Viernes, 01 de Enero del 2016. Luego
de salir del museo caminamos directo a la recepción del Centro Ecoturístico. En
el tiempo que estuvimos dentro del museo la tarde se acentuó y ya se sentía la
proximidad del ocaso. Vimos de nueva cuenta la lona que describía los 8
diferentes paseos, los cuales son:
1.- Parque Ecoturístico “Turritelas”.
Puente colgante, yacimientos de fósiles marinos y flora.
2.- La biznaga gigante. Biznaga
gigante de 3 metros de altura y más de 1000 años de edad.
3.- “Huellas, dinosaurios carnívoros”.
Sendero interpretativo de fallas geológicas, 50 huellas de dinosaurios
carnívoros.
4.- “El Pedimento”. Cima de una pequeña
montaña con vista panorámica, sitio de rituales a la naturaleza.
5.- “El campanario”. Yacimientos
fosilíferos, falla geológica con mirador, contemplación de amaneceres y
atardeceres.
6.- “Las estrellas”. Recorrido
nocturno, apreciación de fauna silvestre, rastros, huellas, cielo.
7.- “Icnitas de Pterosaurios”. 174
huellas fósiles de saurios, destacan las de reptiles alados.
Luego de pensar un poco y midiendo las
circunstancias en las que estábamos, y sobre todo tomando en cuenta el tiempo
que faltaba para que llegara la noche, nos decidimos por visitar la biznaga
gigante. Los demás son también muy interesantes (algunos incluyen el trayecto a
caballo), pero no íbamos con la idea, tiempo o accesorios necesarios como para
poder tomarlos; sin embargo ya están anotado en los planes posteriores, porque…
¿No sería grandioso disponer de un par de días para quedarse hospedado aquí y
hacer todos los paseos con calma, sobre todo ese que involucra vistas del cielo
nocturno donde seguramente –en el mes adecuado- se pueda tener de fondo
fotográfico la vía láctea? Vaya que lo sería.
Nos dirigimos pues, con nuestro mismo
guía, y ya entrados en confianza por dos tours anteriores se dio la plática
amena y la caminata pausada y calmada, quizá entendía el valor de detenerse a
ciertos puntos a contemplar el paisaje lleno de órganos y poco a poco bañado de
amarillo del crepúsculo.
El recorrido se va dibujando a medida
que nos internamos en zonas llenas de órganos (cactáceas sin ramificaciones) en
su diseño, es como apreciar miles de horcones verdes apuntando exclusivamente
al cielo y destacando sobre los magueyes, izotes, biznagas, palos verdes,
garambullos y patas de elefante (sotolines). El viento acelera un poco a nivel
de suelo, y uno se imagina que a nivel de las nubes debe ser un poco más
intenso ya que éstas se desplazan con cierta notoriedad. Todo eso bañado de un
toque amarillo naranja en la iluminación provoca detenerse y llenar los ojos de
contemplación pura.
Y el camino sigue, de una forma muy
natural y con el dibujo del paraje, viendo la convivencia natural sin mucha
intervención de la mano del hombre, nos vamos acercando cada vez más, y cada
vez más las pautas se prolongan, entre más cae el ocaso más maquillados se ven
los paisajes alrededor. Y las nubes danzan y dibujan amoríos mal correspondidos,
y con gran elocuencia comparten sus historias. Por doquier te rodean los cactus,
ahora eres parte del paisaje que veías minutos atrás; estás atrapado en medio
de esa población mayoritaria de decenas o quizás centenas de años, te sientes
pequeño, eres pequeño; pero lejos de intimidarte, te cobijan con la cálida
frescura del viento.
Poco a poco el sendero va dibujando
curvas cada vez más cortas y cerradas, indicio de la proximidad al veterano
mayor de todos, el viejo, el que quizá estaba ya cuando la mayoría de la demás
vegetación aún ni existía; sí, me refiero ni más ni menos que a esa biznaga
gigante.
Uno pensaría al principio que al
tratarse de una biznaga, cuya forma general es esférica, se toparía con una
enorme esfera con decenas de gajos, pero no, su crecimiento, al igual que los
órganos, es hacia arriba; y la mente vuela un poco y hace preguntarte si acaso
una biznaga no será un tipo de cactus “órgano” que sólo es de crecimiento muy
lento, y que deben pasar miles de años para que tome esa forma de poste al
igual que muchas especies más. Quién sabe, lo seguro es que es asombrosa, y la
han mantenido mucho porque representa en una sola vida de ella muchas
generaciones de personas como nosotros. Quién sabe de qué acontecimientos
históricos no ha sido testigo. Si pudiera hablar nuestro idioma ¿Qué nos diría?
Su presencia en notoria, demasiado; es
un gran alivio que no haya sido devorada por el ganado (o quizás sí pero no le
mataron) y que aún esté presente, teniendo en su parte superior aún el verde
que caracteriza la vegetación de esta flora. Qué sublime se ve, y al mismo
tiempo imponente. Vale la pena conocerla para nuevamente colocar los pies en la
tierra.
De regreso, aún con los últimos
momentos de luz del día, los paisajes seguían alucinando el recorrido, el cielo
se tornaba de un rojizo melancólico, y la biznaga gigante, junto con sus
hermanos menores, se preparaban para recibir la noche y descansar un día más, a
la expectativa de durar, quizá, otros cientos de años…
Con gusto, te comparto la galería:
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