30 de junio. Cuando llegamos al punto
de encuentro, las baterías de la D90 estaban cargadas al tope, el todoterreno
SIGMA 28-200 limpio (aunque tosco, pues se me pone al brinco con una barbaridad
cuando llego a hacer zoom a los 70mm), los sándwiches ya comprados (para
variarle, pues, un poco a los burritos) y las ganas puestas; había poca incertidumbre,
pero era de esa que pasa una vez habiendo desprendido las primeras risas matutinas
de un domingo ameno y despejado.
Carlos Nava (local artesano desde hace
ya muchos años) era algo así como el autor intelectual de esta salida, y con su
amigo (Pedro… ó Arturo, ya ni me acuerdo por futuras referencias que me dan a
elegir y hacen dudar) habían fraguado un viaje local en el que si bien, dicho
destino no era ajeno a nuestros deseos, sí habría resultado algo desconocido
para llegar a tal (y vaya que sí, pues adentrarse hasta esa cascada no es cosa
fácil la primera vez) de no ser por la guía de Arturo (yo recuerdo que se llama
Arturo; lo siento, ya si no fuese así, actualizaré estas líneas) a través de
todo el camino.
La zona se conoce como “Cascada San
Francisco”, ya había escuchado de ella, inclusive había visto una o dos
fotografías, solo que no sabía cómo llegar; en realidad no es tan difícil…
Primero hay que tomar la carretera de la 8ª. Avenida Norte y seguir rumbo al
Edén, es decir, por toda esa misma carretera, hasta llegar al Cantón “San
Francisco”, a 35 Km (ojo aquí, que aún pertenece al municipio de Tapachula,
aunque pareciera que no); y detenerse ahí. ¿Luego? Pues a caminar viajero: Entrar
al interior del cantón por el camino principal y seguir marcha adelante
tomando, en su momento, el primer desvío a la izquierda… ¿O era derecha? Ehm… (Piensa,
piensa) como sea, es cosa de ir en el
sendero que te lleva hasta las orillas del rio “Cuilco”. Lo bueno es que si
necesitas ayuda la gente te la brinda sin dudarlo, y así pueden guiarte poco a
poco para tomar el camino rumbo a la cascada. No hay pierde, todos saben cómo
llegar, sólo hay que preguntar por el campo de fútbol, y una vez ahí, pedir
permiso para caminar por la vereda.
La mayor parte del camino tiene
estructura firme, es decir, no es como tal una terracería que es exclusiva para
ir a la cascada; más bien es el camino principal que conecta el cantón, y dicho
camino te lleva por curvas inclinadas y uno que otro encuentro de riachuelos, siempre
bajo la sombra de extensos penachos verdes de altos y delgados árboles de
corteza rojiza; hasta que te encuentras inmerso en una zona de pura vegetación
de la que sales para encontrarte con que debes cruzar un largo puente colgante.
Algo curioso es que, según nuestro guía (cual sherpa orientado), una vez cruzando el puente, nos encontraríamos ya dentro del territorio del municipio de Huehuetán; ¿En serio rodeamos prácticamente Tapachula? Eso sí era algo que no imaginaba que sucedería, pero al parecer, entramos más allá de lo que nuestro sentido común nos hubiera dictado, tan sólo de considerar que lo que caminamos no fue demasiado (que sí fue mucho tramo recordando que tuvimos que doblar, subir, bajar; pero las pláticas aminoran el paso de cualquier caravana; aún en el propio Amazonas).
El oscuro guardián del río, alado y de pico delgado, de color serio y sin adornos matizados de prosopopeya, nos ignoraba sin problemas. Postrado en una piedra a mitad del río, desafiaba toda residencia entre un municipio y otro ¡Vaya pillo! Que a nosotros también se nos ocurrió pero el tambaleante movimiento del puente nos obligaba a resistir muy poco; y entre jaloneos e intentos de equilibrio, las fotos salían, mínimamente, movidas. Nuestro guía dijo que se trataba de un pato delta, y aunque no soy un erudito en la biología de aves, a mi me pareció más un biguá (o pato cuervo, para los más autóctonos de aquí), ese al que casi nadie le llama por su nombre so riesgo de tragarse la lengua (Phalacrocorax olivaceus) en el intento de pronunciarlo. Pero vamos, que un nombre avícola no parece tan importante cuando debes seguir el camino y cruzar el puente hacia la segunda parte, esa que cada vez te acercará más, entre montones de vegetación y ríos, a la hermosa cascada.
