Miércoles, 01 de Noviembre de 2017. Faltaban
tres días para la gran fiesta cuando emprendimos el viaje express hacia Oaxaca
para ir por la familia; no era precisamente un viaje de ocio, pero tampoco se
descartaba alguna parada breve durante el trayecto. Xo y Yaz platicaban
amenamente mientras me tocaba por el momento no conducir y disfrutar del
asiento trasero del auto. Para cuando se acercaba la hora de comer, Yaz
mencionó un restaurante conocido que se encuentra ni más ni menos que en uno de
los próximo pueblos que estábamos por pasar: Teotitlán del Valle (Teotitlán en
Náhuatl significa: "Lugar de Dioses" ).
El restaurante se llama "Tlamanalli"
y se caracteriza por la cocina Zapoteca, o eso es lo que nos dijo Yaz mientras
decidíamos hacer escala ahí para comer -ya que se aproximaba el desvío hacia el
interior de Teotitlán- y así poder conocer el corazón del pueblo luego de no más
de 10 minutos desde la bifurcación con la carretera federal. Apenas entrando a
Teotitlán se puede observar el estilo muy marcado del colorido de los tapetes y
los diseños de fachadas y estructuras de casas a base del ladrillo en su color
natural, lo que te permite saber que estás en un pueblo mágico.
La carretera para entrar a Teotitlán
te lleva directo hacia el centro del pueblo, en algún punto sobre esa misma
calle se halla el "Tlamanalli"; cuando lo encontramos el gusto duró
poco, pues estaba cerrado quizás por la fecha tradicional. Así que al menos
aprovechamos que estábamos moviéndonos para entrar más allá de ese punto y
poder descubrir qué hay en este hermoso pueblo, y mientras, el hambre y la sed
se acentuarían poco a poco hasta la hora tan esperada de comer.
Nos detuvimos en la iglesia, cuyo
aspecto recuerda a todas las iglesias vistas anteriormente dentro del estado de
Oaxaca, tanto en su forma como en sus colores; estar frente a esta iglesia
proporcionó una ilusión de cercanía al pueblo, como si de repente la distancia
se acortara y estuviera apenas a pasos de distancia de Chazumba. Pese a ser la
primera vez parado frente a ella, esta iglesia y sus campanadas me resultaron
muy familiares, más allá de lo que ha provocado cualquier iglesia hasta ahora
visitada.
Esta iglesia, construida en el año de 1518 y dedicada a la preciosa Sangre de Cristo, tiene un enorme atrio con una fuente y muchos árboles que se mueven al viento y desprenden un olor muy similar al de un abeto navideño, desde dicho atrio se puede ver en una vista limpia y abierta el cerro "El picacho", que es un cerro considerado como sagrado y místico, desde el cual se puede apreciar una vista del Valle de Tlacolula. Su arquitectura interior va mostrando poco a poco la máscara que habría tenido hace muchos años, pues se aprecian trabajos de restauración y de separación de la corteza contemporánea para descubrir lo que se ha cubierto quizá por más de un siglo; su diseño coincide con el de la mayoría de iglesias que he visto, pero aún con ello se percibe que posee detalles y elementos muy propios; y aunque esto es difícil de explicar, es algo que se siente al momento de ver de manera general las pinturas de las paredes, columnas y cúpula en conjunto al retablo mayor.
Esta iglesia, construida en el año de 1518 y dedicada a la preciosa Sangre de Cristo, tiene un enorme atrio con una fuente y muchos árboles que se mueven al viento y desprenden un olor muy similar al de un abeto navideño, desde dicho atrio se puede ver en una vista limpia y abierta el cerro "El picacho", que es un cerro considerado como sagrado y místico, desde el cual se puede apreciar una vista del Valle de Tlacolula. Su arquitectura interior va mostrando poco a poco la máscara que habría tenido hace muchos años, pues se aprecian trabajos de restauración y de separación de la corteza contemporánea para descubrir lo que se ha cubierto quizá por más de un siglo; su diseño coincide con el de la mayoría de iglesias que he visto, pero aún con ello se percibe que posee detalles y elementos muy propios; y aunque esto es difícil de explicar, es algo que se siente al momento de ver de manera general las pinturas de las paredes, columnas y cúpula en conjunto al retablo mayor.
