Viernes, 24 de Noviembre del 2017.
Habían pasado unas pocas horas después de darme cuenta que ya había anochecido,
pese a que iba muy pendiente por ir manejando, supongo que me perdí en medio de
la plática de Hugo, y sobre todo porque hablábamos de llegar a nuestro destino.
Cuando llegamos por fin, no le apreciamos mucho de noche si a apariencia se
refiere, pues la oscuridad apenas permitía distinguir el panorama completo. Nos
ocupamos en dejar encargado el auto, y una vez tomando nuestras cosas, abordar
una lancha que nos llevaría muchos cientos de metros hacia el Oeste para llegar
a la bocabarra.
Una vez llegando a la boca barra (en
un punto en donde al bajar de la lancha de encuentras con un restaurante que
además provee del servicio de renta de cabañas) nos dirigimos a rentar un
espacio y a colocar nuestras cosas; teníamos el propósito de que aún siendo ya
de noche, intentaríamos pescar. El pueblo quedado atrás, separado por el agua,
se distinguía gracias a las luces de las viviendas y de algunas embarcaciones
que en la lejanía permitían confundirse y crear un paisaje de destellos cuyo
reflejo alargado en el agua daban la impresión de estar alejándose más.
Preparadas las cosas, caminamos hacia
el mar para ver si podíamos pescar; no era una tarea fácil maniobrar a oscuras
con viento que es capaz de enredar los hilos de pesca, o calcular dónde habría
caído la carnada una vez lanzada desde la caña, por lo que desistí de
intentarlo después de un rato y aproveché la oscuridad un poco para captar
estrellas. Para ello regresé a las zonas de las cabañas, la vista al cielo
desde abajo de las palmeras proveían a las escenas de una narrativa armoniosa, calmada, sin prisas; casi como si
el tiempo avanzara poco a poco sin intención de hacerse notar, pero que erraba
en su propósito ya que el montón de estrellas formando constelaciones abrazaba
a las siluetas de estos cocoteros apagados, danzantes apenas perceptibles; provocando
la ilusión óptica de pensar que había espacios oscuros en el cielo con forma de
plumas gigantes.
Y venía la escritura mental, el
descubrimiento de patrones estelares dibujando letras y palabras en el cielo, ensayando líneas imaginarias con sólo determinar los puntos luminosos por donde
éstas habrán de pasar; inventar constelaciones, dibujar un rostro con todos esos
astros y plasmarlo en un sector del cielo; perderte en esa imagen, en ese
sueño, y admirarle pensando miles de situaciones hasta que el sueño acaba por
vencerte.
El siguiente día despertó con el sonido de la mar, con ese sonido abrumador lejano que de cerca se oye como brisa y golpes, como chorros de agua chocando con la arena; mientras a lo lejos quién sabe de dónde, se escuchaban suaves los rugidos del mar. Ahora todo tenía forma y color, se apreciaban bien las cabañas, la arena, las casas, las lanchas, los animales y el hermoso paisaje que separaba la bocabarra del pueblo; coronado por unos cerros verdes que por efecto de la luz solar matutina incorporaban un tono azul grisáceo a sus vestidos y una bruma que no permitía distinguir los bordes del relieve.
El sonido del agua imperaba, con su
música natural naciente de las pequeñas corrientes que, chocando con la arena
de la bahía, provocaban la danza continua de las lanchas y botes amarrados que
permanecían en la orilla; un sonido fresco, revitalizante, cómico y siempre
parlanchín; un golpeteo musical provocado por los elementos. Regresé a las
mesas a degustar un café; luego de desayunar y listos para emprender la
travesía de la pesca, caminamos hacia donde está la boca barra, esa abertura
que separa dos cuerpos largos de arena y que deja pasar a través de sí una
mezcla de agua que viene y va, de agua dulce y salada, de agua de manglares y
agua del océano. Nos habían dicho que sería un buen lugar ahí precisamente por
el flujo de peces en el agua a través de esa relativamente estrecha abertura,
por lo que nos dirigimos con las cosas de pesca hacia allá.
