Blogger templates

domingo, marzo 20, 2011

:: Conociendo al Sr. Miguel López ::

El Sr. Miguel López (1)

Luego de postergarlo por algunos días, y abandonando de la idea de esperar por mi hermana para que me acompañase, decidí por fin ir solo a San Antonio Texcala el 31 de Diciembre del 2010. Mi propósito era principalmente llegar y comprar unos recuerdos. Ya sabía qué quería y aproximadamente cuánto costaría, tan así que puedo asegurar que sólo llevaba el dinero para las compras y los pasajes de ida y vuelta.

Abordé el autobús rumbo a Tehuacán pasando el medio día y me bajé casi 45 minutos después, en San Antonio Texcala, Puebla. Caminé un poco para ver en qué tienda encontraba lo más exacto a lo que tenía en mente comprar, hasta que di con una en especial. Entre elegir las mejores piezas y el entrar y salir de un par de tiendas más, habré invertido a lo mucho una hora; y lo digo porque justo cuando me estaban terminando de empacar los últimos recuerdos vi cómo pasaba el autobús proveniente de Tehuacán, hacia Huajuapan (haciendo escala en Chazumba).

Recordando el hecho de que generalmente a cada hora pasa en dicha carretera un autobús tanto de ida como de venida, supuse que debía esperar una hora más para abordar el siguiente autobús que me llevara al pueblo, así que me senté, acomodé la bolsa con los recuerdos, saqué la cámara y me puse a revisar las fotos hasta ahora tomadas; por algún motivo no hice alguna toma ahí en ese momento, es probable que algo más dominara mi atención o talvez el hecho de ya haber estado ahí antes y haber hecho algunas tomas.

Al cabo de un rato prolongado, a lo lejos, allá en donde se aprecia una diagonal carretera que acaricia al cerro árido y fresco; pude ver que ya venía el autobús; me incorporé, y me sacudí un poco, listo para esperarlo y hacerle la parada, subirme, llegar a casa con la misión completada y prepararme para la cena de fin de año.

Mi sorpresa fue el no poder hacer que se detuviera, pasó de largo mientras el conductor me hacía una señal repetida moviendo ambos brazos hacia a dentro y afuera de su pecho con las manos extendidas, como diciendo: “Estoy al tope, no cabes mi cuate..”. En efecto, se podía observar que el autobús iba lleno, tan lleno que al lado del conductor había personas de pie y también a lo largo del pasillo. Me dije: “Bueno, otra hora más a esperar…

No me preocupé al principio, en verdad que no me acordaba lo que esta fecha representa en los viajes y más en las terminales de autobús; de haberlo pensado con anterioridad, talvez habría ido a San Antonio antes. Como sea, ya estaba ahí, no contaba con dinero extra como para darme el lujo de otra forma de llegar a Chazumba y ni siquiera había señal celular como para comunicarme y solicitar a poyo a la casa. Microbuses de poblados próximos iban y venían por la carretera, al igual que taxis, pero ninguno con destino a Chazumba. “Algo le hace falta al pueblo, me cae…” –pensé–.

Además del primer autobús lleno, pasó otro a la hora, y otro una hora después de éste… No se veía un panorama favorable a la situación, el frío ya estaba cayendo mientras que la tarde le hacía segunda. Supuse que esa no sería la forma de llegar a casa, así que me puse de pie y fui a colocarme a un lado de la carretera, esperando poder convencer a alguien de darme un aventón.

Un par de ocasiones intenté solicitar un aventón pero no tuve éxito, y cuando no lo intenté, en ese momento en que tenía ambas manos abajo y la mirada hacia la línea divisora de la carretera; escuché un claxon proveniente de una camioneta que se aproximaba. Esperé que fuera alguien del pueblo que me conociera (algo improbable, a excepción de mi familia), pero no era así; era un señor que amablemente me preguntó:

— ¿Hacia dónde vas muchacho?
— A Chazumba Señor, ¿Usted va por allá?
— ¡Uhhhh…! Yo voy todavía más por allá, Anda ¿Te llevo?
— Sí, muchas gracias Señor; ya me estaba desesperando porque los autobuses pasan hasta el tope.
— Sí, apenas si pueden subir gente por acá, desde la Terminal se llenan todos; y más ahora, vieras cómo está de lleno ahorita en la Terminal de Tehuacán. Soy Miguel López, para servirte muchacho.
— Gracias, yo Eduardo Robles, un placer Señor; Me imagino, que todo mundo debe estar corriendo ahorita.
— Sí, es por las fiestas. Y dime muchacho ¿Qué andas haciendo por acá? ¿Eres de Chazumba?...

