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martes, marzo 29, 2011

:: Pomarosas ::

Pomarosas (1)

A principios de febrero llegó la temporada de las pomarosas, como dicen en Chamulapa (el lugar donde trabajo). Yo les conocía con el nombre de “Perones” desde que estaba en segundo de primaria. Recuerdo que en aquella época de escuela había varios árboles muy grandes de este fruto, y durante el recreo solíamos ir a buscar entre el montón de frutos tirados al pie de árbol los que mejor aspecto tenían. Fueron raras las ocasiones en que los probé; por alguna razón nunca vi que los vendieran aquí en la ciudad, ya que todos los que recuerdo haber comido fueron caídos de aquellos árboles de la escuela.

Pomarosas (2)

Pomarosas (5)

Ahora, me los he vuelto a topar en unos árboles que residen en un jardín de niños al lado de la escuela donde trabajo. Cada mes es temporada de algún fruto (por lo menos) aquí en la región donde vivo. A principios de marzo por fin pude probar el “caimito”, aunque lo había visto ya hace mucho. Me gustó su sabor, fue algo nuevo y delicioso, mientras que el sabor del perón (lo siento, por más bello que se escuche “Pomarosa” prefiero pronunciarlo tal como hace 20 años) me transportó a aquellos días efímeros en que solía vestir de uniforme de pantalón azul marino y camisa blanca. Ahora le he vuelto a ver, a oler, a probar, y es tan diferente la sensación ahora; un poco más seca, menos emocionante, y aún así, es deliciosa para mí. Tal vez no por su sabor, si no por su significado…

Pomarosas (4)

Pomarosas (3)

Y tú... ¿Has probado la pomarosa?

martes, marzo 22, 2011

:: En el 20 de Noviembre ::

En el 20 de Noviembre (01)

01 de enero de 2011. Último día en el pueblo. Nos dirigimos a la Terminal mientras daba los últimos recorridos visuales a mis alrededores. Recordé entonces a Pito Pérez:

“Yo, acercarme más a mi pueblo, para recogerlo con los ojos antes de dejarlo, quizás para siempre; para llevarme, en la memoria todos sus rincones; sus calles, sus huertas, sus cerros. ¡Acaso nunca más vuelva a mirarlos!”

En el 20 de Noviembre (08)

Y, después de la espera y la despedida, abordamos. Viaje sin complicaciones, algún “quien” platicando con su cada cual, otros dormidos, unos más, despiertos; y entre ellos, supongo que otro soñando. Llegamos a Oaxaca a la hora precisa de la comida, y nos aventuramos a recorrer el centro histórico para terminar, como ha sido siempre en estos tiempos, en el Mercado 20 de Noviembre.

En el 20 de Noviembre (05)

Sea irrisorio el aspecto tal como si no lo fuera, satisfacer el apetito y los sentidos no tiene mayor gozo que en el mercado. Es ahí, en donde uno ha de librar batallas hacia los mismos proveedores, con tal de ganar sus atenciones y ambos bandos salir bien servidos. Todo ha de comenzar al momento de inmiscuirse por el lado en donde venden las carnes.

En el 20 de Noviembre (04)

Cada puesto tiene, en apariencia, las mismas carnes y al mismo precio; y por si fuera poco este equilibrio, cuenta la mayoría con un asador y una persona encargada de asar la carne si se le es requerido por el cliente. Entre avisos espontáneos de “mamita”, “güero”, “marchante”, “jefecita”, “mi amor”, etcétera; va la gente esquivando piropos, ofertas, vendedoras que les topan el camino, otros clientes, olores abrumadores de la comida, y el tan nada discreto humo que de cada puesto emana.

En el 20 de Noviembre (02)

Por fin, o libras todo eso a medida que entras por el pasillo del mercado, o cedes a la presión y exquisitez del medio y pides tu carne. “Se la aso de una vez mamita, ahorita le llamo a alguien para que le den una mesa. ¡Hey Pancho!...” Y así, te llevan hasta la mesa en donde en unos momentos te llevarán tus alimentos. En eso, como ataque imprevisto se te acercan rápido quienes venden cebollitas, tortillas, chiles, ensaladas; todo un buffet de personas que al mismo tiempo hablan y de quienes sabes que necesitas porque el aroma asado de lo que has pedido por fin ha llegado ya a tus narices.