Al llegar, me di cuenta que además de
ser un lugar recomendado para pescar, era un lugar adecuado para poder observar
el panorama casi completo del lugar; en ese límite entre la arena y las
corrientes de agua intercambiándose mutuamente se podía ver alrededor un
paisaje de naturaleza bastante limpio, apenas con indicios de presencia humana
(que no era otra cosa que una palapa para resguardo de los visitantes que
llegaban a ese punto de la barra) en un radio bastante amplio. Desde que
empiezas a acercarte a la bocabarra puedes tener en tu campo de visión tanto al
océano pacífico de tu lado izquierdo y la zona de manglar y montañas de lado
derecho, es una imagen muy bella; ver dos estilos de naturaleza en una misma
escena.
Preparamos las cosas para pescar, pese a la hora del día y a la luz del Sol directa; al cabo, no es como que tuviéramos muchas expectativas de atrapar algo, más era por la aventura y por disfrutar de un momento de relajación. Y los elementos lejanos ayudaban a que eso fuera posible: El mar, la brisa, el agua salvaje de un lado y del otro muy calmada, las formas y colores de las montañas a lo lejos; que para este momento ya son distinguibles casi en su totalidad, las lanchas en su travesía hacia la actividad de pesca en alta mar; las aves como garzas, gaviotas (en su mayoría), pelícanos y demás especies sobrevolando el agua tranquila mientras que alguna garza más audaz prefiere estar en el lado del océano para atrapar algún pez, o quizá simplemente para lavar su alas. Todo ello aportaba un ambiente de relajación y silencio para poder pescar, o simplemente descansar.
Preparamos las cosas para pescar, pese a la hora del día y a la luz del Sol directa; al cabo, no es como que tuviéramos muchas expectativas de atrapar algo, más era por la aventura y por disfrutar de un momento de relajación. Y los elementos lejanos ayudaban a que eso fuera posible: El mar, la brisa, el agua salvaje de un lado y del otro muy calmada, las formas y colores de las montañas a lo lejos; que para este momento ya son distinguibles casi en su totalidad, las lanchas en su travesía hacia la actividad de pesca en alta mar; las aves como garzas, gaviotas (en su mayoría), pelícanos y demás especies sobrevolando el agua tranquila mientras que alguna garza más audaz prefiere estar en el lado del océano para atrapar algún pez, o quizá simplemente para lavar su alas. Todo ello aportaba un ambiente de relajación y silencio para poder pescar, o simplemente descansar.
Y de cerca, el espectáculo continúa;
tan sólo la pared de arena que permite que la palapa se alce algunos metros
sobre el suelo es ejemplo de ello: Capas y capas de color con diferencias leves
que indican una erosión bastante notoria pero apenas tomada en cuenta, y que
permite pequeñas cascadas de fina arena que dibuja grietas verticales en la
pared, provocando un patrón que da la impresión de observar desde una
perspectiva en picada y lejana, a Petra, la ciudad de piedra en Jordania. No es
que realmente sea similar estrictamente hablando, pero sí provoca que venga a
la mente tal comparación debido a las formas caprichosas que a veces dan a
pensar que fueron esculpidas a propósito, sobre todo cuando dichas formas
conviven con pequeñas cuevas de crustáceos que, buscando resguardo, han optado
por este lujoso vecindario para disfrutar de la tranquilidad que les permita
sobrevivir.
Pero eso ha sido dentro del área
céntrica de la arena, donde al agua no ha llegado aún, o bien, donde tocará
dentro de varias horas. Hay una zona más cerca al mar que sigue siendo dominio
de la arena, pero que debido a la marea debe compartir terreno con el pacífico;
y entre decidir quién de los dos habrá de ocupar dicha zona al final del día,
quizá prefieran compartir el espacio y dar pie a formar pozas de marea que
disfrutan de una apariencia increíble (como observar desde el aire una cordillera
en algún desierto) y cada una, a pesar de las similitudes entre sí, muy
diferente a las demás. El trabajo del paso del agua por la arena, y su
estancamiento junto a sedimentos orgánicos, crea escenarios que te hacen pensar
en estar viendo algo que puede parecerse a algo muy enorme, de dimensiones
extensas; o bien, a algo muy pequeño, como el interior de alguna célula o el
tejido de algún organismo. Y dispones de tiempo para verlas con detenimiento,
al menos hasta que la marea empieza a subir.
