Reciben su nombre de que el punto del
cielo del que parecen venir está en la constelación de Géminis, que en las
latitudes norte se puede ver a partir del anochecer, mientras que en el
hemisferio sur aparece alrededor de la medianoche. Aunque el pico de actividad
máxima estaba previsto para la noche del 13 al 14 de diciembre alrededor de las
03:00 a.m., el rango de fechas para ver las Gemínidas fue del 07 al 17 de
diciembre de este año (fuente: Aquí).
En realidad provienen de los restos
del asteroide (3200) Faetón. Son meteoros de velocidad moderada que radian de
la constelación de Géminis, y es la lluvia de mayor actividad del año junto las
“Cuadrántidas” (Fuente: Aquí).
La contaminación lumínica no ayudó
mucho ni mi ubicación casera, pero con un poco de paciencia pude hacer pocas fotografías apenas
decentes, habrá que estar al pendiente de este tipo de eventos para procurar
capturar mejores imágenes el año próximo (Se puede ver la lista de eventos para el 2015 Aquí) y ver si puedo lograr hacer alguna foto increíble como la que hizo Alvin Wu o como las que lograron algunos más.
Y he aquí un “foto resumen” de lo que
fue el viacrucis en Semana Santa del 2014, que si bien es una tradición que se
repite año con año y de manera general no cambia, sí que vale hacer el
recorrido para recordarlo… Con gusto, te comparto la galería:
Jueves, 17 de
Abril de 2014. 20 minutos antes de las dos de la tarde ya estaba parado frente
a la iglesia, los rumores y los comentarios ajenos a los que puse extrema
atención indicaban que aquí sería el evento: La representación de la última
cena, un recordatorio de lo que pudo haber sido los últimos momentos de Jesucristo
con sus discípulos aquella noche en el huerto de los olivos (Getsemaní) a donde
tenía la costumbre de orar.
Los últimos
detalles se estaban retocando al fin, la mesa estaba ya puesta; a cada minuto
la gente se acercaba más y más y pronto la concurrencia era notable. Cuando
todo estuvo listo, dieron marcha a la escenificación: Los apóstoles y Jesús
aparecieron de repente desde el interior de la iglesia para desarrollar esta
tradición.
Cargando al
Santo Cristo, llegaron justo a una parte del atrio de la iglesia en donde todo
se había levantado, se detuvieron justo en el lugar donde la mesa se había
colocado y, acomodando al Cristo de frente y atestiguando la representación,
cada uno tomó su respectivo asiento.
La ceremonia
continuó con las palabras de Jesús a sus apóstoles mientras, en primer lugar,
levantaba el incienso para purificar y santificar la sagrada cena y su
concurrencia; tomó cada alimento (cordero, pan y verduras) y los levantó al
tiempo en que con cada uno de ellos pronunciaba frases de pasajes que rememoran
lo sucedido aquella noche...
El padre
intervino y bendijo los alimentos, ocupó su lugar en la mesa, y todos tomaron
alimentos. La escena de los apóstoles simultáneamente se daba con la escena de
nosotros, los espectadores; pues al tiempo en que ellos comían, la concurrencia
empezó a repartir también los alimentos que cada cual dispuso a llevar para
acompañar y comer. Algunos repartían frutas, otros más jugo, algunos barbacoa
de borrego, tamales, antojitos, etcétera.
Yo,
desconocido de este aspecto en particular (ya que es la primera vez que me toca
estar en la última cena), no llevé alimento alguno; pero eso no fue motivo para
que me excluyeran, pues, concentrado en la cámara, apenas me di cuenta del
momento en que se acercaron a mí, cuando sólo vi un par de manos que
sonrientemente me ofrecían un vaso de jugo, un trozo de pan, verduras, y
barbacoa. Y dejé un momento la cámara, para integrarme a la degustación y
acompañamiento de la tradicional última cena…
Cuando
terminamos de compartir el alimento y los apóstoles agradecieron los suyos,
prosiguieron con el lavado de los pies, tanto por parte del padre a Jesús, como
de éste hacia sus discípulos y también de parte de los presentes a él; el
lavado de pies se llevó con calma y solemnidad, hasta que tocó seguir con la
representación en el momento en que Jesús se dirigía hacia sus discípulos y les
compartía por última vez el pan y el vino, del que sabemos nace la referencia literaria aquella de “Esta es mi sangre…”
Fue en ese momento en que Judas y sus intenciones fueron reveladas, y éste, al no soportar seguir presente ante sus cofrades, se marchó corriendo… Para dar
finalización a la representación de esta escena de Semana Santa, los apóstoles
y Jesús regresan a la iglesia; los presentes llevan al interior de la iglesia
la figura de Jesús, y con ello se concluye las labores de representaciones del
día, para proseguir al día siguiente, como marca la historia, con el juicio y
la crucifixión…
Miércoles, 16
de abril de 2014. La tarde se mantenía naranja y el viento soplaba
moderadamente, las nubes mantenían mucho más tiempo su posición aérea porque al
parecer no era tan intenso el movimiento allá arriba, no para notarse en un
abrir y cerrar de ojos desde abajo, donde practicaba caminata por la parte
trasera de la iglesia del pueblo.
Me topé con mi
tío y en cuestión de segundos estaba ya trepado en la motocicleta, me platicó
de una olla de agua en las afueras del pueblo, y luego de escucharle y asentir
con una gran interrogante en mi mente –pues no me imaginaba exactamente a qué
se refería- salíamos por carretera a buscar ese rumbo en medio de una incertidumbre
que si bien no garantizaba mínimamente encontrar el lugar, aseguraba un paseo
espectacular bajo el atardecer de Semana Santa.
“¿Por aquí o
por allá es la entrada?” Decía para sí mi tío, y yo solo enmudecía y de vez en
cuando le externaba uno que otro “Saaaabeeeer…” porque en realidad, ni idea
tenía de a dónde o cómo llegaríamos a tal lugar. Tomamos un desvío al interior
de una barranca y caminamos hacia adentro, buscando un desvío que nos condujera
hasta la “Olla de agua”; mientras tanto, la tarde iba alejándose. Llegamos a un
punto en el que no se podía avanzar más, subimos unas laderas y de repente nos
encontramos en medio de un lugar aparentemente abandonado, con vegetación por
doquier: Un camino estrecho se mostraba a algunas decenas de metros adelante,
pero aquí de inmediato a tres o cuatro metros a la redonda, no había indicios
de cómo poder entrar a tal camino porque nos rodeábamos de pastos, cactus,
árboles de mezquite, y muchas piedras.
Era como estar
en medio de la nada, si es que eso existe. El único sonido que percibí fue el
de mi respiración cansada, no más. La vista era espectacular: Los árboles, la
tierra, los cerros y las nubes me brindaron lo que considero unas de las
mejores escenas para fotografiar; ojalá les haya rendido el tributo merecido
con la cámara.
Como vimos que
no había ya más cómo avanzar hacia adelante, regresamos sobre nuestros pasos,
volvimos a caminar dentro del barranco en medio de un río seco que sólo mantenía
(además de mucha arena) líneas de erosión en las piedras y suelos que lo
componen, quizá como un último recurso para mostrar que hace mucho tiempo el
agua llegó a alcanzar un nivel provechoso para la zona.
Son escenas
muy comunes en estos lugares, las que parecen de un tiempo prehistórico. Lo he
dicho y creo que siempre lo repetiré, porque así mismo se repiten estas
imágenes; son parte icónica de lo que uno puede encontrar en medio de Oaxaca y
Puebla.
La tarde caía
con más prisa. El sol se despedía poéticamente desbaratando el cielo de nubes
en fragmentos de colores intensos y cálidos y aquí abajo la vegetación
cooperaba con siluetas definidas mágicamente. Espectacular, tanto que si en ese
momento hubiera sabido que no lograríamos el cometido de llegar a la “Olla de
agua” no me hubiera importado tanto, porque el estar en el momento justo presenciando
un atardecer de esa belleza bien podría ser el único motivo por el cual
habríamos salido para aguardar la tarde y haber caminado en medio del barranco;
es invaluable, y tan breve que debe disfrutarse con la menor cantidad de
parpadeos posible.
Un caminante
nos aclaró la ruta para la “Olla de agua”, así que ya con menos luz que antes,
retomamos el camino sólo para ver si podíamos llegar, aunque fuese en medio de
una penumbra con apenas destellos luminosos en el horizonte. Luego de unos
minutos de camino por carretera, volvimos a adentrarnos en los caminos de
tierra y arcilla, y caminamos hacia abajo y luego hacia arriba una parte antes
de llegar a la Olla de agua (que está en la cima de un cerro); y luego de andar
por un camino un poco accidentado, pudimos con las últimas luces del día (aún
suficientes para distinguirse bajo una mancha de arrebol, los lejanos cerros de
quién sabe dónde) ponernos frente a dicha Olla de agua y ver de qué se trata.
Es un proyecto
que busca recaudar agua directamente de la lluvia (ya decía yo el porqué de
estar prácticamente en la cima de un cerro), que permitirá a unos 50 habitantes
directos captarla y destinarla para su posterior uso humano y riego de la
tierra. Yo no sabía que se llamaba “Olla de agua” a estas albercotas, pero fue
bueno aprenderlo. Afortunadamente nos tocó verla casi llena, y eso demuestra lo
útil que son este tipo de implementaciones, sobre todo en lugares como estos
cuya característica principal es ser semiáridos y contar con poca precipitación
pluvial.
Una vez conocida la Olla de agua, y habiendo caído la noche, regresamos a casa, mientras, pensaba yo: “Esto será genial contarlo…” Y no me equivoqué.