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viernes, junio 22, 2012

:: Eureka... ¡Los encontramos! ::

Eureka 17-Jun-2012 (43)

17 de junio de 2012. Cuando crees que ir a un lugar que ya conocías de antemano puede resultar un arma de dos filos (por un lado, el conocerlo hace que puedas moverte por el lugar sin temores en base a la experiencia y de esa forma hacer mejores decisiones; por otro, pareciera que no hay mucha novedad en ello puesto que crees conocerle y no hay tanta credibilidad al sentido de sorpresa), es entonces el momento ideal para ir. ¿Por qué? Porque es el momento en que debes ver “lo que ya conoces” con ojos nuevos, y a mayor detalle moviéndote por otras perspectivas que antes no habías desarrollado tanto.

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Fuimos a Eureka, ese lugar cuna de “El manto de la llorona” (de la que aún desconocemos el origen del nombre, pero que sugiere cierto misticismo meramente fantástico, espero yo) como destino mochiviajero. Y aunque en efecto ya le había visitado con anterioridad (incluso en navidad del año pasado) en esta ocasión sí que me llevé una gran sorpresa al virar la vista un poco más hacia abajo, y a los lados, “a según” el modo de vida de esas grandes minúsculas formas de vida que pocas veces nos detenemos a apreciar…

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Éramos cinco, con gran ventaja sobre el tiempo y las condiciones abordamos la camioneta de Elmer y nos dirigimos hacia allá cerca de las 8.30 de la mañana; llegamos pronto al ejido al lado de un día abierto y tranquilo, sin intenciones por el momento de llover y sin percances durante el camino. Apenas llegamos y alistamos el equipo para las fotos venideras, nos adentramos al sendero que nos conducía a la cascada. El paseo estaba siendo muy tranquilo, con pausas cortas en esos lugares en donde el paisaje estaba repleto de verdes y en donde nos encontrábamos pequeñas cascadas a la orilla; hasta que llegó la pausa más pronunciada del viaje y el ánimo se nos agitó por completo al toparnos con algo que, creo, no teníamos contemplado tanto.

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Cuando nos percatamos de la fauna del lugar (que no precisaba de grandes cantidades de mamíferos o aves) entonces comprendimos que a veces hay que ver un poco más de cerca, hacia las plantas y flores, pues ellos resguardan una forma de vida tan increíble como los colores de estos magníficos insectos. Encontrábamos unos bajo las hojas, sobre las flores, entre las ramas o escondidos con su camuflaje; eran residentes solitarios algunos, otros, no tanto. Fue una excelente oportunidad para darnos cuenta de que estos pequeños también significan motivos perfectos que conjuntan el paisaje. Tardamos bastante tiempo, porque apenas terminábamos de divisar alguno, ya se descubrían nuevos a escasos pasos de distancia; y las cámaras no se detenían ni por un momento.

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Llegamos a la cascada y nos encontramos, según, con la principal atracción del lugar; esa caída de agua sonante y de temperatura bajísima, pero en realidad era uno más de los habitantes nativos de la zona, porque como he mencionado, gran parte del día se lo llevó la enorme diversidad de la fauna de insectos.

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Cuando, a llegada cierta hora del día (un par de personas que nos encontramos en el paso nos habían advertido ya) el ambiente se torna un poco más fresco, con cantidades de agua crecientes sobre el río, algo de brisa cayendo desde el cielo y con una espesa neblina que gradualmente nos iba cubriendo desde arriba; supimos que era el momento de resguardarnos. Aprovechamos el techo en que se convirtió el puente y nos protegimos un poco de la espesa lluvia que caía sobre el lugar, el tiempo se nos pasó haciendo el recuento de lo hermoso de este paraíso y degustando algo de lo que llevábamos para comer. La lluvia seguía, y la neblina ahora estaba a escasos metros sobre nuestras cabezas y el paisaje parecía como sacado de un pasaje verde de un relato normando cuyas historias se daban en medio de la tundra, allá en aquellas tierras frías de lluvia picante sobre la población.

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Ya para cuando aminoró un poco la intensidad de la lluvia, y cuando apenas se concluía como una leve brisa constante con momentos esporádicos de excitación que dejaban caer más cantidad pluvial que en todo el tiempo anterior, fue que tomamos el camino de regreso; y entonces el paisaje ya distaba un poco de lo visto hace unas horas; incluso las áreas verdes que cobijaban pequeñas zonas urbanas allá a lo lejos ya no se veían, todo era un pleno manto blanquizco que a medida que se daba la cercanía dejaba ver los árboles poco a poco en una tesitura monocromática fría y transparente. Era como estar dentro de una película oriental, de aquellas cuyos paisajes indefinidos dan un aire de meditación y conexión con la naturaleza; ciertamente, otra cara que desconocía de Eureka...

