Viernes, 27 de diciembre, 2014. Venus
ya se iba a ir a dormir, o cuando menos se perdería en el horizonte y haría
quién sabe qué cosas pues ya no le veríamos más durante la noche; con los
últimos rayos del sol, y en un tono azulado, se fue sin decir Adiós. ¿Qué hacer
en su ausencia? Principalmente, dada la fecha, esperar a que los sonidos de las
campanas llamasen a la acostada de los choferes, que viene siendo de las más
grandes y espléndidas que se realizan (ojo, que estas fiestas siempre han sido realizadas pensando en todo el pueblo, nada de "nomás unos cuántos invitados y ya", es por eso que guardan especial importancia en la historia de la villa. Bien, continuemos...)
A todo esto, por si hubiera alguien que no supiere, apenas comento sin profundizar mucho, que una acostada es una celebración que se realiza posterior a la navidad; es decir, que aquí en el pueblo, se llevan a cabo primeramente y cada noche, las “posadas”, desde antes del 24 de diciembre (creo que por ahí del 18 o 19); y que una vez pasada la navidad, llegan las acostadas (que es cuando el niño ya ha nacido), siendo la ceremonia algo diferente en cuanto a que en las primeras se pasea a José y María en la peregrinación del pueblo, mientras que en las segundas se va a colocar y a contemplar al niño en el nacimiento.
Hasta donde entiendo, al día de hoy
perduran cuatro acostadas grandes: La de la iglesia, la de la juventud, la del
mercado y la de los choferes; cada una encargada a cierto mayordomo que verá
por que la tradicional fiesta se lleve a cabo y se mantenga viva la flama de la
celebración. En esta ocasión presenciamos la de los choferes, que es, hasta donde
he llegado a enterarme, la más grande de todas.
Los cuetones, con sus explosiones
características y el rastro de luces que dejaban a su paso, me indicaban que ya
se estaba llevando a cabo la misa; el interior de la iglesia estaba lleno, no
conseguí entrar para atestiguar la ceremonia, así que me quedé afuera esperando
la procesión. Una vez salida la gente, se empezaron a repartir silbatos,
cuetes, luces de bengala, velitas y quién sabe cuánta cosa más para acompañar
los cánticos pertinentes. Toda la gente íbamos caminando por las calles
principales, rodeando un poco la cuadra en donde estaba la casa con el
nacimiento dispuesto a que se dejara ahí el niño.
Por su parte, la casa que alojaría al
niño también nos indicaba, mediante cuetones, que estaba ya lista para recibir
a la procesión; el paso era lento, la gente se unía en cada punto y unos pocos más
-generalmente niños- se quedaban rezagados para lanzar su cuetitos, y luego se unirían
nuevamente a la procesión. Esta marcha se detenía cada cierto tiempo para
llevar a cabo el correteo del famoso “torito”, que es de los elementos que
pueden llegar a diferenciar lo colorido de una acostada a otra, así como también
el lanzamiento de fuegos pirotécnicos que sean de muchos colores y lleguen a
expandirse en el cielo en grandes formas de flores o ramilletes.
Después de cerca de tres paradas para el correteo del “torito”, llegamos por fin a la casa del mayordomo; para entonces ya había más gente esperándonos (aquellos que no se unen a la procesión y prefieren tomar atajos hacia la casa, y que por supuesto también son bienvenidos) y otros más se iban uniendo poco apoco al escuchar el bullicio de la gente conforme los cantos y bailes de los pastorcitos iban presentándose afuera de la casa. Cuando terminan los pastores de danzar y cantar, pasan a recitar rimas al niño que ya ha sido acostado; para esto, el conjunto musical apoya con el sonido mientras que los anfitriones empiezan a repartir a toda la gente: Café, ponche, traguito, tamales, o bien, algún platillo especial dada la ocasión que lo amerita (por ejemplo: Pollo enchilado con frijolitos y pan, sopa de coditos y salsa verde).
A los niños, simultáneamente se les
forma en filas para darles aguinaldo, y después se les avisa que a cierta
distancia de la casa se llevará a cabo la partición de la piñata, por lo que
inmediatamente toman su aguinaldo y se amontonan para aventarse cada que una
piñata se quiebra, y así procurar juntar la mayor cantidad posible de dulces,
aunque uno que otro a veces prefiere tomar un fragmento de la piñata y salir
corriendo delante de los que lo corretean para quitársela. Y mientas esto
sucede, siguen quemando cuetes, silbando con los silbatos, cantando, adorando
al niño, sirviendo a los presentes, y dando paso al interior de la casa a los
invitados especiales, que será servidos en una mesa de honor con la misma
esplendidez que a los de afuera; en fin, todo un mundo de actividad del que
rara vez puedes caminar en su interior porque apenas todos pueden moverse.
Un par de horas después, cuando la parte central del festejo se ha calmado, cuando los aguinaldos se han dado, cuando las piñatas se han desintegrado y cuando el frío ha hecho que muchos regresen a casa llenos de bebidas y platillos, se quedan los que esperan a que empiece el sonido para dar rienda suelta al bailongo; y así seguir hasta la madrugada bailando en medio de la temperatura que cada vez va bajando más y va importando menos, al cabo, se trata de una acostada de niño y hay que disfrutarla lo más que se pueda.
Un par de horas después, cuando la parte central del festejo se ha calmado, cuando los aguinaldos se han dado, cuando las piñatas se han desintegrado y cuando el frío ha hecho que muchos regresen a casa llenos de bebidas y platillos, se quedan los que esperan a que empiece el sonido para dar rienda suelta al bailongo; y así seguir hasta la madrugada bailando en medio de la temperatura que cada vez va bajando más y va importando menos, al cabo, se trata de una acostada de niño y hay que disfrutarla lo más que se pueda.
Por eso, las acostadas son de las celebraciones que más se esperan en la época decembrina, sobre todo en la semana de navidad; ya que aún representa lo vivo de la tradición del pueblo y la presencia del fervor religioso; no es que sean mejores que las posadas, simplemente las complementan. Y esa noche, así, como cada año en cada acostada, el niño reposa en dos nacimientos: En el nacimiento de la casa del mayordomo y el de la iglesia...
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