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miércoles, diciembre 22, 2010

:: Conquistando al Tacaná ::

Viaje en motocicleta (23)

“De comer nada, si acaso sólo agua; allá venden y no tiene caso cargar con eso, mejor hay que cargar cobertores, chamarras y todo lo que puedas usar para taparte porque el frío va a estar muy pero muy cabrón…”

Panorámica Tacaná (1)

Bajo esas palabras sabíamos que la probabilidad de ir al Tacaná eran muchas, y aunque en la última semana de espera (esto se había comentado/planeado con cerca de un mes de anticipación) parecía que no iríamos por cuestiones de trabajo de Lima (nuestro guía), todo salió a la perfección y él, junto con su novia, su hijo, César y yo, salimos rumbo al Tacaná el sábado 18 de diciembre cerca de las 5:30 de la tarde.

Viaje al Tacaná (02)

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Nos dirigimos rumbo arriba hasta donde la carretera pudiera llegar, a un lugar llamado Talquián; que es donde dejamos la camioneta y en donde nos empezamos a poner la ropa necesaria para la travesía. Nada de escatimar, todo cuanto se llevaba se puso en ese momento, y aunque al inicio se sentía un poco de calor por tanta ropa, sabíamos que no sería así por mucho tiempo.

Viaje al Tacaná (10)

Viaje al Tacaná (11)

Después de estar todos listos y después de anotarnos en un registro de control de viajeros, emprendimos la marcha. Con la mejor de las disposiciones íbamos, y no nos importó mucho el hecho de saber que varios viajeros se habían regresado ya por el tan mentado “mal de montaña”, que se caracteriza por mareos, dolores de cabeza, vómito, malestar estomacal y algún otro síntoma.

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El primer punto al cual teníamos que llegar era uno llamado “La línea”, al parecer nombrado así porque geográficamente es un punto de la línea divisora entre México y Guatemala. El cielo estaba despejado y había muy buena luna, lo que nos permitió tener una excelente visibilidad de noche y aprovecharla lo más posible para llegar lo más lejos que se pudiera mientras soportáramos el frío que cada vez se hacía más penetrante y pesado según nos o indicaba el viento en nuestras narices.

Viaje al Tacaná (20)

No sentíamos en realidad mucho frío en otra parte que no fuera el rostro, las ropas puestas hacían una excelente labor protegiéndonos, además el ir caminando y cargando cosas hizo que empezáramos a sudar. Íbamos empapados por dentro de sudor, lo curioso es que era un sudor frío, y se notaban las manchas húmedas a través de nuestras chamarras.

Habíamos caminado algunas horas cuando por fin llegamos a “La línea”, eran tal vez cerca de las 08:15 p.m. cuando nos detuvimos ahí a descansar y comer algo. Creo que jamás me supo tan deliciosa una sopa instantánea de ramen y camarón. El agua sabía diferente, y eso que era embotellada; curiosamente muchas cosas saben diferente, no sé si sea el cambio de ambiente, la altura, la temperatura, o algún cambio fisiológico en tu sistema digestivo. Después de haber descansado y haber comido, proseguimos el camino; el punto de llegada ahora era “Las trancas”, debíamos pasar por los puntos Toniná, Trigales, Pidrales y Pajonales antes de llegar.

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De noche no se da uno cuenta de qué tanto va avanzando por las faldas del volcán, pero poco a poco íbamos subiendo tramos importantes. Caminamos entre pastos, senderos y algunos desfiladeros, pasando también por un rato entre rocas y piedras flojas. En unos tramos caminábamos con buen ritmo, en otros no, incluso en uno perdimos casi un par de horas al haber extraviado el sendero y dar vueltas en medio del bosque. Y entre toda esa gama de caminos a pie encontrábamos uno que otro punto para descansar algo; era ahí en donde aprovechaba a tomar algunas fotos en la noche, fotos que mayormente salieron movidas y de las cuales las mejorcitas son las que tomé colocando la cámara sobre piedras para inmovilizar la toma.

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No me di el lujo de llevar el tripié, y éste habría resuelto magníficamente el tomar fotos de noche en larga exposición, pero lo dejé en casa por cuestiones de peso y comodidad. Así que tuve que confiar en mi impreciso pulso y mi agitada respiración mientras permanecía casi inmóvil recostado sobre el suelo esperando que la cámara terminara de procesar las tomas fotográficas.