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Al llegar de regreso a la camioneta, la lluvia seguía y nosotros emprendíamos el regreso; y así, a velocidad carretera en la góndola de la camioneta seguíamos disfrutando Sai kun y yo de la vista y de la lluvia; algunos cafetos que apenas mostraban una que otra florecilla -al parecer fuera de tiempo- se quedaban en la cercanía de la montaña, allá arriba, junto con todo eso místico y mágico que nos había atrapado durante el viaje, mientras nosotros nos alejábamos para retornar a la ciudad, en donde aún no había llovido y en donde tristemente se carece de esa vista tan sublime que Eureka nos había obsequiado. Sin embargo, pese a la diferencia de lugares, queda el alivio de tenerle cerca, porque entonces hay menos posibilidad de verlo cotidiano y aburrirse de eso; aunque ahora que lo pienso con detenimiento, dudo que alguien pueda llegar a aburrirse de ver y recorrer hermosos lugares como este…

Con gusto, les comparto la galería:

sábado, junio 16, 2012

:: En Xetulul, Guatemala ::

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La segunda vez arriba gritaba y carcajeaba por la adrenalina, como un loco a causa del vértigo y la velocidad, eran sensaciones extremas que nunca antes había experimentado, hasta ahora; y se dio ahí, en el país hermano. Pero me he ido muy lejos tan pronto, así que iniciaré según fueron dándose los sucesos para no perder el hilo tanto…

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Recuerdo que no tenía ni idea de lo que me esperaba, en serio. Desde que salí de casa muy temprano, el amanecer y su arrebolado aspecto allá por las cordilleras que no conocen ni reparan en fronteras geográficas eran mis compañeros de viaje, y también el equivalente a un buen café iniciando el día, pues me mantenía despierto y me perdía en esa contemplativa y absorta mirada hacia el horizonte; allá en donde pareciera que al otro lado se funden grandes cantidades en minas de lava, o se está pariendo al día encendiéndose los cimientos dentro de la tierra y abriéndose ésta con una cesárea mastodóntica; mientras que aquí, en este lado, la oscuridad moría poco a poco a causa de su lento apareamiento cósmico con los crecientes destellos que se escapaban del otro lado del volcán. Era un claroscuro tremendo, era como estar dentro de un sueño; era la utópica confusión del día con la noche: Era poesía solar.

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Cuando llegué a Ciudad Hidalgo ya era de día; ya para unos momentos después estábamos esperando cruzar el río Suchiate con la tradicional cámara gigante, como de tractor. Fue ahí, cuando escuché a dónde íbamos: Xetulul. Había escuchado del lugar, había visto algunas fotos previamente cuando me presumían de haber ido hace meses ya algunos amigos; recuerdo que me había quedado impresionado y que había considerado ir, pero nunca me di a la tarea de buscar la forma, y ahora, a última hora, me entero que es ahí a donde nos dirigimos. Fue una sensación que hacía cosquillear mi estómago y mi interés sobremanera.

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Una vez cruzado el Suchiate, cambiado pesos mexicanos por Quetzales y verificado que estábamos en una zona horaria con una hora más temprano; abordamos la Vagoneta y tomamos camino. Cerca de una hora y media más tarde, llegábamos a Xetulul… ¡Qué cosa señores, pero qué cosa tan más hermosa! Desde la entrada al parque la expectativa es algo indefinida, pues no se logra divisar mucho, pero ya cuando se entra y camina para entrar a la primera zona de ese pequeño conjunto de países, la realidad cambia; y es un disparo de colores y formas a la vista que no se sabe hacia dónde ver o incluso, dirigirse. Y es entonces cuando debes tomar el control de cómo te moverás, porque estás ante algo completamente maravilloso.

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Lo primero fue abordar un tren que recorre los alrededores del parque, de esta forma se puede distinguir de forma global lo que hay dentro de la zona y así apreciar rápidamente a lo que te enfrentas; sobre todo si tienes en mente que deberás subirte a los juegos mecánicos; y personalmente, bajo el argumento de “Practicar para después llegar a hacer fotos extremas en condiciones de adrenalina pura” no podía, no debía echarme para atrás; al final sabía que debía subirme a ellos, pese a que nunca en la vida lo había hecho (Es raro, siempre pensé que moriría sin hacerlo porque les tengo mucho respeto de lejitos, pero veo que todo puede llegar a cambiar cuando te pones a pensar en lo que puede significar un evento como este). Así, puedes entender entonces que Xetulul tiene capacidad para recibir 12,000 visitantes simultáneamente y esta integrado por 7 plazas: Plaza Chapina, Pueblo Guatemalteco, Plaza Maya, Plaza España, Plaza Italia, Plaza Francia y Plaza Alemania/Suiza.

