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miércoles, abril 30, 2014

:: En la cantera de ónix ::



Lunes, 30 de diciembre del 2013 …Cuando regresé al punto de bifurcación del andador, retomé el camino hacia la derecha: Rumbo a esa descomunal serie rosada de cortadas en el cerro que moldeaban por aquí y por allá granos mastodónticos, columnas, cuevas y pasadizos cortos que daban la impresión de cobijar algún prehistórico lecho cavernícola. Pero nada más lejos de la realidad que eso, pues cada vez se entendía -por los cortes y sus rastros perfectamente planeados- que se trataba de algo realizado a conciencia humana. 





Ascendí poco a poco, rodeando el cerro, la cantera, por doquier había rastros del trabajo que se realiza aquí; uno se emociona observando trozos brutos de ónix emergiendo de la superficie, de las paredes; pero cuando se antoja levantar piedritas para observarlas, nada mejor que apreciar esas que por montones se encuentran bañadas en las aguas del riachuelo que ha dibujado su constante caudal descendiente quizá de la propia la cima de la cantera. Según iba avanzando y observando todo alrededor, relacionaba la vista con lo que hacía un poco más de una hora me habían contado los trabajadores que me hicieron el honor de ser unos espléndidos anfitriones.





La cantera no se ha hecho de la noche a la mañana, miles toneladas de piedra y sarro (una roca “suave” que generalmente cubre al ónix) han sido apartadas durante muchas décadas (quizá aproximadamente un siglo) para esculpir esta monumental pieza y obtener de ella el ónix, que puede variar en su tonalidad de color según los minerales de los que esté compuesto. Además de ello, el sabio tiempo ha formulado paisajes que ahora han quedado alrededor de dicha cantera, dejando atrás a aquellos que probablemente estaban antes que la cantera fuera tal, por efecto de su expansión y pulido.
 



Las formas variaban según el ángulo de la perspectiva, un par de aberturas semicirculares que parecían ojos siempre abiertos vigilaban desde lo alto al camino, apenas un par de siluetas descansando se veían lejos de su ángulo de visión, quizás por eso se habían colocado ahí, para no ser parte del atestiguamiento del rostro con ojos y sin boca de piedra. En medida que recorría y me detenía en el camino, recordaba lo que hace unas horas me habían platicado los tres trabajadores, y lo conjugaba con lo que veía, para así tener un mejor entendimiento sobre el lugar a medida que iba avanzando...





En primer lugar, la cantera busca la obtención de la piedra semipreciosa conocida como ónix; así que al realizar el proceso de obtención de este mineral se topan también con otros tipos de minerales que no representan interés como materia prima, la mayoría son como piedras suaves con tonos grises como el cemento, a estas denominan sarro, y es común que por cada veta de ónix o mármol también se desprendan varias más de sarro y se destinen a ser apartadas ya que podrían tener otro tipo de utilidades al ser procesadas posteriormente.
 



En segundo, hay ónix por muchas partes de la región, y de diversos colores: Café, Blanco, Rosado, Verde, Amarillo. El común en San Antonio Texcala reside en ser de las variantes desde el tono blanco al café y pocas cantidades en rosado y amarillo. En los pueblos aledaños, como Zapotitlán, se sabe que también hay ónix verde; pero actualmente no hay cantera en actividad; podría ser que tal vez ya no hay la infraestructura para mantenerla o quizá se evite perjudicar las áreas de los cerros que están consideradas como patrimonio y reserva de la biosfera. También en Las Ventas hay ónix, pero de igual forma, parece que hace muchos años era actividad común la extracción de las vetas, pero ahora ha disminuido a tal grado de hacer que dicho pueblo en ciertas ocasiones se considere como pueblo fantasma debido a su población tan menor y a su casi nulo avance a lo largo de estos años.




En tercero, el método empleado desde los inicios, para la obtención del ónix, y que es responsable de esculpir estas formas tan grotescas y encantadoras de la cantera, es la dinamita. La dinamita, “el cuete” —como suelen decir también—, ha sido la manera de hacer las cosas, inclusive a pesar de contar ya con grandes máquinas de extracción y de transporte, que siendo enormes, toscas y modernas, simplemente no pueden romper el suelo o perforarlo profundamente para obtener ónix. Es por ello que la dinamita ha sido la pieza clave para obtener la materia prima, aunque tampoco es cuestión de colocarla y ya. Debe perforarse el yacimiento mediante un marro y un cincel de (digamos) unos 80 cm; y solamente al alcanzar la profundidad necesaria es que ya puede colocarse la dinamita. Tan sólo el proceso del martilleo al cincel, su lubricación mediante agua y polvo (producido por el acto mismo de martillar y perforar la piedra) y su lavado, llevará varias horas antes de determinar que el orificio está listo para colocársele la dinamita; y una vez hecho esto, multiplicarlo por las veces que se requiera hacer según los puntos necesarios para una explosión múltiple y en sincronía si es requerida, sobre todo para desprender gigantescas piedras de un solo golpe.





Cuarto, una vez que la materia prima ha sido desprendida, se coloca en los camiones que les llevarán a los talleres, para que ahí empiecen a darles formas específicas que pueden variar en tamaño, formas, textura, composición, y obvio, en precio para el cliente (quien pocas veces conoce todo el proceso inmerso para que pueda tomar del aparador una pieza y posiblemente adquirirla a un precio que probablemente querrá ver disminuido). 





