Lunes, 30 de
Diciembre del 2013… Sí, el día aún tenía sorpresas. Justo acababa de dejar
atrás el paseo a las cuevas cuando emprendí el regreso a la entrada principal
del Paleoparque. Era momento de hacer un recorrido mental por aquellas
épocas prehistóricas en que estas tierras blanquizcas sirvieron como libro para documentar la
existencia de aquellos seres. El primer punto de todo el recorrido es la parada
a la exposición de fósiles que se han encontrado en la zona; no era del todo
extraño pensar que hubiera tal museo de sitio, crecí con el conocimiento que todo por ahí, entre Oaxaca y Puebla, era
normal hace algunos años y en algunos pueblos hallar fósiles de estrellas de mar y de caracoles.
Ahora dicha actividad es bastante difícil, pues casi no queda mucho, el saqueo por
la cotidianidad de toparse con dichas piezas ha hecho que a lo largo de los
años mermara tal atractivo.
No obstante, la labor de estas personas en su mayoría por mero amor a la conservación de dichas piezas y la intención de mostrarnos un poco de la historia natural de estos suelos (porque hasta donde tengo entendido es una labor de un equipo conformado por amigos que trabajan en sus tiempos disponibles sin recibir apoyo significativo por parte de las instituciones gubernamentales pertinentes) se ha convertido en un gran atractivo del lugar, pero eso sí, aún con difusión en menor medida.
No obstante, la labor de estas personas en su mayoría por mero amor a la conservación de dichas piezas y la intención de mostrarnos un poco de la historia natural de estos suelos (porque hasta donde tengo entendido es una labor de un equipo conformado por amigos que trabajan en sus tiempos disponibles sin recibir apoyo significativo por parte de las instituciones gubernamentales pertinentes) se ha convertido en un gran atractivo del lugar, pero eso sí, aún con difusión en menor medida.
La “habitación prehistórica” –como le nombré ya que no encuentro otro adjetivo- posee fósiles de diversos tipos y de diversos animales; a primera vista identifiqué “cosas conocidas” como conchas, caracoles y hojas; pero ya con la explicación correcta por parte del(a) guía me di cuenta que poseen nombres diferentes entre sí por muy similares que puedan parecer algunos elementos. Vaya trabajo que ha de ser el clasificar a estos fósiles cuando para mi ojo común apenas se perciben sus rasgos y muchos son a simple vista del mismo tipo y época. Entre nombres que ya se me olvidaron y periodos en que vivieron (que ya no puedo relacionar por mi poca familiarizada cultura en el asunto) resulta que todo confirma la sospecha de muchos de nosotros: Aquí hace millones de años fue mar, y posteriormente otros ecosistemas, y los fósiles están aquí para orientarnos.
Caracoles y
caracolas de varios tipos, conchas, trozos de madera, hojas de alguna planta marina, huesos incrustados en piedra, huellas de mamíferos, esqueletos,
minerales antiquísimos, y muchos rastros más son apenas un ejemplo de lo que se
ha recolectado y se tiene aquí en esta habitación, grabados en fósiles que desde
apenas a unos cuantos metros de distancia no parecerían más que rocas. También
hay ejemplos homólogos un poco más actuales que sirven para hacer el comparativo y apreciar
la diferencia a través del tiempo.
Luego de estar
en la habitación, recorrimos el Paleoparque. La caminata pertenece al estilo
propio que se hace por Chazumba, admirando paisajes similares y vegetación bastante en
común; la diferencia radica en que ya está tu mente acondicionada para verlo todo
desde una perspectiva paleontológica, y aunque sigues careciendo del
conocimiento de periodos y especies, sientes un extraño anhelo por
imaginar cómo habrían sido en aquella época todos estos lugares que alguna vez fueron mar o pantano, y que ahora
visten de una aridez entrañable.
Lo magnífico
es que te van explicando, y señalando, y contando historias de lo que pudo
haber ocurrido en el mismo suelo que ahora pisas pero hace millones de años. Y
se han dado el tiempo para colocar en cada punto de interés, un elemento visual
que alimente el recorrido para que te des una idea de cómo han cambiado las
cosas, sobre todo cuando te topas con esa placa -si mal no recuerdo- de ónix y que tiene
sellada una gran cantidad de fósiles de los ancestros de lo que ahora
conoceríamos como una especie de “caracoles de río”.
La ayuda
visual es gratificante, bien lograda, descriptiva en un grado que es bastante
entendible, inclusive te marcan algunos puntos reales donde se han encontrado
tales o cuales piezas; lo que amerita admitir la sorpresa porque terminas
imaginando cómo pasó. Y entonces vienes a darte cuenta que la cantidad potencial
de fósiles aún ocultos no ha sido hallada por completo, y que, como bien dicen, falta
mucho por explorar aún. Pero camina, que el ocaso ya viene y es hermoso
contemplar insectos gigantes en escala real de hace millones de años en medio
del paisaje cuyo relieve toma formas extrañas que se iluminan suavemente con el
Sol…
Independientemente de saber que muchas de la vegetación actual es considerada como fósiles vivientes, es
sorprendente saber que algunas variedades de dinosaurios y mamíferos gigantes en
realidad caminaron por aquí, uno no se lo esperaría de buenas a primeras… Pero
es verdad; y eso lo hace todavía más increíble.
El recorrido
terminó con el tiempo suficiente de ver el ocaso, ese ocaso que seguramente
alguna vez ellos vieron; y me quedé pensando, porque si algo logra hacer este
Paleoparque es hacerte pensar, a menos que no aprecies mucho la gran magia
prehistórica en la que te ha envuelto este lugar y no te des cuenta del
significado del suelo que estás pisando…
Me despedí y regresé
caminando a la carretera, la iluminación cada vez era menos, seguramente era ya
tiempo de regresar a casa pues la noche ya se dejaba sentir y el frío
gradualmente se hacía más notorio; el día había sido aprovechado satisfactoriamente, sin embargo, ignoraba que aún faltaba un último
lugar por visitar…
Con gusto, te
comparto la galería: