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sábado, marzo 01, 2014

:: Hacia el terruño ::



Sábado, 21 de Diciembre de 2013. Las horas no habían sido del todo invertidas en dormir, no pude; el trabajo que representa intentar dormirse pese a las luces, las escalas, las curvas y las terminales, cansa; pero no da sueño (por lo menos para mí que soy muy difícil de dormir en asientos de bus). Y llegó el momento en que caí en un sueño profundo (sólo porque no podía hacer otra cosa ahí sentado) antes de despertar con ese amanecer que poco a poco iba mostrando las texturas y los colores de gran parte del paisaje encontrado en las afueras inmediatas de la ciudad de Oaxaca.






 
El sudor de las ventanas hacía pensar que no solamente estaba frío adentro; era evidente que la neblina, que a escasos centímetros del suelo se levantaba, tenía un porqué; además, afuera los pobladores vestían prendas abrigadoras y los sombreros eran sujetados en algunos momentos con ambas manos mientras los dueños caminaban en los senderos del vecindario; y los rayos del Sol, pese a ser aún de tenue luminosidad, daban para mostrar tales evidencias. 






En pocos minutos llegaría a descender del autobús para sentir el suelo y el clima Oaxaqueño, y de ahí, tomar camino hacia la villa. Me di cuenta entonces que no hacía tanto frío realmente, que fue sólo en el momento del amanecer en que la temperatura era bastante baja, pero vino el Sol y puso las cosas en su lugar. Y ahora todo estaba mejor, no hacía tanto frío, hacía lo suficiente para disfrutarlo.






Una llegada espontánea, una parada obligada para ir al baño, una tomada de taxi y una llegada al centro histórico; todo eso antecedió antes de estar desayunando un menudo calientito con tortillas a mano y un café en un jarrito de barro dentro del mercado; sí, es inevitable regresar una vez que has caído en sus deliciosas redes. Y ya con barriga llena y el cuerpo energizado, salimos hacia Chazumba, que ya nos esperan. 






Pero claro, que yendo desde la capital, debes pasar primero por Huajuapan y de ahí proseguir hacia el norte; y uno se siente más tranquilo porque ya falta a lo mucho una hora en taxi (hora y media en bus) para vislumbrar la glorieta y su desvío hacia la derecha; porque una vez haciendo esto, se sabe que ya se llegó de una vez por todas a casa.






Los días prosiguieron tranquilos, la mayoría frescos; apenas un par de noches fueron extremadamente frías y con mucho viento, pero nada que sea para no disfrutarse con lo correspondiente: Un ponche, café, tamalitos, y un sinfín de atractivos gastronómicos para aquellos cuyo termómetro vital reside en el estómago. La época navideña se acoplaba de manera estupenda con el clima y la tranquilidad del pueblo, todo desprendía un aroma que se respiraba solemnemente y se disfrutaba a cualquier hora, incluso ese bochorno del calor seco que de vez en cuando se dejaba caer.







Chazumba se siente un poco diferente (o será que he cambiado yo), pero no es como que se haya transformado mucho, permanece su naturaleza íntima y tradicional pero ahora como que lo veo con más detenimiento: Lo contemplo de pies a cabeza y recaigo en que me sigue encantando tanto como siempre, no disminuye su capacidad de asombrarme y darme toques de complacencia; es un lugar travieso, de repente te azota con frío, calor, o viento; y de un momento a otro puede que te arrebate decenas de sonrisas pese a que los dientes puedan estarte temblando.







Admiré desde los escenarios más pequeños y escondidos, pasando por la calma del día a día del lugar, hasta los espectáculos grotescos (pero sublimes) que envolvían el horizonte mientras los cielos se tornaban nostálgicos; presencié la vastedad de lo simple convertido en maravilla, y de lo inmenso dentro de una gota de tiempo. A manera general, eso sucedió, tan simple como se escucha y tan extenso como se pueda imaginar...







Y hablando de cosas en específico, de ocasiones concretas, diré que conocí nuevas caras del paisaje y de la zona, encontré historias sumergidas en las manos de los hombres y en el tono de sus palabras (por mencionar apenas un par de ejemplos). Pero, tranquilo hombre, que contaré todo según mi memoria me lo proporcione, procurando mantener ese toque de aventura que tan ciertamente experimenté en cada ocasión y en cada lugar... Ya desmenuzaré las idas y los regresos, los días y las noches, los pasos y los descansos, para intentar sellarlo en esta bitácora personal que me ha acompañadoa hasta ahora…



Porque ¿Qué somos sin nuestras historias?…

Con gusto, te comparto la galería:

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