Y quinto, la mayoría de las canteras, tienen en alguna parte, terrazas compuestas por planchas en donde se coloca agua natural con sales minerales que emergen desde las entrañas de la cantera, o mejor dicho, del sitio en donde se ha erguido la cantera. Este dato se me hacía muy curioso, porque en Zapotitlán salinas también se puede apreciar, a orilla de carretera, un sistema de terrazas que usan para evaporar agua salada y así obtener sal comercial ya sea en “arena” o en “piedra” (En el 2004 me adentré a conocer un poco más esta propiedad privada, pude ver de cerca las planchas, los depósitos de sal, la gruta de donde sale el agua fría y salada, el sistema de extracción mediante mangueras, la extensión de las terrazas y las bodegas llenas de “arena blanca y salada” con miles de piedras también “blancas y saladas”). La cantera de ónix de San Antonio Texcala tiene sus terrazas en la cara norte, se puede apreciar una vez que se ha subido un par de niveles en el camino y se desvela su extensión de tamaño mediano.




Me explicaban que no es casualidad que en un mismo sitio se pueda observar un área de extracción de ónix y cerca a ésta, una dedicada al proceso de evaporación del agua mineral para la obtención de sal. Esto se debe a que el ónix se forma a partir del agua mineral que surge de los yacimientos del subsuelo. Entonces, mientras el agua mezclada con sales minerales se filtra por diversas capas subterráneas durante cientos o miles de años, va formando gracias a las reacciones químicas y geológicas, vetas de ónix, mármol, y otros minerales según las condiciones que se vayan dando a los largo de muchísimo tiempo. Y como en algunos casos el agua aún sigue produciéndose, entonces a este tiempo se cuenta con ambos elementos: El agua mineralizada que emerge del subsuelo, y las enormes capas de minerales que dicha agua ha formado en su filtración.




A base de un esfuerzo mediano, me iba acerando al área activa de la cantera, aparecían enormes montículos de piedra ya lista para ser transportada. Cuando por fin llegué a la parte activa de la cantera, me encontré con mis anfitriones trabajando: Uno de ellos martillaba mientras el otro sujetaba el cincel (y el tercero descansaba a la sombra de una enorme pared); entré al enorme hueco que se había formado ya por el trabajo, y de pronto observé cómo hacia todos los lugares a donde veía se encontraban grandes rasgueos sobre la superficie, grietas, escombros; sin embargo, la vista hacia arriba ocupaba la más grande atención: Había por lo menos a unos diez metros de distancia, una de las aproximadamente cuatro columnas formadas gracias a las explosiones de la dinamita, dichas columnas soportan bastante volumen del cuerpo de la cantera, y permitiendo ver al cielo, se hallaban entre ellas espacios abiertos como grande boquetes del cerro. Estas columnas fueron creadas por medio de la explotación en busca el ónix al igual que los boquetes, sin embargo, los boquetes no eran ni más pequeños ni más grandes debido a que habían alcanzado ya el tamaño ideal, que es determinado al no encontrar más ónix (y aunque algunas columnas pudieran tener algunas vetas de ónix en su interior, por obvias razones de seguridad se abstuvieron de sacárselas para evitar derrumbes y accidentes). 





Las zonas en donde se hallaba el ónix eran evidentes, de entre las paredes de sarro y la piedra del tipo caliza se destacaban las vetas características de dicho mineral con sus particulares tonos blanco y café brilloso. Me permitieron subir a la parte alta en el interior de los boquetes, y pude apreciar con mayor detalle la estructura que se ha formado a lo largo de los años, además del paisaje que desde ahí se divisa; fue sin duda alguna la parte más atractiva de visitar toda la cantera. Estar ahí metido proporciona una sensación de asombro y a la vez de algo de temor, pero me aseguraron que esa parte es estable, que el único riesgo que se tenía era fallar en colocar el pie al subir o al bajar ya que eso muy probablemente terminaría en una caída sobre las paredes y el montón de piedras de abajo. Así que tuve que tener todo el tiempo los pies bien plantados y moverme con cautela.






Cuando bajé del escenario me encontré a (creo) el patrón de la cantera, amablemente me empezó a confirmar lo que los trabajadores me habían dicho ya con anterioridad, y al saludo amable acompañado de una base plástica de botella de refresco semi llena de pulque, charlamos y contamos algunas anécdotas de Chiapas (porque anduvo hace algunos años por el estado) y Oaxaca. Yo no había desayunado sustancialmente, así que me la llevé muy relajado bebiendo pulque porque si se bebe sin prudencia, uno puede terminar mareado y con el rostro rosado (Pega más si ya está medio fermentado, así que “agüas”); y eso es algo que no buscaba precisamente.







Fueron muy amables hasta el momento en que me terminé la segunda servida de pulque y cortésmente me abstuve de beber más, con el pretexto de tener el tiempo encima apenas para continuar mi recorrido (que si bien era verdad, yo procuraba tener mucha precaución con la bebida, porque a diferencia de ellos, aún no agarro “callo”). Me despedí por fin y ellos volvieron al trabajo, cerca de media hora la invertimos en platicar pero era momento de seguir nuestras actividades.







Di las últimas miradas a la cantera y fui despedido con un trato tan grato que ya siento la necesidad de regresar; y en cierto modo, ellos se encargaron de aclararme que cuando guste soy bienvenido; un gesto admirable y digno de contarse, ni más ni menos.






 
Y  me retiré poco a poco, dejando atrás (por el momento) uno de los lugares más impresionantes con los que me he topado; Si alguno de ustedes se encuentra en las circunstancias de ir por allá, procuren visitar la cantera, y tener una perspectiva un poco más amplia de lo que se encierra en el brillo de esas piezas traslúcidas de San Antonio Texcala, Puebla.



Con gusto, les comparto la galería:
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