Sábado, 20 de Mayo de
2017. cuando les conté a Sai y Rash sobre la primera vez que me tocó estar en
medio de la nada junto con Hugo sobre el agua inerte allá en la "Barra de
San José" en Mazatán, supe que era cuestión de tiempo para que los cuatro
emprendiéramos el viaje. De esa forma, ellos comprobarían si era verdad lo que
les había dicho: El fuego en el agua,el silencio constante al estar detenidos
en medio de ese vaivén, las siluetas dragonescas, el espejo sobre la tierra
ondulante, el canto de las nubes tormentosas, y la convivencia con la nada
desde un punto geográfico apartado... Y al parecer, coincidieron conmigo sobre
ello.
Llegamos en la tarde con tiempo justo para bajar las cosas y subirnos al bote, apenas arriba nos dirigimos hacia la colocación de la red dentro en la pampa para dejarla pescando mientras nosotros nos ubicábamos en otro punto de ese cuerpo de agua a esperar, sólo a esperar cómo la noche caía y las nubes se reunían encima de nosotros...
Algo interesante sucedía progresivamente: Parte de los elementos empezaban a irse a dormir mientras que algunos más empezaban a despertar... Era como un momento en que los relevos toman la directriz de lo que habrá de suceder. Más y más zancudos atacan, y menos y menos aves se ven surcando el cielo; Los tonos rojos van prevaleciendo, y el blanco "azuloso" va desapareciendo, pero en medio de ambos acontecimientos, surge el púrpura conciliador; ese tono que unifica todo el paisaje y envuelve el horizonte en un degradado que lleva como tema principal dicho color... Pero que debe también ceder ante los minutos que pasan para sucumbir ante la oscuridad que, imperativa, abre paso al canto de las chicharras y al destello de los primeros astros en el cielo; ahora le toca a la ausencia de luz, dirigir a esta orquesta infinita...
Y así como es de
disfrutable el día y la tarde, lo es la noche también; sólo hay que poner
atención y agudizar los sentidos para percibir todo lo que de manera ordinaria
sería muy difícil; tal como el sonar del agua tranquila, el viento levantando
las faldas de los mangles, la respiración profunda de los involucrados, el
canto de los grillo allá sobre la tierra, y hasta ese inquietante zumbido en la
oreja que te obliga a darte una palmada en la mejilla como si fuese un
reflejo...