Domingo, 28 de Enero de 2018. Madrugué
más de lo normal para que pudiéramos llegar a tiempo a Huehuetán antes del
amanecer, y así pasar por los que según habían quedado en ir a pescar. No
recuerdo cuántos habían quedado en ir pero al final solamente uno pudo
acompañarnos: Carlos. Y así, luego de pensar en que seríamos un grupo como de
seis personas, acabamos siendo nada más tres.
La meta del día era pescar en un río que
tiene la curiosidad de unirse al manglar, en el municipio de Villa Comaltitlán,
en la localidad de “Río Arriba”. No tenía referencias sobre este lugar (inclusive
era la primera vez que escuchaba ese nombre) más allá de lo que me había
contado Hugo: que era un lugar cuyo río se conecta con la Reserva de la Biosfera
"La Encrucijada". Pero podía suponer un poco su apariencia debido a
que por su ubicación comparte la variedad de vegetación, paisajes, clima, fauna
y frutos con otros lugares cercanos que ya he visitado. Lo interesante fue
observar cómo en este pequeño lugar se había aprendido a convivir "en
armonía" con el río.
Porque ciertamente no es un río
cualquiera, de esos que pasan al lado y siguen su camino en serpenteadas formas
hasta perderse en la lejanía; no, este río pasa a un costado de la pequeña población,
lo acaricia y se conduce poco a poco por el canal mientras se va dibujando un
paisaje cada vez más abierto; con elementos como agua, tierra, vegetación y
cielo; dando la oportunidad -contada ocasiones- de poder admirar algunas
especies de aves que habitan la zona, y con suerte, sacarles fotografías.
Es un río tranquilo, de aguas
calmadas, que se asemeja a un espejo largo e irregular sobre el cual se han
dispuesto pastizales tan densos que apenas podría caminarse en medio de ellos;
con árboles variados a sus anchas, de diversas especies, pero sin que falte el
tan característica sauce. Todo convive de manera tranquila, se puede observar
que los animales que se acercan al río para hacerse de sus recursos están
sabidos de nuestra presencia, y aquellos que son muy precavidos tienden a
apartarse cuando estamos muy cerca de ellos (para volver una vez nos hayamos
alejado lo suficiente); pero hay otros que no son tan precavidos, o simplemente
no les afecta a primera instancia nuestra presencia o ver que nos acercamos, y
nos permiten admirar un poco más su belleza.
Y mientras observas la fauna y los
paisajes abiertos llenos de luz, te vas acercando a partes cada vez más
interesantes, más estrechas por la exuberante vegetación (que poco a poco va
creciendo a medida que te internas más a fondo en el cauce del río), y más
oscuras y más "peligrosas"; ves cómo se están adentrando en la zona
que es dominio del mangle, en esa zona en la que ya no existe un canal o un río
estrecho; si no un suelo líquido sobre el cual toda la vegetación se alza,
conquistándole, superando las circunstancias con una creatividad tan sabia e
ingeniosa que solamente la naturaleza en su más pura presentación puede
brindar.
Las formas, texturas, colores y zonas
en donde la luz no llega hacen de este recinto un bosque flotante, con miles y
miles de brazos que no respetan las condiciones en que se encuentren, hallando
siempre la manera de llegar al agua por muy alto que ésta pueda ubicarse.
El paisaje es dominado ahora por los
tonos verdes de la vegetación y del agua, al menos en medio y abajo; porque
arriba se logra a preciar parcialmente el azul claro del cielo y con suerte,
algunas muestras de aves que lo cruzan en armonía y en formación envidiable.
Pero en medio y abajo, casi todo está cubierto por la vegetación, con zonas iluminadas y otras oscuras que esconden entre sí, fauna, y de entre ellas la acuática; que además de peces (esos a los que fuimos a buscar) contiene especímenes de "lagartos" (cocodrilos) que no daban muestras de presencia, hasta que alguien tuvo la osadía de, estando la canoa en reposo, bajar un pie para sentir la profundidad.
Inmediatamente la leve vibración de la
textura áspera del lomo del reptil hizo que la reacción fuera más un reflejo
que otra cosa: levantar el pie de inmediato y regresar a bordo de la canoa. Luego
de esa eventualidad y ver que era muy difícil poder encontrar un lugar para
pescar a estas alturas (estábamos al final de la zona donde se permite pescar,
cerca de un letrero que indica el inicio de la reserva de la biósfera "La
encrucijada", por lo cual, no podíamos ir más allá).
Decidimos mejor regresar; no valía la pena arriesgarse tanto sabiendo que no hay buenos lugares para pescar y sobre todo, sabiendo que hay un riesgo presente (porque luego nos contaron que se han encontrado indicios de "ataques" por parte de estos reptiles a personas locales de la comunidad); así que, teníamos suficiente con lo visto, logramos apreciar la belleza de este lugar y tener una idea de los riesgos que conlleva.
Así que regresamos sin pesca, pero observando de regreso esos paisajes bellos que se encuentran en el interior de este manglar. Al momento de regresar a la comunidad, contamos la aventura al tiempo en que unas mojarras se freían en el sartén mientras las primeras cervezas eran consumidas. Luego, en pleno festín, recordábamos con cierta gracia lo que había pasado; pensando en que habrá que ser más cauteloso la próxima vez que vengamos...
Decidimos mejor regresar; no valía la pena arriesgarse tanto sabiendo que no hay buenos lugares para pescar y sobre todo, sabiendo que hay un riesgo presente (porque luego nos contaron que se han encontrado indicios de "ataques" por parte de estos reptiles a personas locales de la comunidad); así que, teníamos suficiente con lo visto, logramos apreciar la belleza de este lugar y tener una idea de los riesgos que conlleva.
Así que regresamos sin pesca, pero observando de regreso esos paisajes bellos que se encuentran en el interior de este manglar. Al momento de regresar a la comunidad, contamos la aventura al tiempo en que unas mojarras se freían en el sartén mientras las primeras cervezas eran consumidas. Luego, en pleno festín, recordábamos con cierta gracia lo que había pasado; pensando en que habrá que ser más cauteloso la próxima vez que vengamos...
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