En el 20 de Noviembre (06)

Mientras tanto, sólo has de pagar los refrescos a quienes dan el servicio de la mesa. Un lugar caótico, ruidoso; una locura para el más ordenado de los seres, pero qué bien se come ahí. Todos ganan, desde el pequeño que de vez en cuando pasa ofreciéndote algún recuerdito oaxaqueño, hasta el joven dicharachero que te provee de los metros y metros de carne que pareciera no acabarse de su puesto.

En el 20 de Noviembre (03)

No sé si transcurra así en todo el día, pero a la hora de la comida es toda una guerra de atenciones. Cuando sales, satisfecho, contento y bien comido, esperas que no sea tan notable el aromita del humo de la carne que se ha impregnado en tu ropa, porque al final de cuentas no garantiza pasarte desapercibido o evitar que alguien te haga la pícara pregunta de: “¿Comiste en el 20 de noviembre verdad?”… A lo que contestas con una clara sonrisa y un asentimiento que confirma que has gozado de un deleite gastronómico como pocos en tu vida…

En el 20 de Noviembre (07)

Y es momento de partir ahora. No queda más que disfrutar los últimos minutos en el mercado, para dirigirte a tu destino...

En el 20 de Noviembre (09)

En el 20 de Noviembre (10)

En el 20 de Noviembre (11)

Y así, con esa brevedad del tiempo, con esa prisa en que los sorbos de vida son consumidos por nuestro egoísta reloj biológico que no perdona ni a los segundos, ha terminado la época de vacaciones; se ha cerrado ese ciclo, y nuevamente emprendemos otro al mismo tiempo…

En el 20 de Noviembre (12)

En el 20 de Noviembre (13)

domingo, marzo 20, 2011

:: Conociendo al Sr. Miguel López ::

El Sr. Miguel López (1)

Luego de postergarlo por algunos días, y abandonando de la idea de esperar por mi hermana para que me acompañase, decidí por fin ir solo a San Antonio Texcala el 31 de Diciembre del 2010. Mi propósito era principalmente llegar y comprar unos recuerdos. Ya sabía qué quería y aproximadamente cuánto costaría, tan así que puedo asegurar que sólo llevaba el dinero para las compras y los pasajes de ida y vuelta.

Abordé el autobús rumbo a Tehuacán pasando el medio día y me bajé casi 45 minutos después, en San Antonio Texcala, Puebla. Caminé un poco para ver en qué tienda encontraba lo más exacto a lo que tenía en mente comprar, hasta que di con una en especial. Entre elegir las mejores piezas y el entrar y salir de un par de tiendas más, habré invertido a lo mucho una hora; y lo digo porque justo cuando me estaban terminando de empacar los últimos recuerdos vi cómo pasaba el autobús proveniente de Tehuacán, hacia Huajuapan (haciendo escala en Chazumba).

Recordando el hecho de que generalmente a cada hora pasa en dicha carretera un autobús tanto de ida como de venida, supuse que debía esperar una hora más para abordar el siguiente autobús que me llevara al pueblo, así que me senté, acomodé la bolsa con los recuerdos, saqué la cámara y me puse a revisar las fotos hasta ahora tomadas; por algún motivo no hice alguna toma ahí en ese momento, es probable que algo más dominara mi atención o talvez el hecho de ya haber estado ahí antes y haber hecho algunas tomas.

Al cabo de un rato prolongado, a lo lejos, allá en donde se aprecia una diagonal carretera que acaricia al cerro árido y fresco; pude ver que ya venía el autobús; me incorporé, y me sacudí un poco, listo para esperarlo y hacerle la parada, subirme, llegar a casa con la misión completada y prepararme para la cena de fin de año.

Mi sorpresa fue el no poder hacer que se detuviera, pasó de largo mientras el conductor me hacía una señal repetida moviendo ambos brazos hacia a dentro y afuera de su pecho con las manos extendidas, como diciendo: “Estoy al tope, no cabes mi cuate..”. En efecto, se podía observar que el autobús iba lleno, tan lleno que al lado del conductor había personas de pie y también a lo largo del pasillo. Me dije: “Bueno, otra hora más a esperar…

No me preocupé al principio, en verdad que no me acordaba lo que esta fecha representa en los viajes y más en las terminales de autobús; de haberlo pensado con anterioridad, talvez habría ido a San Antonio antes. Como sea, ya estaba ahí, no contaba con dinero extra como para darme el lujo de otra forma de llegar a Chazumba y ni siquiera había señal celular como para comunicarme y solicitar a poyo a la casa. Microbuses de poblados próximos iban y venían por la carretera, al igual que taxis, pero ninguno con destino a Chazumba. “Algo le hace falta al pueblo, me cae…” –pensé–.