Al salir de la iglesia ya para buscar
un lugar para comer y refrescarnos, pasamos viendo los puestos cercanos a la
iglesia, que ofrecen y muestran las artesanías que se realizan en Teotitlán, la
mayoría se refiere a tejidos de lana teñida con elementos naturales, y en menor
escala la madera. De lana encuentras desde los llaveros más pequeños hasta
cobijas King Size, pasando por diversos tamaños, diseños y precios. Estar aquí
requiere de mucho tiempo, pues apenas en ver lo que hay sin estar eligiendo o
buscando algo en particular, seguro se podrían invertir horas.
Cuando la sed y el hambre ya nos orillaron a buscar un restaurante, elegimos "El descanso", un restaurante curiosamente abierto en tal fecha, en el que comimos muy rico, y sobre todo, bebimos un agua natural de guayaba de lo más rica, en serio. Adornado según la ocasión, el restaurante es amplio y limpio, con árboles y un "pozo" quizás decorativo que es un excelente centro de atención, además de contar con tienda de artesanía y creo que también hospedaje. Al terminar de comer retomamos el camino hacia la capital; llegando, Yaz se separó de nosotros pues sólo nos acompañó durante el trayecto (porque coincidimos en el día de viaje) pues ella ya tenía sus propios planes en Oaxaca. Así que Xo y yo nos instalamos y nos arreglamos para salir ya que la fecha obviamente ameritaba pasear a ver cómo se ponía el ambiente en las calles del centro histórico, algo que en serio de debía dejarse pasar.
Cuando la sed y el hambre ya nos orillaron a buscar un restaurante, elegimos "El descanso", un restaurante curiosamente abierto en tal fecha, en el que comimos muy rico, y sobre todo, bebimos un agua natural de guayaba de lo más rica, en serio. Adornado según la ocasión, el restaurante es amplio y limpio, con árboles y un "pozo" quizás decorativo que es un excelente centro de atención, además de contar con tienda de artesanía y creo que también hospedaje. Al terminar de comer retomamos el camino hacia la capital; llegando, Yaz se separó de nosotros pues sólo nos acompañó durante el trayecto (porque coincidimos en el día de viaje) pues ella ya tenía sus propios planes en Oaxaca. Así que Xo y yo nos instalamos y nos arreglamos para salir ya que la fecha obviamente ameritaba pasear a ver cómo se ponía el ambiente en las calles del centro histórico, algo que en serio de debía dejarse pasar.
Nos acercamos caminando al centro
histórico y poco a poco se iba descubriendo actividad de gente que iba y venía,
algunos disfrazados, otros no. El primer indicio de que algo se estaba
cocinando era un anuncio iluminado que decía "Feria del pan y el
chocolate", y apenas adelante de tal anuncio se podían observar puestos de
vendimias de variedades de café, chocolate, pan; y hasta fabricación de
molinillos, además de los espacios instalados para poder degustar todas esas
delicias a lo largo de la calle, cuya prolongación conducía a la "Expo
Venta Nacional Artesanal" donde se podía entender, entre otras cosas, cómo
es que la cultura Oaxaqueña es considerada aún como "Una cultura
viva" gracias a todas las expresiones artísticas y artesanales.
Pasando la Exposición nos topamos con
la iglesia de Santo Domingo; estaba abierta y fuera de ella cientos de personas
iban venían hacia todas direcciones, vestidos de civiles o maquillados con
temas alusivos al Día de muertos, Halloween, o al sincretismo que ahora ya se
ha expandido dentro de los elementos de esta tradición. El mar de gente
continuaba en pleno movimiento hacia la Catedral en el Centro Histórico y hacia
el lado contrario, llenando todo ese corredor de manera que caminar entre ello
era bastante complicado, colorido y divertido. Con un poco de esfuerzo pudimos
acercarnos a la entrada de la Iglesia de Santo Domingo y admirar ese maquillaje
dorado por todas sus caras; la oscuridad y la iluminación del relieve mostrando
a decenas de santos y miles de motivos hacían que se tuviera la sensación de
estar debajo de un cielo dorado con miles de destellos por estrellas y millones
de láminas de oro como polvo cósmico.