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Por fin llegamos a las 3:30 de la mañana al punto final de esta etapa, un paradero al que le llaman “Las trancas”. Ahí aprovechamos a tomar un cafecito con pan de trigo (se le denomina “Checa”) y después nos instalamos en una tienda improvisada a dormir. Caímos rendidos. El frío estaba a todo lo que daba y como estábamos ya sin movimiento lo resentimos más. Sacamos los cobertores para dormir un poco y ni así se redujo un poco el frío. He sentido mucho frío en mi pueblo o en San Cristóbal, puedo decir con seguridad que aquí hacía 5 veces más frío, estábamos a algunos grados bajo cero. Dormimos sin quitarnos nada, ni siquiera los tenis, y caímos en el sueño por el cansancio acumulado en la caminata.

Viaje al Tacaná (30)

Al rato, cerca de las 7:00 de la mañana, nos incorporamos para seguir; ahora dejamos las cosas en la tienda y fuimos más ligeros hacia arriba; sólo tomé la cámara y algunos más unas botellas de agua. Al despertar sentía los pies entumidos, las piernas adoloridas y la espalda semi congelada, las manos completamente frías y el rostro me ardía, tal como si lo tuviera quemado por el sol o por tanto frío. Aún así, no permití que me detuviera eso. Con colocar los pies cerca de la fogata se aminoró el dolor y el frío; no quedé como nuevo, pero quedé al tiro para ir camino arriba.

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El siguiente punto a reconocer era un conjunto de piedras enormes que tienen el nombre de “La cueva del oso”. Viajeros iban y venían durante el camino, y todos nos dábamos palabras de aliento y precauciones para mantener la seguridad; ya podíamos ver el camino con claridad, y, efectivamente, nos dimos cuenta de lo accidentado del terreno y lo que logramos subir. Los paisajes ahora se veían perfectamente, partes de bosque que parecían sacados de un libro de cuentos, flores de diversos colores y en cantidades devastadoras; grandes pinos y abetos crecidos por doquier, árboles secos y quemados por el frío; y en el suelo se veían vestigios de escarcha sobre el pasto y sobre las piedras; no me imagino qué tan impresionante es este lugar cuando cae nieve.

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Ahora parecía el camino aún más inclinado, y así mismo tuvimos que subirlo, hasta llegar a una planicie cuyo nombre es “Plan de las ardillas”. No sabría decir a qué hora llegamos, pues me había dado cuenta que perdí mi celular; probablemente fue en una de esas que me recosté para tomar una fotografía al cielo desde el suelo. Descansamos sólo unos minutos ahí.

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Nada que ver con lo antes recorrido, lleno de pasto verde, paisajes abrumadores a lo lejos llenos de nubes y de montañas de Guatemala, y hacia arriba una loma llena de pinos que a sus anchas habían tirado miles de piñas. Gente en buen número preparaba alimentos para vender y consumir. Muchos viajeros compartiendo la emoción y la aventuras en el calor de la fogata, envueltos en una extraña hermandad común en todos nosotros, el subir el volcán.

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Y de nuevo, emprendimos la subida, entre inclinaciones verdes y árboles altos y delgados con fondo de niebla, subiendo poco a poco y encontrándonos gente en su regreso; saludos y ánimos iban y venían, y eso nos alentaba.

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No todo era miel sobre hojuelas, claro que no. A medida que subes la altura te afecta, no se está a más de 3000 metros de altura sobre el nivel del mar así de gratis y sin consecuencias. A cada 15 pasos que daba debía detenerme porque mi respiración se agitaba y con ella los dolores de cabeza se acentuaban. Sentía el palpitar de mis sienes en todo el camino, esa punzante sensación no desapareció desde que desperté en la mañana en un solo momento; y el vaho se notaba aún si sólo usase la nariz para exhalar, traspasando la textura del pasamontañas.

Debido a mi condición física que no es del todo espectacular, me costó más que a los demás; y las repercusiones también se presentan en el estado de ánimo, en el humor. Gracias a Dios cada que me ponía a pensar en ello recordaba que llevaba la cámara, y el compromiso que tenía con ella me ayudaba a seguir adelante, y eso mismo llamaba a mi recuerdo el simple hecho de que yo deseé hacer esto por mi voluntad, y que sabía que no era fácil si quería conquistar por completo este reto. Así entonces, jodido pero contento, caminé y caminé…

Y siendo las 11:15 de la mañana, ¡Llegamos por fin al cráter! Cuya apariencia resultó muy diferente a lo que yo esperaba, porque pensé que sería una gran extensión circular de piedra y ceniza y por consiguiente el punto más alto del volcán, pero no.

