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viernes, junio 12, 2015

:: Otras caras de la barranca del muerto ::

Barranca del muerto (01)

Lunes, 06 de Abril de 2015. En la cúspide del medio día, el Sol nos arrojaba su calor y su luz; minutos antes platicaba con Genaro (mi tío) luego de no hacerlo por varios años, y la naturalidad de hacerlo como si el tiempo no se hubiera colocado en medio nos llevó a simplemente levantarnos del patio y caminar hacia la Barranca del muerto, sin más propósito que andar sobre nuestros pies mientras la plática continuaba en el tema que habíamos abordado sentados en las sillas.

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Caminamos calles arriba hasta toparnos con la bajada que adentra en el barranco; la vista de izquierda a derecha lo definía claro y con apenas algunas sombras en sus cortadas paredes, y entre cerrando el ojo y agudizando la vista se lograba definir hasta perderse en los matorrales sobresalientes, el mismo barranco que siempre nos despierta las ganas de visitarlo.

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Al principio fue la ruta común, la conocida por todo aquel que la desciende en esta parte del pueblo y que muchos presumirían poder tomarla con los ojos cerrados. Yo podría intentar hacerlo pero me perdería de este sistema arcilloso de paredes, cuevas, lozas, y piedras a mitad del camino. Así que procuré abrirlos lo más que el día me permitiera, y traté de ver cosas que antes no. Y en cierta forma lo logré, no tanto por haber agudizado los sentidos, si no porque a lo largo de este tiempo la barranca ha cambiado. Derrumbes más, lluvias menos, plantas nuevas y viejas hacían de este mismo lugar, uno diferente.

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O es que aprendí un poco a observar quizás, y a percatarme que la Barranca del muerto es mucho más que ese tramo que antes yo recorría solitario; porque ahora que llegamos a la popular pared que detiene el paso a los visitantes primerizos, no dimos la vuelta y regresamos; no, tuvimos la osadía de subir, brincar, escalar cuanto fuera posible para ir de frente en este enorme surco y avanzar lo más posible. Eso sí que era nuevo, y por lo mismo, no podía claudicar si no hasta ver a dónde el mismo paso se cerraba a sí mismo.

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Pero no es tan simple como se lee, resulta que mientras más avanzábamos y más nos metíamos en el corazón del barranco, más obstáculos debíamos superar, y erróneamente pensábamos que estábamos cerca de alguna planicie extensa pero sólo nos encontrábamos con pequeños espacios que terminaban cerrándose en nuestras narices; aunque eso sí, de una belleza geológica en donde también jugaba la vegetación, digna de retratarse. El barranco es como una serpiente mitológica, dibuja un surco en curvas abiertas y cerradas y de repente le nacen unas cinco cabezas, tomas uno de esos caminos y te conduce hacia una pared alta que no tiene ni el menor de los modales para insinuarte que no podrás ascender; así que regresas y por medio de un volado mental eliges otro camino y avanzas sobre él, y te preguntas qué podrías haber encontrado en alguno de los tres restantes, pero como ya vas en éste, debes procurar terminarlo… Y de nuevo te toca elegir alguno de los dos o tres caminos en los que se divide el actual y comienzas nuevamente a dibujar el mapa en tu mente, pero te das cuenta que hasta ahora has tomado cuatro o cinco desvíos en total desde que te encontraste la primera bifurcación al iniciar el recorrido…

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Pero es seguro que cada opción que puedas elegir te conduzca a un terreno hermoso y difícil de transitar, me topé con puntos extremadamente bellos que hasta llegué a pensarlos inexplorados, pero no, de vez en cuando se veían rastros viejos de humanos, lo que también era un aliciente porque significaba que en cierta forma estábamos pisando terreno con alguna forma de salir. Y el silencio general sólo permite escucharte a ti mismo y a tu respiración entrecortada cada vez que debas brincar la falda de un peñasco, o saltar de una roca a otra, o sujetarte de una raíz posiblemente falsa con tal de bajar a barrancos situados un nivel más que el original, o aventar tu cuerpo al caminar para poder pasar en medio de los arbustos secos de orégano o entre las espinas de las plantas; y todo ello, sin la anticipación de cargar un poco de agua…

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Curiosamente, encuentras agua, ya sea en un charco dentro de una pequeña cueva bajo toneladas de roca, o inclusive en pequeñas pozas que la misma agua ha tallado en el cuerpo de las piedras, y es raro verles porque uno supondría que debían evaporarse ya sea por el calor o bien por las pocas cantidades de lluvias que sugiere haber en este lugar; pero no, ahí están a la merced de las aves, los roedores, los reptiles y los artrópodos; y sólo es uno de los aspectos llamativos que se pueden ver mientras conoces por primera vez estos rincones.

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Los otros aspectos son los caprichos de la naturaleza para formar estas zonas, distribuir la vegetación, colocar las piedras y dibujar figuras curiosas en las paredes con grietas, con lavados del suelo y con derrumbes; era como sentir ojos vigilándonos, posiblemente alguno que otro Tupa que no veía muy a menudo venir gente se divertía con nuestros episodios de sufrimiento y frustración. Cuando por fin logramos ascender en el barranco (no salir de él) y pisar “suelo a nivel normal”, nos dimos cuenta que el barranco tiene brazos que rodean trozos de terreno por doquier, como si se tratase de un archipiélago, sólo que sin agua y en lugar de ella tiene caídas y acantilados protegiendo las fallas. No me lo esperaba, pero el Yucu Zaa siempre anda dando de qué hablar.

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Observando a los “islotes” sobresalir del barranco, se imagina uno el tipo de ruptura geológica y su magnitud en aquel tiempo cuando sea que haya sido, o cuanto sea que haya tardado para hacer esto. Cada trozo de cerro (porque ya estaban prácticamente en la pierna del cerro) que era rodeado por barranco parecía poseer su identidad propia, tenían su forma peculiar, su jardín propio y su tipo de suelo bien marcado. Era como si apropósito alguien hubiera desgarrado todo y hubiera tomado desde cualquier punto del cerro tal o cual planta y la hubiese colocado hasta de manera estratégica para lucir como un cuadro en cada roca sobresaliente. Hasta parecían podados, regados, barridos y sacudidos todos ¿Qué misterio hay aquí, a parte de la propia naturaleza?

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Y por si fuera poco, me tocó conocer a una larga y alta formación rocosa que se extendía por en medio del camino principal del barranco, luciendo a base de colores la erosión del suelo en capas bien definidas. Y me recordó su forma una locomotora, y no pude más que asombrarme de nuevo y quedarme atónico ante este paisaje; porque no solamente era esta parte de barranca lo que tenía frente a mí, si no todo el producto de las elecciones de los diferentes caminos tomados… Lo que me hizo reflexionar que, como no podría recordarlos con exactitud para retornar a este punto, probablemente sería la primera y última vez que pudiera estar ahí…

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Probablemente así será, quién sabe, y no lo digo por mera formulación literaria; es que realmente de regreso tuvimos problemas para encontrar el camino original: Nos volvimos a perder por varios tramos, regresamos por caminos que ni habíamos tomado, y después de volver a subir, bajar, brincar, escalar y resbalar; al final encontramos la primera bifurcación y de ahí todo fue más fácil para poder volver a casa… Pero si ahora mismo o estando allá en el punto inicial del recorrido me preguntas cómo hay que hacerle para llegar…De antemano te digo que no esperes respuesta alguna porque sinceramente no lo recuerdo. Tal vez como dijeran algunos por aquí: El cerro se apiadó de mí y me lo quiso mostrar por única ocasión…

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Con gusto, te comparto la galería:
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