está abierta la posibilidad para volver…