Además del primer autobús lleno, pasó otro a la hora, y otro una hora después de éste… No se veía un panorama favorable a la situación, el frío ya estaba cayendo mientras que la tarde le hacía segunda. Supuse que esa no sería la forma de llegar a casa, así que me puse de pie y fui a colocarme a un lado de la carretera, esperando poder convencer a alguien de darme un aventón.

Un par de ocasiones intenté solicitar un aventón pero no tuve éxito, y cuando no lo intenté, en ese momento en que tenía ambas manos abajo y la mirada hacia la línea divisora de la carretera; escuché un claxon proveniente de una camioneta que se aproximaba. Esperé que fuera alguien del pueblo que me conociera (algo improbable, a excepción de mi familia), pero no era así; era un señor que amablemente me preguntó:

— ¿Hacia dónde vas muchacho?
— A Chazumba Señor, ¿Usted va por allá?
— ¡Uhhhh…! Yo voy todavía más por allá, Anda ¿Te llevo?
— Sí, muchas gracias Señor; ya me estaba desesperando porque los autobuses pasan hasta el tope.
— Sí, apenas si pueden subir gente por acá, desde la Terminal se llenan todos; y más ahora, vieras cómo está de lleno ahorita en la Terminal de Tehuacán. Soy Miguel López, para servirte muchacho.
— Gracias, yo Eduardo Robles, un placer Señor; Me imagino, que todo mundo debe estar corriendo ahorita.
— Sí, es por las fiestas. Y dime muchacho ¿Qué andas haciendo por acá? ¿Eres de Chazumba?...

Le conté parte de mi travesía a modo general, algo de historia sobre mi familia y el por qué cada año vamos al pueblo; poco a poco hasta dar con el suceso del día; a lo que él agregó:

— Sí, mucha gente anda queriendo llegar ahorita a casa, pero pues, muchas cosas pasan. Acabo de ayudar hace poco a una pareja, igual, dándoles un aventón; no tenían cómo viajar a Tehuacán porque asaltaron al señor y no les quedó nada, esperaban llegar a casa del papá de la señora para por lo menos celebrar el fin de año. Así me contaron, uno nunca sabe qué cosas pueden pasarle a las personas; así que les eché la mano. Como tú, como te vi parado y medio sucio y sin chamarra pensé que ya tenías rato ahí, y me dije “Pus, a ver si quiere un aventón”, y así por lo menos la compañía cae bien en carretera; además de que platicando se hace más corto el camino. Entonces eres de Chiapas ¿Y cómo es allá? Yo siempre he querido ir y conocer. Tengo conocidos que han ido a trabajar ahí y me cuentan, pero no conocen muchos lugares, ¿Tú, sí?...

El Sr. Miguel López (2)

Sonreí con la picardía de un cuentero que espera que alguien le de pie para hablar y contar historias; y proseguí a contarle sobre el clima, lugares, temporadas de frutos, y en especial recordé algunos posts de este Blog y le hice mención de lo que en ellos hablo. Digamos que disfruté mucho de que alguien me permitiera hablar tanto y de lo que yo quisiera, que pudiera yo describir con ademanes y gestos y no se burlaran, que exagerara en los pasajes de mis letras referenciadas y que a cambio recibiera una atención de asombro y de completa armonía acústica por parte de sus sentidos; que fuera por un momento eso que siempre he querido ser, un viajero que narra cosas que ha visto sin limitaciones ni interrupciones más que del silencio de sí mismo para enfatizar el relato que narra en dicho momento.