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Bajando del tren, el primero de los destinos fue la plaza Chapina y la de Guatemala, donde pudimos observar la exposición del Lienzo de Quauhquechollan y entender, efectivamente, que la similitud y hermandad entre el pueblo Guatemalteco y el Mexicano se remonta a la época prehispánica, en aquellos tiempos de los cuales aún descocemos varios detalles y que se han ido descubriendo paulatinamente y dado a conocer en grandes proyectos de difusión; por lo menos así me ocurrió con Pedro de Alvarado, que muy escondidito tenía algunas cosillas que se atribuyó a sí mismo cuando según parece él no fue el autor de todos sus triunfos, lo que en realidad no es que represente mayor relevancia más que la de ir descubriendo cosas y cosas sobre nuestra historia de la Conquista que no teníamos en certeza. Otra cosa fue poder apreciar un leve susurro de la historia de Guatemala como nación, más bien, de su independencia. Y darse cuenta de la magnificencia detrás de su bandera y de sus personajes involucrados, y detalles curiosos y poco claros sobre toda la parafernalia que significó este paso enorme para el país hermano. Es posible pues que los países latinoamericanos compartamos similitudes en datos, circunstancias y actitudes, ideas e ilustres personajes que han ido formando lo que nuestros países son ahora, puesto que somos lo que somos como personas, como países, como sociedad, como humanos; debido a las decisiones que se han tomado.

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Luego ¿Por dónde empiezo? ¿Cómo describo la basta tendencia de sorpresa que me acaudalaban los lagrimales? ¿Cómo decir que no me impresionaron el jaguar, el monumento Tikal, las plazas, sus réplicas arquitectónicas y los juegos mecánicos bestiales que cada una ofrecía en sus adentros? No se puede a todo detalle, sólo se puede entender estando ahí, recorriendo y haciendo paradas en cada lugar y disfrutando lo que te ofrece; conociendo sus personajes coloridos y de tan buen humor, degustando su comida, gritando de adrenalina en sus juegos mecánicos o incluso mojándote en ellos mismos, porque aceleran tu ritmo cardíaco tan sólo de verlos, sea un aparatoso mecanismo de hierro y velocidad, sea un espectáculo de magia, sea el panorama que te regalan. Es toda una odisea intentar conocerlo y disfrutarlo todo en un día, eso me ha quedado claro desde los primeros minutos que la contemplé vista abajo desde el tren, es todo un placer y experiencia estar ahí, y parece en ningún momento mellarse.

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La gente corría y recorría por el transcurso de la mañana las calles de este mini Europa, era curioso poder apreciar el salpicadero descomunal de la “Góndola Salpicona” en Italia y al mismo tiempo imaginar el vértigo en aquella montaña rusa llamada “Avalancha” en Inglaterra. A decir verdad, La montaña rusa se podía ver desde cualquier parte ¿Es acaso algo pretensioso de dicha instalación para hacerse ver más imponente que las demás o simplemente una atrevida invitación retando a tus víceras? Como sea, sucumbes, no puedes dejarla ir sin darle por lo menos el gusto de un enfrentamiento, para al final hacer las paces y desear subir nuevamente; y esto te ocurre con todas ¡Ah rapaces, poniéndose de acuerdo para incitarnos al vértigo! Pues sí, y vaya que les resulta de las mil maravillas…

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El aire de contemplar estas obras a detalle hacía el viaje más placentero, observando todo a medida, tan bien cuidado, tan bien alzado, tan bien conservado; además de encontrarte diversiones para niños y adultos claro, y escenarios mágicos para fotografiar así como para descansar y retomar energías mientras permanece abierto. Y sé que me han quedado cosas en el tintero y atrapadas en el recuerdo, incluso hay fotos que no tomé... Pero que no se malentienda ¡Que es mera estrategia política para hacerme saber que debo volver pronto a este lugar!

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Si me preguntas “¿Cómo es Xetulul?”, Xetulul es… Es… Es... ¡Tienes que ir!

Con gusto, te comparto la galería:
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