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Era más como un valle en medio de un barranco y bastante verde aún con el montón de piedras grandes que se logran ver. Había muchas personas instaladas en tiendas, otros vendiendo bebidas y alimentos, otros más preparando sus equipos para seguir subiendo aún más y más, a la cumbre, ubicada según me dijeron a 200 metros más hacia arriba, pero que no todo mundo desea alcanzar debido a lo accidentado del terreno y a que no hay mucho qué ver a excepción de nubes alrededor y la torre que marca la punta del volcán; o por lo menos eso me comentaron.

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Estuvimos ahí en el cráter un poco más de tiempo que en otro lugar, descansando, desayunando y recorriendo a paso lento los alrededores, unos más aprovecharon a dormir un poco dentro de las tiendas que con troncos, piedras y pastos de ahí mismo improvisan, ayudados por grandes mantas de plástico que protegen del viento y del frío.

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El comercio es básicamente Guatemalteco, puedes pagar en Pesos o en Quetzales (los precios de los productos son bastante altos), y es extraño encontrarse en el cráter con el hecho de que está dividido geográficamente en los dos países, indicado por postes blancos que van desde la punta del volcán hasta las faldas del mismo, separados por varios metros entre sí. Entramos por el lado de Guatemala al cráter, pero subimos hacia la punta por el lado de México, cuando reparas en ello se te hace algo bastante curioso.

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A pesar de dudar un poco en subir o no, terminamos por hacerlo. Desde el cráter pareciera que no es mucho lo que hay que subir para llegar a la punta, pero cada que no avanza y logra conquistar un nivel de piedras se encuentra con que hay uno más allá; y así sucesivamente unas 3 veces. Esta parte la hicimos lento, mirando cada detalle a medida que subíamos; pudimos admirar paisajes que no nos mencionaron algunos viajeros, esos mismos que decían que lo único que se veía era la torre metálica en la cima.

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Y llegamos por fin. Cansados, exhaustos al principio. Pero luego la emoción nos embargó y supimos entonces que habíamos conquistado el propósito. Lima, a pesar de ser esta la tercera vez que subía, en las dos anteriores no había llegado hasta acá; ahora pudo hacerlo y al parecer ha cerrado con broche de oro sus viajes al volcán (eso dice ahora, pero nadie afirma que no volveremos a ir). César y yo, novatos, subimos completamente el volcán y quedamos conformes por muchos años. Ahora nadie nos contaría qué se siente llegar a la cima del volcán, subirse a la torre y estar por un momento en el punto geográfico más alto de Tapachula, muy por encima de la ciudad y tener al mismo Tacaná bajo los pies, y sin tocarlo. Ahora sabemos lo que se siente estar a 4095 metros de altura sobre el nivel del mar.

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Después de la sesión de fotos bajamos. Llegamos al cráter y cerca de las 4:00 p.m. estábamos bajando por donde veníamos, para llegar por las cosas y nuevamente emprender la caminata pero ahora de regreso; lo hacíamos de prisa ya que la niebla venía cayendo en esa parte del volcán. Fue más difícil, las piernas casi no me respondían y no veía las horas de llegar a Talquián en donde estaba la camioneta. Aunque bajábamos a prisa se sentía poco lo que se iba logrando, ya teníamos poca fuerza comparada con el inicio, ya no caminábamos, sólo dejábamos caer las piernas y procurábamos que nos detuviesen al momento de tocar el suelo, así durante varias horas, hasta que por fin regresamos en la camioneta a Tapachula.

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Llegué a las 11:45 p.m. a casa. Tal como llegué dejé las cosas tiradas, esperé un poco, y me bañé con agua tibia, Luego me recosté y caí rendido en la cama. Al otro día, el lunes, desperté con un tremendo dolor de piernas y el rostro quemado de frío, y aún así fui al trabajo y luego a comprar nuevamente el celular (la cola en Telcel era tan larga que casi lloré de coraje jejeje). Aún hasta ahora me duelen las piernas, pero ya puedo caminar sin dificultad y bajar las escaleras sin usar ambas manos para apoyarme. Fue increíble, con pocos aspectos un poco malos y muchos muy buenos, pero al final maravilloso. Probablemente lo haga de nuevo en algún tiempo, pero eso ya el mismo tiempo lo procurará. Por ahora, me siento pleno al haber realizado este viaje, y claro, el compartirlo con ustedes lo hace aún más significativo. Como dijo Ricardo Marín en el post anterior: “Alcanzar una cima es conquistar una meta….” ¡Por supuesto que sí!

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Aquí tienen la galería, espero les guste =D! :



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