El Sr. Miguel López (4)

Por su parte, también me contó algo de él. Iba hacia Oaxaca y más allá, a ver a la familia. Venía de Orizaba, Veracruz; luego de ver un sembradío de Chayotes que tiene por allá, y entonces, al haber revisado bien sus terrenos, concluyó que le daba tiempo para pasar la fecha en el cálido ambiente del hogar. Su rostro me decía que era un hombre pleno, sencillo y que no gozaba de envidiar ni disfrutaba de tener mala fe a la gente; tenía -creo- 4 hijos y me contó de ellos y de lo que hacen; platicamos del trabajo, de la honradez, de la simplicidad de las enormes pequeñeces que nos proveen de felicidad, de la vida en los ojos de un hombre que ha trabajado toda su vida a base de sudor y callos en las palmas de sus manos y que todo patrimonio ha sido el fruto de años de ardua labor. Hablamos también del tiempo, de las costumbres, de lo clásico en nuestra sociedad, de cómo se educaba antes y cómo se trata ahora…

Anticipadamente me dijo que el pago por darme un aventón era lo que el siempre busca en este tipo de situaciones: Una plática amena y sobre todo novedosa, más si se trataba de alguien que conocía o era de Chiapas, su gran preferido lugar por conocer; además del propio hecho de ayudar a alguien, como un tributo a aquellos que le ayudaron cuando él lo necesitó, y que en cierta forma la vida ha de compensar en su momento. Le agradecí mucho, le deseé un feliz año y nuevamente le agradecí por tan maravilloso apoyo; haciéndole notar que tenía ya un amigo en el pueblo y en Chiapas. Sonrió, me despidió animosamente y selló las últimas palabras de esa conversación en la eternidad de mi memoria:

— “Dios te bendiga muchacho…”

El Sr. Miguel López (3)

sábado, marzo 19, 2011

:: En la ermita ::

En la Ermita (05)

De entre los lugares más apacibles, debido a su lejanía y a su solitaria ubicación respecto al conjunto más urbano del pueblo, tenemos a aquella capilla que a orilla de carretera se irguió hace muchos años por –hasta donde sé– motivos de agradecimiento y fe de unas familias oriundas de Chazumba; o por lo menos eso entendí al darme cuenta de la inscripción al pie de ella, en el último escalón: “Gracias Virgencita de Guadalupe. Fam. Blanco Rivera. Arellano Contreras”.

En la Ermita (01)

Los motivos los desconozco, pero me he dado cuenta que en el pueblo y en muchos lugares más, se alzan pequeños templos en honor a alguna representación divina. No es de extrañarse, si algo tiene el pueblo mexicano es el fervor religioso hacia la iglesia católica.

En la Ermita (02)

Los mismos días que visité el agua azufrada, visité (o por lo menos tuve cerca) la ermita. Era como el descanso de la caminata y la rigurosa espera para que el aliento regresara. Hablando de la cercanía entre la ermita y el agua azufrada, cabe recalcar que la única vía que les divide es la carretera que abraza al pueblo; lejos de eso, puede pensarse que están casi en frente entre sí. Una obra recalcando la labor del hombre hacia la naturaleza, y otra mostrando la del hombre hacia lo espiritual.

En la Ermita (06)

En la Ermita (10)

Como toda ermita a orilla de carretera, representa el primer avistamiento del pueblo para aquellos viajeros que llegan desde la ruta de Tehuacán, Puebla. De hecho, las veces que hemos llegado en auto han sido anunciadas por la aparición repentina en la carretera de la ermita después de pasar la curva que esconde a dicho santuario tras la cintura del cerro.

En la Ermita (13)

En la Ermita (11)

Y entonces, mientras algunos se emocionan y le despiden desde el vehículo, y le dejan perderse nuevamente en la lejanía y entre los arbustos; otros se detienen justo al lado de ella para llevar algún presente o simplemente por pura contemplación; sin mencionar el hecho que desde ese punto en especial se observa un panorama limpio y sublime de Chazumba y los relieves que la acogen a su alrededor.

En la Ermita (04)

En la Ermita (03)

En la Ermita (09)

En la Ermita (18)

En la Ermita (14)

En la Ermita (16)

En la Ermita (17)

Y tú... ¿Conoces alguna ermita?

Con gusto les comparto la galería:


jueves, marzo 03, 2011

:: En El Agua Azufrada ::

En el Agua Azufrada (5)

Y el alba aparecía ese 26 de diciembre, sumisa, suave, como de entre las manos que vierten el manantial de la creación del día y la noche; tal como el susurro de las llamas de una fogata recién empezada, con trozos de ocote puestos a secar algunos meses atrás. Entonces Guillermo nos llevó en auto y nos dejó en la carretera cerca de nuestro destino; fue una caminata de tarde con propósito de llegar al Agua Azufrada como excusa, en realidad era un paseo entre hermanos, a pie, buscando explicar algunas cosas de este mundo y adentrarse en los misterios de algunos temas mundanos y superficiales.