En el lado del agua tranquila, tan
tranquila que un pequeño cardumen puede verse nadando cerca de la orilla,
también pueden observarse espectaculares imágenes, aunque no necesariamente
cerca. Además de los pequeños peces nadando en grupo, y algún crustáceo despistado
que regresa a su casa luego de notar nuestra presencia, las aves son de los
animales que suelen verse por acá; pero llega un momento en que los peces se
ocultan, los cangrejos se esconden y las aves siguen su camino porque ya ha
pasado la hora de pescar. Inclusive nosotros lo sabemos, la tarde ha caído y
ahora las probabilidades de pescar son menos que antes, que de por sí eran casi
nulas. Pero cuando todo el mundo se ha ido, el agua, la arena, el cielo y las
montañas permanecen, esperando por el tiempo, esperando por la marea, esperando
por la noche.
Y el ambiente va tomando muy levemente
ese tono amarillo solar, ese tono que avisa que ya es tarde, que advierte que
pronto la temperatura bajará, que el viento será más intenso y que los zancudos
empezarán a aparecer; avisándonos que por ahora, ya es tiempo de regresar a las
cabañas y preparar todo para el regreso. No obstante, el espectáculo permanece
cambiándose poco a poco la tonalidad de la tarde, y lo mejor, suavizando la luz
para provocar un maquillaje excepcional en las fotografías. Ahora, con el
arrebol en el horizonte, Boca del Cielo adquiere un aire diferente, más
nostálgico, más callado en general; pero manteniendo ese sonido infinito del
agua al moverse, esa especie de poesía natural que acompaña a pescadores y a
todo aquel que habrá de cruzar por aquí.
Sí, cruzar, eso es lo que se hace: Al caer poco a poco el ocaso tomamos la lancha que nos llevara de vuelta al muelle del pueblo, allá donde varias lanchas permanecen estacionarias mientras apenas se logran ver tres a lo mucho transportando personas. Una convivencia armoniosa, al menos en este día que parece ser que hay actividad moderada sobre el agua, lo que ter permite seguir disfrutando apaciblemente de la puesta de Sol, de la caída de la noche, de los últimos destellos de este buen lugar, antes de despedirte y regresar a casa.
Con gusto, te comparto la galería:
Sí, cruzar, eso es lo que se hace: Al caer poco a poco el ocaso tomamos la lancha que nos llevara de vuelta al muelle del pueblo, allá donde varias lanchas permanecen estacionarias mientras apenas se logran ver tres a lo mucho transportando personas. Una convivencia armoniosa, al menos en este día que parece ser que hay actividad moderada sobre el agua, lo que ter permite seguir disfrutando apaciblemente de la puesta de Sol, de la caída de la noche, de los últimos destellos de este buen lugar, antes de despedirte y regresar a casa.
Con gusto, te comparto la galería:
2 comentarios:
Qué increíbles fotos.
Las estrellas entre las palmas, todo tranquilo y los colores tan "limpios" (como señalé en un post anterior, de las cosas que más permiten admirar el paisaje es que todo se vea limpio) creo que fotos que tengo de recuerdos en playas, no falta la bolsa o lata que alcanza a colarse mientras flota ��
-Qué temperatura se siente por allá?
"al cabo, no es como que tuviéramos muchas expectativas de atrapar algo", me sonó a Margarita Zavala, jaja. Que aún así se aventó el tour por la República XD.
Lorena:
¡Muchas gracias! :D
Las fotos de estrellas como fondo me gustan mucho, provoca una pequeña ansiedad al verlas tan cerca y saber que están tan lejos, aparentar ser tan pequeñas y en realidad ser enormes.
Me gusta que las fotografías salgan lo más limpias posibles, siempre procuro encuadrar de manera que se eviten algunos elementos que perjudicarían la foto. La mayoría de las veces la toma es limpia y la foto resulta decente; sin embargo, me he topado con escenarios con mucho potencial fotográfico pero cuya contaminación en la composición provoca que decline (como Margarita) de hacer la foto. La temperatura más alta que se puede percibir en Boca del Cielo aproximadamente son los 34°C cuando el Sol está en su punto más alto.
Jajajaja es que tenemos antecedentes que nos hacen pensar que la pesca no es precisamente lo nuestro XD! (así como Zavala con gobernar jajaja) pero aún así ahí seguimos yendo! XD!
Gracias por tu comentario :)!
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