El pintor iraní Imán Maleki, es uno de los máximos representantes del realismo en la actualidad.
Ha sido galardonado con el premio William Bouguereau y el premio "Chairmanás Choise" en
El pintor iraní Imán Maleki, es uno de los máximos representantes del realismo en la actualidad.
Ha sido galardonado con el premio William Bouguereau y el premio "Chairmanás Choise" en
Ayer salimos hacia “Playa Linda” a pasar el fin de semana…
Puse más atención que otras veces y me di cuenta que en realidad hay mucho qué ver:
Eso nos hizo entrar en planes para futuras visitas y organizarnos para practicar la pesca en la playa.
No me enorgullece la foto que he sacado, y tampoco debería formar parte de algo tan subjetivo como un Blog; pero la coloco para ver si puedo brindarte un momento de reflexión en el que veas cuán afortunad@ eres, y en el que puedas confirmar que hay tantos milagros ocurriendo a nuestro alrededor, que la mayoría de ellos nosotros mismos los provocamos…
Aquel rincón lleno de recuerdos en tonalidades grises (imagínense fotografías antiguas, no un pasado turbio por favor) fue en donde un hombre, un día, llegó con sus tres pequeños hijos a fundar una escuela, a crear cambios, vivir anécdotas y a hacer nacer historia que después daría origen al legado que pretendo dejar algún día…
Ese punto geográfico que alguna vez fue mar, posee paisajes que te roban horas de contemplación y perturban tus más intensas preocupaciones, transformándoles en reflexiones y en razones para saber cuán grande eres.
Dejo unas panorámicas que mi hermano Guillermo tomó en diciembre del año pasado, yo no pude ir pero aún así me deleito con lo que me cuentan y lo revivo con las imágenes digitales que me han obsequiado.
Como conclusión, hay que disfrutar lo que aún nos queda de la naturaleza; porque la verdad, este problema ya no tiene solución….
O... ¿Tú que opinas?
“…Entre los restos arqueológicos de Chichén Itzá se le puede observar como una serpiente formada por rayos de luz que desciende por la alfarda de la escalinata principal del edificio construido en su honor, durante los atardeceres equinocciales de marzo y septiembre…”
Sin duda alguna, esta fecha representa un gran evento dentro de la astronomía, astrología, arqueología y no sé cuántas ciencias más…
Hoy, el gran Dios Kukulkán desciende en su pirámide, siendo el equinoccio de Primavera y regalándonos un espectáculo trascendental que sólo pueden verse un par de ocasiones al año.
Estoy pensando seriamente en darle un giro drástico a esta existencia; estoy planeando aletear un poco y emprender un viaje a ninguna parte...
Viajar al estilo Jack Dawson sin otra cosa más que el deseo de la aventura, unas hojas de papel en blanco, unos lápices, mi pluma fuente y mi cámara. Capturar mágicas texturas de la gente y sus vidas, tener el coloreado arrebol de los atardeceres del norte en un portarretrato en el sureste, empapar la lente de mi cámara con los aleteos de brisa costeña que las aves me brinden mientras veo gente viviendo y uno que otro despistado intentando no vivir…
Tengo curiosidad por saber a qué sabe un dulce queretano mientras recorro e intento descubrir si los pasillos coloniales de Guanajuato son tan espesos como las frondosas faldas que en La Guelaguetza pudiera dibujar. Añoro saborear la dulzura de las limas de Mérida y entender el por qué del fascinante acento de la gente al hablar. Tengo cierta incertidumbre al pensar en la sensación de conversar con un Chamula, mientras disimuladamente fotografío las paredes culturales que fortifican sus templos de añoranza, las iglesias en cuyo estilo perfecto no se deja ver la moderna e insípida mano del hombre moderno como en las típicas arquitectónicas formas que conjuntan a “La Cripta” en mi ciudad.
Quisiera dibujar a la gente cuando mi cámara no pudiera usar, escribirle versos al agua que baña los desérticos valles de Puebla aún cuando poemas no sé fabricar. Sueño con hacer notas manuscritas y acumular todo tipo de aventuras en mi mochila, alimentadas por recortes y fotografías de mí con extranjeros; o por lo menos registrarlas en el Blog para que cuando ya no pueda mis pies mover, mis ojos me hablen de lo que antes me atreví a hacer.
Intento no pensarlo mucho, porque entre más pienso, más me tardo y menos actúo. Estoy ansioso por capturar los animales del gran ahuehuete, allá en Santa María del Tule; y presumirlo con nadie, compartirlo con todos. Es posible que, si tengo espacio, cargue conmigo mi quena, en cuyo sátiro sonido se esconden notas sin forma ni color, porque aún no logro obtener resultados satisfactorios al provocar su canto.
Ansío oler colores, escuchar formas y ver olores de las tradiciones que nos forman y que vamos alejando de nuestras vidas a causa del poco compromiso que ahora nos han enseñado a forjar. Quiero platicar con la gente y saber las historias más increíbles que sólo existan en las arrugadas expresiones de los viejos; quiero saber que hay personas que al igual que yo, intentan ver mucho más de lo que los demás pueden -o quieren-, y sentirme parte de algo…
Necesito saber qué se siente arrojar una moneda a una fuente, y buscar la forma de recuperarla porque no estoy para darme el lujo de gastar; necesito saber qué se siente platicar con los turistas de otros países y ambas partes intentar obtener una buena comunicación a pesar de nuestras limitantes lingüísticas. Necesito saber a qué sabe caminar en medio de una ciudad en donde no tengo ni pasado, ni planes, y en donde cualquier cosa pudiera suceder…
Debo confiar y reafirmar en ello; y entonces, una vez cumplida mi insistencia, volver al nido para que me corten las alas… Y esperar a que me crezcan nuevamente…Para iniciar otro viaje y recorrer lo que me falte...
Es como si las personas pensaran que las reglas o normas no existiesen, como si no importaran, como si no creyeran que ellas bien pueden definir la diferencia entre la rutina y la tragedia:
Tres tipos en el banco, que, habiendo leído el letrero de la puerta, entraron sin hacerle caso:
No les importó leer que no pueden usarse ni gorras, ni lentes oscuros, ni teléfonos celulares:
He aquí al primero y al segundo tipo, evadiendo las normas:
En cierta ocasión, Lacho y sus amigos se fueron a caminar por todo el cauce de un arroyito que pasaba a orillas de un poblado, allá en el municipio de VILLAFLORES.
Era una tarde de Abril, tarde transparente, el cielo estaba límpido, las nubes semejaban pompas de algodón, eran tan blancas que parecían espumas con fondo azul. A lo lejos, en la serranía se observaba nuboso, encalinado. La sierra se veía gris, los robles tenían un color tostado, estaban cubiertos de una neblina que acentuaba más el calor de esos días.
Era el mes de Abril, los pájaros empezaban a construir sus nidos en las puntas de las ramas de los árboles. Señal que el año agrícola sería bueno, que las lluvias vendrían oportunamente y que serían suficientes y moderadas y no se registrarían ciclones en todo el año; los árboles festejaban a la primavera mostrando sus estrenos confeccionados con hojitas nuevas, los toros en trillado rastrojo bramaban y llamaban a las vacas, con el bramido propio de un macho de su especie que llama a su hembra en víspera de la temporada de celo; el garañón también relinchaba de júbilo después de haber correteado a la potranca; uno que otro campesino acudía a su parcela para dar un último vistazo a sus alambradas y trancas de puertas de acceso, en espera de las primeras lluvias; otros más iban a requemar el rastrojo o a saborear una que otra taberna de mata de coyol, que constituía el refresco de la temporada.
Los árboles engalanaban el cauce de aquel arroyito que bajaba de las montañas y era tributario del río “El Tablón”, río de SUCHIAPA; con las flores propias de la estación en donde las abejas se daban prisa en recolectar el polen y néctares de las flores, para almacenarlos en las celdillas de sus colmenas y madurar sabrosa miel.
Las chicharras asidas a los árboles dejaban escuchar el sonsonete de sus monótonos cantos, haciendo de aquel medio un ambiente ruidoso, estentóreo, pero muy agradable porque le daba el sello propio al mes de Abril…
En muchas cercas de alambrados se miraban con deleite el jocote maduro, fruto propio de esa temporada; la chachalaca ya buscaba sitio para el nido en los bejucales más tupidos; la ardilla ya se trepaba al manguero en busca de un mango sazón y el llamanorte ya dejaba oír su canto en un amate verde.
Lacho y sus amigos iban pescando y recolectando todo lo que encontraban en las pocitas más hondas o bajo las piedras de aquel arroyito. Todo cuanto encontraban lo depositaban dentro de un morral. “Cueveaban”, tiraban de machetazos, golpeaban una piedra con otra, removían la piedra golpeada y así iban llenando el morral con el producto de aquella pesca y recolección, que consistía en: “Shutis” (caracol de río), mojarritas, sardinas plateadas, truchas, charales, largueros, anguilas, bagres, topotes, cangrejos y pigüitas.
