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domingo, marzo 16, 2014

:: En la acostada de los choferes ::


Viernes, 27 de diciembre, 2014. Venus ya se iba a ir a dormir, o cuando menos se perdería en el horizonte y haría quién sabe qué cosas pues ya no le veríamos más durante la noche; con los últimos rayos del sol, y en un tono azulado, se fue sin decir Adiós. ¿Qué hacer en su ausencia? Principalmente, dada la fecha, esperar a que los sonidos de las campanas llamasen a la acostada de los choferes, que viene siendo de las más grandes y espléndidas que se realizan (ojo, que estas fiestas siempre han sido realizadas pensando en todo el pueblo, nada de "nomás unos cuántos invitados y ya", es por eso que guardan especial importancia en la historia de la villa. Bien, continuemos...)


 

A todo esto, por si hubiera alguien que no supiere, apenas comento sin profundizar mucho, que una acostada es una celebración que se realiza posterior a la navidad; es decir, que aquí en el pueblo, se llevan a cabo primeramente y cada noche, las “posadas”, desde antes del 24 de diciembre (creo que por ahí del 18 o 19); y que una vez pasada la navidad, llegan las acostadas (que es cuando el niño ya ha nacido), siendo la ceremonia algo diferente en cuanto a que en las primeras se pasea a José y María en la peregrinación del pueblo, mientras que en las segundas se va a colocar y a contemplar al niño en el nacimiento.




Hasta donde entiendo, al día de hoy perduran cuatro acostadas grandes: La de la iglesia, la de la juventud, la del mercado y la de los choferes; cada una encargada a cierto mayordomo que verá por que la tradicional fiesta se lleve a cabo y se mantenga viva la flama de la celebración. En esta ocasión presenciamos la de los choferes, que es, hasta donde he llegado a enterarme, la más grande de todas.




Los cuetones, con sus explosiones características y el rastro de luces que dejaban a su paso, me indicaban que ya se estaba llevando a cabo la misa; el interior de la iglesia estaba lleno, no conseguí entrar para atestiguar la ceremonia, así que me quedé afuera esperando la procesión. Una vez salida la gente, se empezaron a repartir silbatos, cuetes, luces de bengala, velitas y quién sabe cuánta cosa más para acompañar los cánticos pertinentes. Toda la gente íbamos caminando por las calles principales, rodeando un poco la cuadra en donde estaba la casa con el nacimiento dispuesto a que se dejara ahí el niño. 




Por su parte, la casa que alojaría al niño también nos indicaba, mediante cuetones, que estaba ya lista para recibir a la procesión; el paso era lento, la gente se unía en cada punto y unos pocos más -generalmente niños- se quedaban rezagados para lanzar su cuetitos, y luego se unirían nuevamente a la procesión. Esta marcha se detenía cada cierto tiempo para llevar a cabo el correteo del famoso “torito”, que es de los elementos que pueden llegar a diferenciar lo colorido de una acostada a otra, así como también el lanzamiento de fuegos pirotécnicos que sean de muchos colores y lleguen a expandirse en el cielo en grandes formas de flores o ramilletes.





Después de cerca de tres paradas para el correteo del “torito”, llegamos por fin a la casa del mayordomo; para entonces ya había más gente esperándonos (aquellos que no se unen a la procesión y prefieren tomar atajos hacia la casa, y que por supuesto también son bienvenidos) y otros más se iban uniendo poco apoco al escuchar el bullicio de la gente conforme los cantos y bailes de los pastorcitos iban presentándose afuera de la casa. Cuando terminan los pastores de danzar y cantar, pasan a recitar rimas al niño que ya ha sido acostado; para esto, el conjunto musical apoya con el sonido mientras que los anfitriones empiezan a repartir a toda la gente: Café, ponche, traguito, tamales, o bien, algún platillo especial dada la ocasión que lo amerita (por ejemplo: Pollo enchilado con frijolitos y pan, sopa de coditos y salsa verde). 




A los niños, simultáneamente se les forma en filas para darles aguinaldo, y después se les avisa que a cierta distancia de la casa se llevará a cabo la partición de la piñata, por lo que inmediatamente toman su aguinaldo y se amontonan para aventarse cada que una piñata se quiebra, y así procurar juntar la mayor cantidad posible de dulces, aunque uno que otro a veces prefiere tomar un fragmento de la piñata y salir corriendo delante de los que lo corretean para quitársela. Y mientas esto sucede, siguen quemando cuetes, silbando con los silbatos, cantando, adorando al niño, sirviendo a los presentes, y dando paso al interior de la casa a los invitados especiales, que será servidos en una mesa de honor con la misma esplendidez que a los de afuera; en fin, todo un mundo de actividad del que rara vez puedes caminar en su interior porque apenas todos pueden moverse.





Un par de horas después, cuando la parte central del festejo se ha calmado, cuando los aguinaldos se han dado, cuando las piñatas se han desintegrado y cuando el frío ha hecho que muchos regresen a casa llenos de bebidas y platillos, se quedan los que esperan a que empiece el sonido para dar rienda suelta al bailongo; y así seguir hasta la madrugada bailando en medio de la temperatura que cada vez va bajando más y va importando menos, al cabo, se trata de una acostada de niño y hay que disfrutarla lo más que se pueda.




Por eso, las acostadas son de las celebraciones que más se esperan en la época decembrina, sobre todo en la semana de navidad; ya que aún representa lo vivo de la tradición del pueblo y la presencia del fervor religioso; no es que sean mejores que las posadas, simplemente las complementan. Y esa noche, así, como cada año en cada acostada, el niño reposa en dos nacimientos: En el nacimiento de la casa del mayordomo y el de la iglesia...

  
Con gusto, te comparto la galería:

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