Y afuera de la iglesia, las luces no
eran doradas si no de múltiples colores, las fosforescencias indicaban fiesta,
movimiento, baile, bullicio, y todos estaban invitados a participar; mientras a
ambos del corredor la gente se desplazaba con algo de lentitud, en medio del
corredor el movimiento continuo entre el ruido y la danza cortejaban a las
cámaras y a los espectadores, quienes seguían todo como podían desde sus
lugares o moviéndose con toda esa vorágine. Gorros, sombreros, plumas, fuego,
flautas, tambores, gritos, risas, trajes prehispánicos, máscaras, maquillajes,
catrinas, niños, adultos; todo lo que se involucraba tenía un lugar y un
momento, eran miles de sucesos simultáneamente, que dos ojos es muy poco para
apreciarlo.
Entre que si se llama “comparza” o
“muerteada” u otro nombre, no estoy muy seguro; pero el que se le quiera dar
sin duda se referirá a esa sensación de estar en medio de estilos de
celebración que ni siquiera se pelearon o repelieron; si no que se unieron para
convivir en armonía; vaya que, como dijeran por ahí, El Día de muertos se
siente muy vivo, trascendió desde la época prehispánica, y eso nos lo
demuestran los danzantes que llegaron por todo el corredor turístico a la
Iglesia de Santo Domingo. Pero también en varios puntos se muestran otras
características de esta tradición, como la inclusión tan variopinta de
personajes que van desde un payaso diabólico de película, hasta un homenaje a
aquellos revolucionarios de a sombrero y a calzón que habrían combatido al lado
de Pancho Villa por allá de la década de los veintes. Para todos los gustos
hay, y eso hace que lejos de verse como una crítica de haber cedido ante la
demanda turística extranjera; se vea más como un abrazo cultural que no conoce
límites.
Un abrazo de todos hacia todos, un
abrazo de alegría más que de pésame, pese a que el motivo se trate ni más ni
menos que la muerte. Pero estamos en Oaxaca, en México; aquí la muerte vive, como
fiesta, como conmemoración, como tradición, como cultura, como unión. Basta ir
a darse una vuelta en tal fecha para comprobar que al mismo paso camina Frida
Kahlo con un matachín, o una novia plantada en el altar con el torito de fuegos
artificiales, o un duende con una calavera, o un ataúd desde el cual emerge un
esqueleto; con unas Oaxaqueñas representantes de la Guelaguetza. No hay
distinción de algún tipo, por ahora; que al cabo, la muerte nos hace a todos
comunes.
El mar de gente es el pan nuestro, la danza
y la música no faltan, los dulces llueven de vez en cuando al tiempo en que
avanzan por los callejones; A donde quiera que veas, hay movimiento y buena
vibra. Niños, jóvenes, adultos, ancianos; todos disfrutan, todos celebran,
todos están inmersos en la fecha y en su significado. Todos están atentos a los
disfraces, al maquillaje, a las danzas, a los fuegos artificiales que se
disparan desde el torito que una niña
porta con orgullo en su cabeza.
Avanzamos con toda la multitud hasta llegar a la Iglesia Sangre de Cristo, donde una banda proveniente de Teotitlán del Valle ejecutó varias piezas fuera de la iglesia. Más tarde, al avanzar por esa misma calle, los bailes no paraban; Y la gente admiraba los bailes y el movimiento de la multitud al tiempo que se daba la oportunidad de detenerse en algún punto que tuviera un atractivo especial; por ejemplo, en un edificio se alzó en la entrada una enorme catrina, y al atravesar bajo su falda uno podía entrar a apreciar una enorme ofrenda; más grande incluso que la que se veía afuera de la mismísima catedral en el Centro Histórico, pero no por eso mejor, simplemente todo eran piezas de un rompecabezas enorme llamado Oaxaca.
Al día siguiente, en el pueblo; la tradición seguía, dictaba ir al panteón ahora, a venerar a los difuntos, a ir a demostrarles nuestro respeto y amor, a recordarlos. Ya había pasado la celebración, el jolgorio, las risas, el baile, la música; ahora entraba en turno el respeto y el cariño a través del tiempo...
Con gusto, te comparto la galería:
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