Seguíamos, ahora muy cerca de la orilla del río, siguiendo el sentido contrario de su cauce, descubriendo anatomías vegetales y animales tan muy de acá de este lado del mundo, armoniosas, curiosas, diseñadas como un chiste amable que te arrancan una sonrisa de ceja a ceja. Y… Cuando a lo lejos divises algunos zopilotes tranquilamente acicalándose, ponte atento, significa que ya estás cerca; y sé precavido, que el menor sonido y movimiento involuntario hará que salgan volando sin que les puedas ver en todo su esplendor, tan rápido que enfocarlos y retratarlos se convierte en una tarea bastante complicada. No hay que culparlos de ello, que al fin y al cabo estamos invadiendo (por llamarlo así, que nuestras intenciones nunca han sido malas) su espacio; además, ellos tanto como nosotros saben que no somos siempre de fiar.
Y una vez que dejes de seguir
zopilotes con la vista, regresa a tu postura normal y podrás ver cómo en medio
de la maleza, rumbo a esa dirección que hace unos momentos volteaste porque
escuchabas agua intensa, aparece una cascada. Tranquilo, aún no es la principal
(aunque no por eso la menosprecies); se trata de una cascada menor que ha
moldeado un hermoso pozo en el que puedes bañarte si tomas las correctas precauciones.
Es la penúltima parte de esta ninfa natural, es el lugar ideal para observar el
entorno y ver el armonioso baile que han montado con los árboles y las piedras;
es una cascada cuyo encanto no se mide precisamente en metros de altura, pero
sí en ojos brillantes de asombro y suspiros largos largos...
Y si sigues, de igual manera al lado
del río; entre piedras, fango, bejucos y plantas, hacia adelante; encuentras
eso por lo que has venido: La cascada “San Francisco”. Es, no sé, hermosa; como
salida de un cuadro o de una postal cuyos orígenes son lugares místicos y
escondidos en el seno de bosques desconocidos y sin mancha humana que la
perjudique; está llena de vigor y su sonido, pese a ser intenso y proveniente
de una caída de agua muy gruesa y bastante alta, te relaja. Y, cuando poco a
poco te acercas para verla mejor (a varios metros, eso sí) llegas a sentir gradualmente la
brisa que despide, y sucede que en ese momento varias gotas han empezado a resbalar desde tus pestañas a tus mejillas. Sí, te ha tocado ser blanco de su salpicada y ni te has dado cuenta.
Es un natural cuadro glorioso el que
se forma ahí, ajeno a la mano del hombre y su ingeniería. Eso pudimos apreciar
todos, que nos quedamos abstraídos ante ella y se nos fue el tiempo en verle.
Hasta el mismísimo ave biguá llegó desde algún lado para cruzar, en un vuelo ascendente, esa caída de agua sin sufrir daño alguno (quizá tiene su nido detrás de ella), y cuando volvió a salir planeó hacia el río, se postró en una piedra al pie de la caída, y ante la excelsitud de esta cascada...
Hasta el mismísimo ave biguá llegó desde algún lado para cruzar, en un vuelo ascendente, esa caída de agua sin sufrir daño alguno (quizá tiene su nido detrás de ella), y cuando volvió a salir planeó hacia el río, se postró en una piedra al pie de la caída, y ante la excelsitud de esta cascada...
3 comentarios:
Hola, estoy cerca de Tapachula, Chiapas y me gustaría conocer los paisajes tan hermosos q compartiste, me puedes dar más información de como llegar, por fafavor? Me ayudaría mucho un screenshot de la ruta a seguir.
Gracias!
Holaa
Me gustaría saber más información sobre el lugar, un screenshot de la ruta me ayudaría mucho. Podrías ayudarme?, por favor!!!! Gracias!! 😄😄
Publicar un comentario