Mientras iban pescando, Lacho y sus amigos iban echándose uno que otro trago de tequila y platicando animadamente.
Llegaron al cruce de un camino, se desviaron por él, se encaminaron de regreso con rumbo al poblado, a la cabecera ejidal; pero antes llegaron a la casita donde vivía una ancianita, una viejecita que estaba sola y que ella se bastaba para hacer sus quehaceres domésticos.
Los amigos se detuvieron allí, pensaron en cocinar el producto de la pesca y comprarse unas tortillas y cenar en aquel ambiente pintoresco y agradable…
La señora gustosamente se ofreció prepararles un caldito y a echarles unas tortillas que a la hora de la cena estuvieran calientes. Los amigos ayudaron en lo que pudieron y cuando todo estuvo en el fuego; la olla y el comal, sentaron en el patio a platicar, a observar la llegada de la noche y a mirar a lo lejos uno que otro relámpago que hacía saber que en otros lugares ya se estaban preparando los primeros aguaceros.
Ya estaba casi todo listo, ya se había “martajado” el maíz para las tortillas, ya habían limpiado los pescaditos, ya se les había quitado la puntita a los shutis, ya se habían lavado bien las pigüitas, en fin, ya estaba todo. Sólo quedaba esperar a que estuviera cocido el caldo y las tortillas en el tol (tole). Mientras, los tragos de tequila se hicieron más frecuentes y la sal fue saboreada cada vez más en el dorso de la mano.
Como a las siete de la noche ya estaba todo listo, se dispusieron a cenar, dieron los últimos sorbos al tequila y atoraron la botella en el corral…
La señora también se sirvió su buena porción y todos cenaron aquella rica cena producto de un paseo de la tarde…
Ya habiendo terminado se sentaron sobre unos bancos rústicos, sobre unos trozos de madera rolliza, para observar la salida de la luna. Poco a poco se fueron iluminando los cerros más altos: los ocotales proyectaron sus sombras en la ladera y el camino se fue mostrando cada vez más; los grillos dejaron oír sus nocturnos chirridos y el “tapacamino” volaba de tramo en tramo a lo largo del camino real, revoloteaba de vez en cuando sobre el patio de aquella casita, hogar de la anciana bondadosa. El “tapacamino” insistía con su canto nocturno —“Caballero”, “Caballero”, “Caballero”… Algunos dicen que el pájaro no canta si no que reclama su vestido; pues dicen que dice: “Mi vestido”, “Mi vestido”, “Mi vestido”. Otros opinan que el “tapacamino” grita: “Judío”, “Judío”, “Judío”. Pues de esta ave “Chotacabra” o especie de “Chotacabras” solamente se escucha su lamento dos o tres semanas antes de
Los amigos de Lacho platicaban animadamente y solo esperaban que aquella viejecita cerrara la puerta de su casa para que ellos le desearan las buenas noches y se encaminaran rumbo a sus hogares.
En la olla de barro, en donde se había cocinado el caldo, había quedado una pequeña porción de éste y al querer lavarla, la señora se dio cuenta de que había quedado, en el fondo, una pigüita (camarón de río) y dijo entonces a los señores:
—Miren, aquí quedó un camaroncito.
—Ya tírelo, -dijo uno de los amigos de Lacho-.
—Cómaselo usted, -dijo otro-.
—Ay no, ya no quiero, cené mucho, -respondió la señora-.
Con mucho cuidado, y dándole toda la importancia, empezó a saborear aquel crustáceo que se había escapado del rito de la cena. Aquel compañero de aventura de Lacho chupaba cuidadosamente cada parte de aquel animalito… De repente se dio cuenta de que en la cabeza de aquel langostino de río había tres piedritas, al notarlas y observar su tamaño pensó que no eran arenas o piedritas de río que por falta de aseo habían quedado ahí. Se las guardó en su bolsillo, no sin antes envolverlas en un papelito y comentar con sus amigos aquel raro hallazgo. Los otros no le dieron importancia y se despidieron de la señora, se encaminaron hacia sus domicilios y ya en el camino real fueron acompañados por el “Tapacamino”.
Las tres piedritas tenían forma irregular, eran de un color café metálico; brillaban un poco cuando eran expuestas a los rayos del Sol...
Cuentan las viejas murmuraciones que, aquel amigo de Lacho quien encontró las tres piedritas y las guardó en su bolsillo, a partir del hallazgo de aquella plenilúnica y agoguera noche, fue asediado por mujeres de distintas edades: Chamacas, muchachas, señoras y señoritas que a todas partes le solicitaban su compañía y que ellas lo aceptaban tal como era…
La esposa de este amigo –de Lacho- empezó a sufrir mucho. Aunque se esposo no quisiera era solicitado en todo: por las mujeres, en los negocios y aunque él era sincero y honesto con su esposa siempre había problemas en su hogar por los celos de ella.
