Sábado, 14 de Octubre de 2017. El
siguiente pueblo indígena es Zinacantán, apenas a unos cuantos minutos de la
entrada de San Juan Chamula (tomamos ahí el transporte ya que no hay encontramos
uno que fuera de San Juan Chamula a Zinacantán de manera directa). Había estado
ahí aquí antes ya, pero ahora se le veía una cara un tanto diferente; si bien
había cambiado de manera positiva en unos cuantos años, los recientes sismos
habían afectado los suficiente como para notarse las consecuencias, sobre todo
a las construcciones emblemáticas y por ende antiguas de este mágico pueblo.
Aun así, conserva su encanto tranquilo
y fresco, con ventiscas esporádicas leves que te invitan a permanecer así,
rodeado de valles verdes y de relieves que guardan celosamente al pueblo. En
los alrededores puede ver el rostro más natural de Zinacantán, el rostro de la
tierra y el agua, de los árboles y los rebaños, de los frutos y las flores.
Los paisajes son tan variados que
debes tomar el tiempo para ver a cada uno de ellos, y si puedes, eternizarlos.
Estuvimos bastante tiempo observando un rebaño de borregos y con la niebla y el
suelo verde, parecíamos estar en otro lugar por un momento, y luego regresar de
pronto. Luego de eso, después de haber platicado con un señor sobre los viveros
y cultivos de rosas, nos dirigimos a conocerlos.
Pese a que es propiedad privada, los
invernaderos se encuentran accesibles y sin restricciones; aunque no por eso
entramos a uno de ellos sin haber pedido permiso antes. Luego de solicitar el
paso y luego de habernos permitido hacerlo, las voces de los trabajadores a
quienes no conocimos siguieron sus labores en los otros invernaderos mientras
observábamos el interior de uno de ello y tomamos fotografías de las rosas en
desarrollo.
Había miles de rosas seguramente, de
varios colores y en diferentes estados de desarrollo, algunas eran aún botones
y otras ya estaban abiertas; inclusive había invernaderos donde sólo se sembró rosas
roja, quizás por ser la de mayor demanda. sin darme cuenta de repente Reynaldo
estaba detrás de mí, es el encargado de los invernaderos y me explicó la manera
en cómo se realizan los injertos, la cosecha, el cuidado, la exportación y la
conservación de estas flores, además de otras variedades de flores que también
crecen aquí y se envían a otras partes del país.
Luego, se marchó y estuvimos unos minutos más en medio de todas esas flores, realmente estar en medio de surcos de rosas es algo conmovedor, y en una de esas hasta se pregunta uno "¿A dónde irá a parar esta?". Al salir a esperar al mototaxi que nos levaría de regreso al pueblo, nos topamos con un peral; cortamos un par de frutos y los comimos. Pese a su apariencia tosca y su color apagado, esas peras estaban realmente deliciosas.
Una vez llegados al pueblo, en la estación
de transporte público hacia San Cristóbal, esperamos para el regreso; llegamos
a buena hora todavía a San Cristóbal a comer y a pasear un poco más, total, quedaba todavía un día y medio por recorrer...
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