Jueves, 17 de
Abril de 2014. 20 minutos antes de las dos de la tarde ya estaba parado frente
a la iglesia, los rumores y los comentarios ajenos a los que puse extrema
atención indicaban que aquí sería el evento: La representación de la última
cena, un recordatorio de lo que pudo haber sido los últimos momentos de Jesucristo
con sus discípulos aquella noche en el huerto de los olivos (Getsemaní) a donde
tenía la costumbre de orar.
Los últimos
detalles se estaban retocando al fin, la mesa estaba ya puesta; a cada minuto
la gente se acercaba más y más y pronto la concurrencia era notable. Cuando
todo estuvo listo, dieron marcha a la escenificación: Los apóstoles y Jesús
aparecieron de repente desde el interior de la iglesia para desarrollar esta
tradición.
La ceremonia
continuó con las palabras de Jesús a sus apóstoles mientras, en primer lugar,
levantaba el incienso para purificar y santificar la sagrada cena y su
concurrencia; tomó cada alimento (cordero, pan y verduras) y los levantó al
tiempo en que con cada uno de ellos pronunciaba frases de pasajes que rememoran
lo sucedido aquella noche...
El padre
intervino y bendijo los alimentos, ocupó su lugar en la mesa, y todos tomaron
alimentos. La escena de los apóstoles simultáneamente se daba con la escena de
nosotros, los espectadores; pues al tiempo en que ellos comían, la concurrencia
empezó a repartir también los alimentos que cada cual dispuso a llevar para
acompañar y comer. Algunos repartían frutas, otros más jugo, algunos barbacoa
de borrego, tamales, antojitos, etcétera.
Yo,
desconocido de este aspecto en particular (ya que es la primera vez que me toca
estar en la última cena), no llevé alimento alguno; pero eso no fue motivo para
que me excluyeran, pues, concentrado en la cámara, apenas me di cuenta del
momento en que se acercaron a mí, cuando sólo vi un par de manos que
sonrientemente me ofrecían un vaso de jugo, un trozo de pan, verduras, y
barbacoa. Y dejé un momento la cámara, para integrarme a la degustación y
acompañamiento de la tradicional última cena…
Cuando
terminamos de compartir el alimento y los apóstoles agradecieron los suyos,
prosiguieron con el lavado de los pies, tanto por parte del padre a Jesús, como
de éste hacia sus discípulos y también de parte de los presentes a él; el
lavado de pies se llevó con calma y solemnidad, hasta que tocó seguir con la
representación en el momento en que Jesús se dirigía hacia sus discípulos y les
compartía por última vez el pan y el vino, del que sabemos nace la referencia literaria aquella de “Esta es mi sangre…”
Fue en ese momento en que Judas y sus intenciones fueron reveladas, y éste, al no soportar seguir presente ante sus cofrades, se marchó corriendo…
Para dar finalización a la representación de esta escena de Semana Santa, los apóstoles y Jesús regresan a la iglesia; los presentes llevan al interior de la iglesia la figura de Jesús, y con ello se concluye las labores de representaciones del día, para proseguir al día siguiente, como marca la historia, con el juicio y la crucifixión…
Con gusto, te
comparto la galería:
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