En el Agua Azufrada (7)

En el Agua Azufrada (8)

Llegué con Álvaro entonces a la carretera desde la cual también se puede ver el pueblo, la cruzamos para subir a las faldas del cerro de blanca tierra y encontrarnos con una poza de agua azufrada.

En el Agua Azufrada (9)

Estaba casi vacía, y el atardecer cobijaba al sol y le hacía partir a la noche, no habíamos llegado en el mejor momento para ver esta maravilla natural/urbana claramente; sin embargo, se nos compensó con el abur solar y la sombra proyectada en la poza. Tres días más tarde, sólo, volvería para mejorar mi suerte…

En el Agua Azufrada (3)

En el Agua Azufrada (14)

En el Agua Azufrada (15)

Era el medio día quizá, y supuse por algún motivo que era la hora ideal para emprender la caminata nuevamente hacia allá. El calor estaba intenso, y poco a poco el cansancio era evidente, pero… ¿No esforzarme si pude antes llegar a la cubre de un volcán? Vaya tontería, sólo era cosa de caminar y ya.

En el Agua Azufrada (16)

En el Agua Azufrada (19)

Llegué por el mismo lado carretero y subí casi por el mismo lugar de la vez anterior, sólo que fue un poco más abajo, lo que me permitió ver una poza de la cual no tenía yo conocimiento. Esta poza, la primera, estaba semi seca y bastante descuidada, con un nivel muy bajo de agua de manera que me desanimó un poco, pero luego de observarla seguí un pequeño canal que la conectaba con otra a unos cuantos metros, continué un poco más arriba, en busca de la que pude ver días atrás con Álvaro, y cuando llegué, simplemente no lo pude creer…

En el Agua Azufrada (22)

En el Agua Azufrada (27)

En el Agua Azufrada (34)

En el Agua Azufrada (36)

Ahí estaba, con un verde intenso que me recordó a los lagos de montebello, la poza casi llena, a punto de topar su límite de capacidad. Me detuve un rato y ví cómo se acercaba poco a poco un señor que me explicó ciertas cosas:

“Son como 4 pozas, éstas dos son las más cercanas, hay una por allá a la derecha y otra más para arriba del cerro, pero la que más se llena es ésta, y ya en la tarde alguien viene y destapa el desagüe para que se vacíe. De esta sale agua que alimenta a otra que está más abajito, pero la más buscada es ésta por la sombra y por el agua, se puede uno meter a bañarse sin que le digan nada…”

En el Agua Azufrada (23)

En resumen esa fue la información que me dio el señor, me explicó que pasa seguido por ahí y que en ese momento debería seguir su camino, cargando palma al hombro que le serviría posteriormente para amarrar algún zacate o hacer algunas reparaciones extras. Al parecer cerca de esta zona tiene su fuente de recolección, que visita a diario para proveerse de su herramienta de trabajo, o una de ellas.

En el Agua Azufrada (25)

Me quedé sentado disfrutando del paisaje y de la frescura que emanaba del interior de la poza, es la primera vez en tantos años que logro verla con tal esplendor que me atrapó varios momentos. Esta agua fría, con cierto olor -para algunos, incómodo- a Azufre, con ese color, que nace desde el interior del cerro y cae al pueblo, cuya historia se remonta a desde siempre; que hace saber cuántos años le construyeron las pozas con propósitos prácticos quizás, es una fuente inagotable de naturaleza y de reflexión. Toqué el agua, la olí, la probé… Y sentí la conexión con el mundo natural que nos habla por medio de sus creaciones, por medio de su canto y su aroma, por medio de su color y su forma. Ahí quedé por una hora más, sentado, preguntándome tantas cosas y gozando la sensación profunda de la incertidumbre…

En el Agua Azufrada (28)

En el Agua Azufrada (40)

En el Agua Azufrada (41)

En el Agua Azufrada (37)

Sin duda alguna, es un lugar clave para visitar en mi pueblo... Con gusto les comparto la galería:

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