No tardó mucho tiempo en saber la señora, la causa de la suerte de su esposo, pues aunque éste tenía precaución en cambiar de bolsillo las piedritas cada vez que renovaba su muda, su pantalón… En una ocasión se dio cuenta de que ya no tenía el mismo pegue con las mujeres y que sus negocios ya no iban tan viento en popa. Echó mano a su bolsillo y ni una piedrita sacó, pues la señora ya las había vendido a cierto “soplón”.
Cuentan las viejas referencias que aquellas piedritas no surtieron el mismo efecto y no dieron el mismo resultado y el amuleto hecho de tres piedritas perdió el poder de su magia.
Los más noveles a veces lo que hacen es copiar en otra carpeta (a veces incluso en otra partición o en otro equipo) lo que se desea respaldar. Es respetable, sin embargo a veces puede ser algo incómodo sobre todo si esta tarea es dependiente siempre del usuario.
1.- Respaldar una carpeta ubicada en nuestra u otra computadora.
2.- Respaldar la información y comprimirla para que al final tengamos un solo fichero.
3.- Estará programado para hacerse a tal hora, sin necesidad de intervención del usuario.
1.- Descargar e instalar el WinRar
2.- Saber la ubicación de la carpeta que deseamos respaldar.
3.- Saber en dónde vamos a colocar el archivo comprimido del respaldo.
Paso 1.- Crear la carpeta en donde hemos de guardar los respaldos (en este caso la he nombrado “Respaldos” y está dentro de la unidad C:) que vayamos generando y copiar en dicha carpeta el ejecutable llamado “Rar.exe” que generalmente está localizado en “C:\Archivos de programa\WinRAR\”:
Paso 2.- Ya teniendo el archivo “Rar.exe” en nuestra carpeta, lo que sigue es escribir un archivo de procesos por lotes, es decir, un archivo .BAT. Para hacerlo se crea un nuevo archivo de texto (Clic derecho => Nuevo => Documento de texto):
Paso 3.- Y lo abrimos para empezar a escribir nuestras sentencias. Básicamente es cosa de meter unos cuantos comandos del WinRar mezclados con algunas especificaciones de rutas:
Por ejemplo, el contenido bien podría ser este:
@echo offC:\Respaldos\rar.exe a -ad -m3 -r C:\Respaldos\mybackup.rar "C:\MyAresFiles\Mp3\Beatles\"
*Suponiendo que la carpeta origen (a respaldar) se encontrara en otra computadora -como puede ser el caso de un servidor de datos-, basta especificar la carpeta origen mediante el nombramiento de la computadora en donde se encuentra, iniciando con las dobles diagonales invertidas \\, de tal manera que la parte naranja llegue a tomar más o menos este formato:
"\\NombreDeLaOtraPC\C\MyAresFiles\Mp3\Beatles\"
(Se escribe el nombre de la computadora, la unidad, y las subcarpetass correspondientes).
“A ver máquina, quiero que ejecutes el programa llamado ‘Rar.exe’ con tales parámetros, para que me generes un archivo llamado ‘mybackup.rar’ dentro de la ruta ‘C:\Respaldos\”, tomando como origen todo el contenido que encuentres en la ruta ‘C:\MyAresFiles\Mp3\Beatles\’ ”
Paso 4.- Luego, después de haber escrito nuestras sentencias, guardamos nuestro archivo con la extensión “.BAT”, en este caso lo nombraremos “RespaldarMusicaTheBeatles.BAT”:
Paso 5.- Esto nos generará un “Archivo por lotes MS-DOS” con el mismo nombre, eso significa que ya es “un programita” que hemos creado para realizar una tarea en específico -en este caso, respaldar información-:
Paso 6.- Si das doble clic sobre nuestro archivo .BAT verás cómo empezará el proceso de la creación del archivo de respaldo, comprimido:
Paso 7.- Y al final tendrás tu archivo comprimido, que es básicamente, tu respaldo:
Eso sería todo en cuanto a la creación del archivo por lotes. Ahora, ¿Cómo programar su ejecución? Bueno, para eso sólo describiré de manera general cómo hacerlo; ya dependerá de ustedes los parámetros y variables que van a considerar para calendarizar las operaciones.
1.- Entrar a Inicio=> Programas=> Accesorios=> Herramientas del Sistema=> Tareas programadas:
@eduardorobles