Lunes, 28 de marzo de 2016. Había pasado la semana santa, la ceremonia religiosa había concluido y todo parecía regresar a la normalidad, por lo menos así parecía en Chazumba, no así en sus afueras apenas a 20 minutos de distancia, rumbo a Zapotitlán y San Antonio Texcala, donde los arbustos se empezaban a teñir de amarillo y este majestuoso evento parecía aún no llegar a Chazumba, ¿Será que tal fenómeno viene de allá, de tierras poblanas, a Oaxaqueñas? Quién sabe.
Mientras zonas muy específicas no
mostraban las manchas amarillas, como esos parajes en su mayoría incólumes donde
los cerros se visten exclusivamente de cactus (sí, hablo de Zapotitlán), otras
más, a nivel de carretera, ya se empezaban a fundir en amarillo; y esto se debía ni
más ni menos que a los mezquites. Mientras que en esta pequeña zona en el lado
de Oaxaca los paisajes en mero semana santa se visten de amarillo gracias a los
quiotes (flores del maguey), a escasos kilómetros hacia Puebla no se observa
tanto tal espectáculo; me imagino que se debe quizá a la no tan cundida población del agave por allá.
Y así mismo, es como si de aquel lado
hubiese más mezquites que de este lado, y esa sea la causa de la apreciación del
tinte amarillo. No estoy del todo seguro, pues es la primera vez que observo esto
y supongo que es algo pronto para concluir algunas impresiones. Tan así es que
no conocía cómo era la flor del mezquite, mucho menos su color; y me recordó a lo
que sucede en Tapachula en ese mismo momento con el amarillo de las flores que
tapan la desnudez de los árboles de primavera; todo estaba sincronizado, y
cuando recapacitas en el hecho de que tenía una semana de haber empezado la primavera, entonces la explicación surge de inmediato.
Los amarillos resaltaban entre el oscuro del asfalto, el verde grisáceo de la vegetación cactácea, lo seco de los pastos y el azul del cielo nublado, eso me encantó; no pensé que algo así pudiera observarse por estos caminos. Me acerqué a uno de los mezquites y me di cuenta de la distribución de sus flores y las formas de ellas, son realmente hermosas; por algún motivo me recordaron el florecimiento de los cerezos en Japón; Y cuando me alejaba se veían como arbustos secos con trozos de papel de china pegados a lo largo de sus ramas.
Forman paisajes sublimes, comparten terreno
y vista con los sotolines y escoltan al caminante por los senderos que conducen
a aquellos pueblos que están en los desvíos de la carretera federal. ¡Qué
mágico debe ser caminar y ser cubierto a ambos lados del camino por las sombras
caprichosas de los mezquites florecientes en oro!
Con gusto, te comparto la galería: