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sábado, septiembre 29, 2018

:: En “Río arriba” ::

Río Arriba (01)

Domingo, 28 de Enero de 2018. Madrugué más de lo normal para que pudiéramos llegar a tiempo a Huehuetán antes del amanecer, y así pasar por los que según habían quedado en ir a pescar. No recuerdo cuántos habían quedado en ir pero al final solamente uno pudo acompañarnos: Carlos. Y así, luego de pensar en que seríamos un grupo como de seis personas, acabamos siendo nada más tres.

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La meta del día era pescar en un río que tiene la curiosidad de unirse al manglar, en el municipio de Villa Comaltitlán, en la localidad de “Río Arriba”. No tenía referencias sobre este lugar (inclusive era la primera vez que escuchaba ese nombre) más allá de lo que me había contado Hugo: que era un lugar cuyo río se conecta con la Reserva de la Biosfera "La Encrucijada". Pero podía suponer un poco su apariencia debido a que por su ubicación comparte la variedad de vegetación, paisajes, clima, fauna y frutos con otros lugares cercanos que ya he visitado. Lo interesante fue observar cómo en este pequeño lugar se había aprendido a convivir "en armonía" con el río.

Río Arriba (08)

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Porque ciertamente no es un río cualquiera, de esos que pasan al lado y siguen su camino en serpenteadas formas hasta perderse en la lejanía; no, este río pasa a un costado de la pequeña población, lo acaricia y se conduce poco a poco por el canal mientras se va dibujando un paisaje cada vez más abierto; con elementos como agua, tierra, vegetación y cielo; dando la oportunidad -contada ocasiones- de poder admirar algunas especies de aves que habitan la zona, y con suerte, sacarles fotografías.

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Es un río tranquilo, de aguas calmadas, que se asemeja a un espejo largo e irregular sobre el cual se han dispuesto pastizales tan densos que apenas podría caminarse en medio de ellos; con árboles variados a sus anchas, de diversas especies, pero sin que falte el tan característica sauce. Todo convive de manera tranquila, se puede observar que los animales que se acercan al río para hacerse de sus recursos están sabidos de nuestra presencia, y aquellos que son muy precavidos tienden a apartarse cuando estamos muy cerca de ellos (para volver una vez nos hayamos alejado lo suficiente); pero hay otros que no son tan precavidos, o simplemente no les afecta a primera instancia nuestra presencia o ver que nos acercamos, y nos permiten admirar un poco más su belleza.

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Y mientras observas la fauna y los paisajes abiertos llenos de luz, te vas acercando a partes cada vez más interesantes, más estrechas por la exuberante vegetación (que poco a poco va creciendo a medida que te internas más a fondo en el cauce del río), y más oscuras y más "peligrosas"; ves cómo se están adentrando en la zona que es dominio del mangle, en esa zona en la que ya no existe un canal o un río estrecho; si no un suelo líquido sobre el cual toda la vegetación se alza, conquistándole, superando las circunstancias con una creatividad tan sabia e ingeniosa que solamente la naturaleza en su más pura presentación puede brindar.

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Las formas, texturas, colores y zonas en donde la luz no llega hacen de este recinto un bosque flotante, con miles y miles de brazos que no respetan las condiciones en que se encuentren, hallando siempre la manera de llegar al agua por muy alto que ésta pueda ubicarse.

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El paisaje es dominado ahora por los tonos verdes de la vegetación y del agua, al menos en medio y abajo; porque arriba se logra a preciar parcialmente el azul claro del cielo y con suerte, algunas muestras de aves que lo cruzan en armonía y en formación envidiable. 

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Pero en medio y abajo, casi todo está cubierto por la vegetación, con zonas iluminadas y otras oscuras que esconden entre sí, fauna, y de entre ellas la acuática; que además de peces (esos a los que fuimos a buscar) contiene especímenes de "lagartos" (cocodrilos) que no daban muestras de presencia, hasta que alguien tuvo la osadía de, estando la canoa en reposo, bajar un pie para sentir la profundidad.

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Inmediatamente la leve vibración de la textura áspera del lomo del reptil hizo que la reacción fuera más un reflejo que otra cosa: levantar el pie de inmediato y regresar a bordo de la canoa. Luego de esa eventualidad y ver que era muy difícil poder encontrar un lugar para pescar a estas alturas (estábamos al final de la zona donde se permite pescar, cerca de un letrero que indica el inicio de la reserva de la biósfera "La encrucijada", por lo cual, no podíamos ir más allá).

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Decidimos mejor regresar; no valía la pena arriesgarse tanto sabiendo que no hay buenos lugares para pescar y sobre todo, sabiendo que hay un riesgo presente (porque luego nos contaron que se han encontrado indicios de "ataques" por parte de estos reptiles a personas locales de la comunidad); así que, teníamos suficiente con lo visto, logramos apreciar la belleza de este lugar y tener una idea de los riesgos que conlleva.

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Así que regresamos sin pesca, pero observando de regreso esos paisajes bellos que se encuentran en el interior de este manglar. Al momento de regresar a la comunidad, contamos la aventura al tiempo en que unas mojarras se freían en el sartén mientras las primeras cervezas eran consumidas. Luego, en pleno festín, recordábamos con cierta gracia lo que había pasado; pensando en que habrá que ser más cauteloso la próxima vez que vengamos...

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Con gusto, te comparto la galería:
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