Le conté parte de mi travesía a modo general, algo de historia sobre mi familia y el por qué cada año vamos al pueblo; poco a poco hasta dar con el suceso del día; a lo que él agregó:

— Sí, mucha gente anda queriendo llegar ahorita a casa, pero pues, muchas cosas pasan. Acabo de ayudar hace poco a una pareja, igual, dándoles un aventón; no tenían cómo viajar a Tehuacán porque asaltaron al señor y no les quedó nada, esperaban llegar a casa del papá de la señora para por lo menos celebrar el fin de año. Así me contaron, uno nunca sabe qué cosas pueden pasarle a las personas; así que les eché la mano. Como tú, como te vi parado y medio sucio y sin chamarra pensé que ya tenías rato ahí, y me dije “Pus, a ver si quiere un aventón”, y así por lo menos la compañía cae bien en carretera; además de que platicando se hace más corto el camino. Entonces eres de Chiapas ¿Y cómo es allá? Yo siempre he querido ir y conocer. Tengo conocidos que han ido a trabajar ahí y me cuentan, pero no conocen muchos lugares, ¿Tú, sí?...

El Sr. Miguel López (2)

Sonreí con la picardía de un cuentero que espera que alguien le de pie para hablar y contar historias; y proseguí a contarle sobre el clima, lugares, temporadas de frutos, y en especial recordé algunos posts de este Blog y le hice mención de lo que en ellos hablo. Digamos que disfruté mucho de que alguien me permitiera hablar tanto y de lo que yo quisiera, que pudiera yo describir con ademanes y gestos y no se burlaran, que exagerara en los pasajes de mis letras referenciadas y que a cambio recibiera una atención de asombro y de completa armonía acústica por parte de sus sentidos; que fuera por un momento eso que siempre he querido ser, un viajero que narra cosas que ha visto sin limitaciones ni interrupciones más que del silencio de sí mismo para enfatizar el relato que narra en dicho momento.

El Sr. Miguel López (4)

Por su parte, también me contó algo de él. Iba hacia Oaxaca y más allá, a ver a la familia. Venía de Orizaba, Veracruz; luego de ver un sembradío de Chayotes que tiene por allá, y entonces, al haber revisado bien sus terrenos, concluyó que le daba tiempo para pasar la fecha en el cálido ambiente del hogar. Su rostro me decía que era un hombre pleno, sencillo y que no gozaba de envidiar ni disfrutaba de tener mala fe a la gente; tenía -creo- 4 hijos y me contó de ellos y de lo que hacen; platicamos del trabajo, de la honradez, de la simplicidad de las enormes pequeñeces que nos proveen de felicidad, de la vida en los ojos de un hombre que ha trabajado toda su vida a base de sudor y callos en las palmas de sus manos y que todo patrimonio ha sido el fruto de años de ardua labor. Hablamos también del tiempo, de las costumbres, de lo clásico en nuestra sociedad, de cómo se educaba antes y cómo se trata ahora…

Anticipadamente me dijo que el pago por darme un aventón era lo que el siempre busca en este tipo de situaciones: Una plática amena y sobre todo novedosa, más si se trataba de alguien que conocía o era de Chiapas, su gran preferido lugar por conocer; además del propio hecho de ayudar a alguien, como un tributo a aquellos que le ayudaron cuando él lo necesitó, y que en cierta forma la vida ha de compensar en su momento. Le agradecí mucho, le deseé un feliz año y nuevamente le agradecí por tan maravilloso apoyo; haciéndole notar que tenía ya un amigo en el pueblo y en Chiapas. Sonrió, me despidió animosamente y selló las últimas palabras de esa conversación en la eternidad de mi memoria:

— “Dios te bendiga muchacho…”

El Sr. Miguel López (3)

No hay comentarios.:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...